jueves, 7 de enero de 2016

El castillo

El Castillo











De: Luis Zueco





“No hay arma más poderosa en este mundo, tanto hoy como hace mil años, que creer en tus sueños”


De la mano de "Luis Zueco" realizamos un viaje al pasado y nos trasladamos a un tiempo donde las fronteras estaban custodiadas por castillos; unas construcciones imponentes que como vigías, protegían pueblos y comarcas de los temibles enemigos de la media luna.

La península de Hispania ocupada por el islam estaba dominada por los reinos de taifas, las alianzas se suceden indiscriminadamente según los intereses de cada facción de tal manera que son continuas las luchas, las escaramuzas y las razias llevadas a cabo tanto por los moros como por los cristianos.

 Entre los años 1027 y 1082 y bajo mandato del rey Sancho III , en una de las fronteras limítrofes entre la tierra llana y el pirineo aragonés, se empieza a levantar una construcción militar y religiosa. Un castillo-abadía que acogerá tanto a soldados como a monjes, ambos colectivos entregados a la defensa de la fe mediante la cruz y la espada.

Se trata de un edificio de estilo románico, referente en toda Europa por su buena factura y conservación, a si mismo por su historia. 
El castillo de Loarre, testigo del paso de culturas, lenguas, tradiciones y batallas.

Él, servirá como telón de fondo a una novela que algunos quieren comparar por la temática con –Los Pilares de la tierra- pues es sobre su construcción, en lo que se sustenta esta historia en la que de forma indirecta, asistiremos al levantamiento de esta grandiosa obra, puente entre diferentes formas de entender la arquitectura. 

Donde todavía a día de hoy, hay lugar para leyendas, misterios y enigmas constructivos encerrados bajo una bóveda, o enterradas en su cripta. Relatos épicos parapetados tras los lienzos de muralla y erigidos en su torre barragana.

El escritor, amante de los castillos nos traslada a esos tiempos donde la vida pendía del hilo de las circunstancias del haber nacido en un lado o el otro de la frontera. Y la subsistencia del ingenio, la inteligencia, la estrategia y el esfuerzo por bregar con todo en contra.

Imaginad que sois parte de los hombres y mujeres empeñados en la empresa de construir una fortaleza que os proteja de vuestros enemigos encarnizados, mientras estos, os acechan y vigilan a tan sólo diez kilómetros, de tal manera, que controlan vuestros movimientos y progresos constructivos e intentan impedirlo a toda costa.

A la vez los envidiosos rivales de vuestro señor natural os presiona e intenta boicotear la obra de vuestra vida; y en tercer lugar la climatología extrema de la montaña: las heladas, el frío y la nieve…





Este es el entorno en el que se encontrarán un carpintero llamado “Juan” y su hijo “Fortun”. Ellos, junto a un maestro de obras lombardo. Magístri Comacíni, afrontarán el reto de construcción del grandioso castillo de Loarre.

Sus historias personales se irán entrelazando con la de otros personajes que aún siendo secundarios, no carecerán de la importancia necesaria para darle vigor a la obra literaria llena de aventuras, que sin ser muy abundantes, marcarán el ritmo necesario para que la lectura no se haga compleja ni aburrida.

“Todo sucede por alguna razón, absolutamente todo. El destino nos guía a través de la vida, de esta  y de las otras.”

Tengo que decir al respecto, que en ciertos momentos el escritor, llevado por su interés ante este tipo de construcciones militares, como nos dejó demostrado en su anterior obra: -El Escalón 33- (que curiosamente reseñé un 1 de Enero de hace dos años) se detiene puntualmente en los elementos y en los métodos y técnicas arquitectónicas empleadas en la construcción de esta grandiosa fortaleza medieval. Ello puede ralentizar un poco nuestro ritmo lector, pero a su vez propiciará el aprendizaje sobre ciertos aspectos desconocidos para el común de los mortales.

Formarán parte de esta epopeya de ficción histórica unos personajes que nos introducirán de forma muy amena en el ambiente medieval: “Ava” una mujer carismática y atractiva que sabe desenvolverse en una sociedad de hombres dominantes y violentos. Ella será la encargada de la defensa de las obras y los obreros. No en vano es una consumada y mortífera arquera.


