jueves, 30 de julio de 2015

Digo que...

Para mi querida compañera de armas: Marisa Doménech





Subiré o bajaré como cualquier hijo de vecino,
pero encontraré porque así lo quiero
el amor en cada esquina de la vida.

Aspirando cada día a vivir con sensatez o no,
 según las ganas,
y disfrutar de los momentos de sol que me toquen en suerte.

Y nunca quejarme del destino
que ¡Es harto difícil! 
vistas las circunstancias.

Además
si por mi orgullo sin riendas.
por mi vano egoísmo, o mi enfurruñado gesto
lo complico.

De lo que dado me venga,
 aceptaré sin remilgos
mi porción a la postre.
Apurando los posos

¡En fin!
 no prometo nada,
 aunque así lo quiera:
el estar a la altura de las circunstancias
que es mi intención y locura.

¡También! 
Recrearme con cada suspiro del momento
degustar lo sencillo sin argumentos ni añagazas.
Y ser feliz para los restos
¡Que de eso se trata!

Y aunque diga que haré
 que después no sea.
Pero mi empeño pondré
en lo que haga y deshaga.

En euforias muy altas
o en mis horas más bajas.
¡Seré yo!
el único responsable
El que rubrica y afirma. 



Derechos de autor: Francisco Moroz


sábado, 25 de julio de 2015

Tortura y Una jornada más

Micro-relatos que presento a:


         CONCURSO DE MICROCUENTOS "MICROTERROR III"





Sus manos estaban sudorosas agarradas al sillón, el cuerpo tenso, sus ojos cerrados fuertemente esperando el contacto de ese instrumento que sonaba con una especie de zumbido amenazador mientras otro artilugio le extraía fluidos.


Lo habían vuelto a engañar y medio arrastras, conducido al habitáculo para ser torturado de nuevo.
Cuanta falsedad en las palabras. Ahora se daba cuenta de la encerrona y se arrepentía de no haber estado más alerta al saber que lo que se avecinaba sería tan terrorífico.

Una nueva sesión bajo las manos de aquel sádico que se hacía llamar doctor y que con sus dedos cubiertos de látex introducía herramientas indescriptibles dentro de su cuerpo produciéndole espasmos involuntarios al  prever anticipadamente el dolor que le provocarían las manipulaciones dentro de su organismo.

Hierros y tornillos compondrían su nueva y patética fisionomía.
Si eran pocos sus problemas con la imagen, estos se agravarían a partir de ese momento.

¡Dios santísimo! pensó en un arrebato espontáneo e irracional
¿Cómo me dejaría convencer?¿Cómo llegué a aceptar el ponerme unos brackets ?

Lo que no sabía era que el terror absoluto vendría más tarde en forma de factura. La sangría sería espectacular.



                                                    



Los monstruos nunca han estado debajo de la cama ni dentro de los armarios. Los monstruos están entre nosotros, andan a nuestro lado y nos persiguen impunemente.


Me despierto aterrorizada, empieza una jornada habitual, tendré que arreglarme, ponerme guapa y hacer la casa y preparar un desayuno sustancioso para él. Quiero agradarle y hacerle feliz, cumplir con las expectativas que tiene de mi.


Desde que lo conocí solo vivo por y para él...


Me despierto aterrorizada, empieza una nueva jornada...

Detrás de mi, encima de la cama siento una respiración pausada y tranquila, todo va bien de momento, mientras consiga mantener la calma no me pasará nada. Este monstruo que me acompaña desde que le conocí me domina y somete a sus caprichos.

Los moratones y señales de mi cara van desapareciendo, tengo esperanza que nada le contraríe otra vez y pueda sobrevivir a su violencia una jornada más.


Me despierto y siento al monstruo detrás de mí. Los monstruos existen pero no se esconden debajo de la cama ni dentro de los armarios... Están entre nosotros.





Derechos de autor: Francisco Moroz

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