martes, 7 de febrero de 2017

Su nombre




Podría haberse llamado alegría pues la trasmitía a los que la rodeaban. Armonía también, pues la música era parte de su vida y ella interpretaba una melodía muy especial en los corazones de quien la presentía.

Era cercana a causa de su generosidad, no necesitaba el reconocimiento ni la compasión de nadie. Era humilde como esas flores que nacen no para ser admiradas sino para compartir su belleza natural y hacer el mundo un poco más hermoso.

Se podía haber llamado felicidad, pues sus ideales eran sencillos, equiparables al del resto de personas y a pesar de ello capaz de ir más allá. Quería que su entorno brillase con esa luz que emerge del interior de las almas buenas, con lo cual igualmente hubiera podido llamarse estrella.

¿Por qué no? También fe, pues era ese el motor que la impulsaba cuando no todo era fácil y los obstáculos parecían insalvables.

Con una sonrisa o una solo palabra, animaba y empujaba a los que se pudieran sentir derrotados. Desarmaba los argumentos de los malhumorados con la existencia, reconciliándolos con sus semejantes y con las circunstancias del entorno.

Sus manos expresaban lo que desbordaba a raudales, que no era otra cosa que entusiasmo. Esa vitalidad de agua cantarina y transparente.
Un lienzo dispuesto donde pintar con colores lo negro y lo gris, donde alzar soles que disiparan las nubes borrascosas. Respiraba arte y no llevaba sin embargo el apelativo de ninguna musa aunque fuera inspiradora.

La podíamos haber conocido con algún nombre complicado o compuesto, pero hasta en eso era humilde, pequeña y prudente. Precisamente por ello y ante los ojos de los que la conocieron fue grande ¡Enorme! Hasta el final, ese que le deparó un destino que está escrito y es ineludible para todos los mortales.

Cuantos, hubieran querido cambiar por prólogo su epílogo y no haber tenido que escribir epitafios. Cuantos, no la hubiesen retenido a su lado, pues tenía tanto que decir todavía, mucho que crear, tanto por besar y acariciar a los suyos. Tanto que sonreír con los ojos a los que se cruzaran con su mirada.

Estoy seguro que su miedo a no ser recordada se habrá difuminado ya, como las sombras que huyen de una mañana luminosa, pues seremos muchos los que la recordaremos no solo por su nombre, también como hija, hermana, esposa y madre. Amiga y buena compañera, maestra, artista, intérprete y pintora y antes que nada; como la gran mujer llena de entusiasmo y buenas vibraciones que era.

¡Sí! Se podría haber llamado de muchas formas pero la conocimos simple y llanamente como Ana.

"Hay luto en mi corazón por tu partida"


Descansa en paz.


lunes, 6 de febrero de 2017

El refugio






El armario donde acaba de encerrar a su muñeca no es solo un mueble más. Es el mismo donde la abuela se metía de niña cuando sus padres discutían; el mismo donde escondía a papá cuando era pequeño y el abuelo venía borracho y violento.

Un armario que parece proteger a los seres indefensos de las personas malas que les hacen daño.
Ahora está a la espera de que toquen al timbre de casa para refugiarse en él, junto a su queca.

Hoy viene el amigo de mamá, ese que juega con ella haciéndola daño y después le dice que no se lo cuente a nadie.




Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 1 de febrero de 2017

El hambre se conforma




Hoy comeré según lo que me pongan en el plato,
según su contenido. 
Me sobran si me apuras los cubiertos de plata, 
incluso siendo sincero, 
la servilleta de hilo.

Según lo que me echen, así comeré.
Que me conformo,
que no tengo preferencias ni gustos severos 
ni peco de casquivano y minucioso.
Pues todos los días son inciertos
con su pizca de desazón y de misterio gastronómico.

Estoy acostumbrado
a la inclemencia de los tiempos que corren, 
nunca fueron mejores ni en el siglo de oro. 
Menos, ahora, que es siglo de latoncillo. 
Como comensal, 
cada vez que me ubico,
siempre lo hago arrinconado por principio.

Cuando hay apetencia
me acuerdo a cada momento de la nana de la cebolla
de Miguel Hernández. 
Del pícaro Guzmán, del letrado lazarillo.
De la frase ciceroniana que reza: 
“El hambre es el mejor condimento".
Eso decía mi madre cuando ponía lentejas.
¡Férreo alimento por cierto!

Hoy comeré 
según lo que me echen en el plato, 
y no soy sibarita ni exigente; 
soy del montón. 
Pertenezco
a un círculo selecto de comensales de las calles donde habito,
que buscan diligentes, 
el local donde se venda barata la comida. 

Me es indiferente
sentarme en una mesa con manteles blancos;
me basta con las amplias vistas a un jardín,
sentado en cualquier banco. 
Si me urges, 
renuncio a los manjares surtidos. 
Me sobran las copas pulidas y los transparentes vasos
y el vino que los llena.

No soy de los que esperan impacientes a ser servidos, 
por camareros y fámulos estirados, 
pues me arreglo con mis manos
y me sobra criterio para comer lo debido. 
Soy hombre de principios,
con tener algo con que comenzar me basta.
Suficiente razón
para llevar a buen puerto el cometido 

En lo que realmente fundamento mi esperanza
con paciencia infinita,
es en que un alma sensible y bondadosa
deje caer unas monedas en mi plato. 
Y según el valor de las que haya, 
el comer como un rey tengo fechado. 
si la suerte es esquiva y no me alcanza,
comeré como pobre vasallo las migajas.

Hoy comeré
según lo que me pongan en el plato.
que nunca hubo pan duro para el hambre
¡Yo lo creo y certifico! 



Derechos de autor: Francisco Moroz

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