“En la vida no se espera nada, se toma lo que llega y se sigue para adelante”

“Javierre” un pastor con ínfulas de grandeza, que no se conforma con ser lo que es por su condición y nacimiento, y aspira a ennoblecer su persona y favorecer sus intereses, a costa de quien y de lo que sea.

“En este mundo sólo se distinguen tres calases de hombres: Los caballeros, los que oran y los que laboran.”

Un viejo sacerdote defensor de la religión antigua, el rito hispánico, la que profesaban los visigodos antes de la invasión musulmana. Un religioso medio eremita, parco con sus necesidades y sus palabras con un cometido oculto. Luchador incansable, sin miedo a los enemigos de su religión.

“Eneca” Con la que comenzaremos el relato desde las primeras páginas. Niña que huye de otro castillo navarro: el de “Xavier”, perseguida por los demonios del islam, después de haber perdido a sus seres más preciados. Poseedora de un poder que no puede dominar: el de la visión del futuro inminente.

Otros actores que aparecerán a lo largo de nuestra lectura serán: “Isidoro” y “Galindo” un oficial cantero y un fornido lanza-cuchillos.”Nunila” una vieja curandera conocedora de veredas secretas y ritos paganos así como de hierbas curativas. Todos ellos, nobles y plebeyos entrelazarán sus vidas en su lucha personal para perseguir sus sueños. 
Tejerán la ficticia historia con reflejos de hechos reales ocurridos en tierras conocidas de Huesca y cercanas a Zaragoza hace cientos de años.

El narrador omnisciente nos relatará desde el siglo XI la aventura de esos hombres y mujeres que lucharon contra la ignorancia, desafiando a los elementos y a sus enemigos, para perseguir un proyecto común que entre todos hicieron realidad. 
Un sueño que hoy podemos contemplar a través de los siglos como algo tangible, que ha sobrevivido a generaciones de hombres, a conflictos y la erosión del olvido.

“Los hombres mueren, sus construcciones permanecen, en ocasiones para toda la eternidad”

La obra se divide en 76 capítulos y en tres partes, según los reyes gobernantes de la época, y durante las fechas en las que se desarrolló el plan constructivo; creando estos, los hitos necesarios para ubicar el periodo histórico de la novela.

“Luis Zueco” ha sabido ambientar de forma documentada un periodo oscuro del cual se tiene poca información; y a la vez, con un lenguaje asequible e ilustrativo, describirnos un proceso arquitectónico constructivo a pie de obra realzado con los diálogos entre personajes.

Una novela que al igual que el castillo de Loarre, puede presumir de estar bien construida, con la diferencia de que el segundo tardó en levantarse 60 años la primera en escribirse, no tanto.

“Todos somos viajeros en esta vida, caminamos por ella en busca de diferentes cosas, pero el destino siempre es el mismo.”



martes, 5 de enero de 2016

Almas en pena



               
Como sombras disipadas por el amanecer se sienten estos seres

Son barro, dolor, y miseria, que a lo largo de duras jornadas se empeñan en sobrevivir.

Trabajan de sol a sol, siguiendo el lema que está escrito en la puerta: “El trabajo libera”.  Pues eso es lo que ansían por encima de todo. “La libertad”

Las rejas, las alambradas y los perros guardianes no harán que pierdan su identidad como hombres enteros, aunque estén desechos por la penuria.

Mantienen viva la esperanza de ser rescatados antes de que las llamas de los hornos crematorios se ceben con sus magros cuerpos desnutridos.


                                                                                Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 1 de enero de 2016

Viva la vida

Carmen Pinedo nos regalaba como final de año una entrada muy amistosa, entre las que había una invitación implícita para celebrar la vida, la felicidad, la alegría de estar juntos, reunidos en torno a la palabra y a las letras. También y como no podía ser de otra manera ¡Al arte! a la pintura, y a la fotografía. 
(Aquí podrás leerla)






Tenía unos cuantos regalos a elegir para todos los que asistimos al evento celebrado en su "casa blog", yo escogí esta fotografía que figura arriba; la que me inspiró estos versos que ahora os presento y que como no podía ser de otra forma dedico a esta amante indiscutible de lo bello. De los trazos y los colores, las luces, las sombras y los contrastes... y los gatos.

