Se
asomó sola por la escotilla para ver amanecer y vio mucho más de lo que
esperaba.
Con
los ojos entornados a causa de la claridad que empezaba a definir el horizonte,
no muy lejos, sobre las calmadas aguas de un mar neutral, divisó un buque que
posicionaba lentamente sus torretas cañoneras que apuntaban hacia ellos.
Se
trataba de un acorazado que les había elegido como objetivo, sin tener en
cuenta que la nave en la que ella viajaba con otros trescientos refugiados más
la tripulación, no era ninguna amenaza.
También
vio el sol naciente en la bandera de guerra del barco japonés mientras se hundían.
Metáfora
de vida y muerte.
Derechos de autor: Francisco Moroz