Una mujer enamorada de la vida a pesar de sus tristezas.
Entre sus palabras de bienvenida estas:


¿Notas algo que arde dentro de ti, como un fuego que a veces acaricia y a veces quema? ¿Cómo dices? ¿El amor? ¡No, quita, yo de eso no sé nada! Es la alegría. Hasta en los momentos más tristes está ahí, aunque no puedas sentirla, aunque no puedas creerlo. Está. Deja que te abrace. Aunque a veces queme, porque te aseguro que quema.

En fin, ya entiendes de lo que se trata. Es ese viejo asunto de vivir. Vivir-vivir, quiero decir, nada de sí pero no. Mira, ¿has visto cuánta vida? Toda tuya. Ahora. Cuánta vida ahora, para ti. ¡Que no te la quite nadie!





Para que la vida te sonría
has de cogerla de la mano y bailar con ella.
De apariencia frágil hasta que sientes
su pálpito salvaje instintivo de animal salvaje,
con una poderosa voluntad de devorarte.

Si quieres que te acepte
has de mirarla de frente sin arrogancia,
a los ojos.
Como enamorado incondicional ante su presencia,
dispuesto a todo.

Es ella la que te saldrá al encuentro
sin tú buscarla.
La que te hará delirar y padecer hasta dolerte,
llorar de felicidad o conmoverte,
haciendo estragos.

Si quieres algo de la vida
pídeselo directamente y sin rodeos,
aunque sólo te ofrezca sueños y promesas.
Albacea y testigo de tus obras,
de tu buena fortuna  o tu desdicha.

Será fiel compañera hasta la muerte,
cadenciosa a ritmo lento
y raudo en otros.
pertinaz, sentenciosa y carismática
pero siempre fugaz y perentoria.

Se escurre como arena entre los dedos,
y se deja beber en ocasiones a sorbos cortos.
Cuanto más la deseas más esquiva,
y más irreverente si la adoras.
Es altiva doncella que no rebajará su suerte a la tuya.

Ella sigue fluyendo mientras tú feneces,
no dejando lugar a despedidas ni a reencuentros.
Mientras sea tuya cuídala como a una madre
a la que nadie renuncia ni quiere perder,
a pesar de lo que te dé y te arrebate.

Es caprichosa, procaz y peligrosa,
pero es tan bella la vida que te apasiona,
te enamora y te subyuga, te conquista y seduce.
Haciéndose imprescindible mientras respiras,
tan fértil y veraz como adictiva.

Es, como una chica alborotada y loca,
que te posee y te desnuda
y que se ríe de ti.
O te monta una fiesta sorpresa inesperada
sin contar contigo.

Imprevisible señora altiva
 dadivosa unas veces o ruin y casquivana.
Ególatra sutil y poderosa,
pero jamás aburrida
y nunca sosa.

Terrible paradigma de quiméricas formas
 infructuosa, altiva y discordante,
o humilde y armoniosa.
Savia que es sangre enaltecida
de seres orgullosos.

La vida te enaltece, te hace fuerte,
te ayuda a superar sus realidades.
Te hace soñador en sus orillas
o naufrago perdido
en sus procelosos mares.

Algo es bien cierto: sin ella morimos
y hacemos lo indecible en retenerla.
La amamos a pesar de los retos que plantea,
de los amagos que hace,
de los sutiles engaños soportados.

Andamos por ella
como sobre cuerda floja,
con miedo a caernos al vacío.
La vida se respira por los poros,
si sabes disfrutarla.

Hay que conquistarla con esmero
poniendo empeño en ello.
Es muy fácil perderla,
no se caracteriza
por ser una amante posesiva.

Tampoco te controla,
aunque ponga las reglas del juego que te obligan.
Con ella y con las horas,
que el tiempo es el tercer
elemento de discordia.

Este pone los límites
donde la vida las normas.
te las puedes saltar, no duelen prendas
pero al final pagarás
de todas, todas.

Yo siempre fui sencillo y confiado,
creo que sigo siendo como un niño.
Y por tanto, y a pesar de lo escrito que ya acabo
viviré la vida que me toque.
Sin quejarme, sin prisas, y sin ascos.





                                                                                Derechos de autor: Francisco Moroz






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