sábado, 27 de abril de 2019

Síndrome de colores




Las musas te hacen malas pasadas cuando se olvidan o no quieren echarte una mano, pero siempre es pasajero este síntoma que los escritores hemos dado por llamar: síndrome de página en blanco. Hasta para poner adjetivos calificativos somos especiales los que llenamos de garabatos caligráficos las hojas de papel o esas otras virtuales de la pantalla del ordenador.

¡Pero no! eso no es lo que me pasaba desde hacía unos meses en los que me sentaba a escribir y solo me salían comienzos como este: 

El sujeto entró en la casa donde “Decorplast". Albañiles. Trabajos de reformas de interiores y exteriores acababa de construir un habitáculo anexo a la vivienda. En el garaje se encontraba aparcado un coche de “Rentauto". Vehículos comerciales de alquiler, con chófer o sin chófer, a simple vista perteneciente a un concesionario cercano al aeropuerto de donde el inquilino parecía haber regresado hacía poco...

Me estaba volviendo loco al llenar folios con estas sandeces sin sentido. Hace unas semanas quería proseguir con una historia que ya tenía empezada. Una con trasfondo policíaco donde un asesino de mente retorcida, siniestro e implacable, elige a sus víctimas por el tipo de calzado que usan.

Cuando releí lo que había escrito, me quedé con cara de gilipollas pensando que un tornillo se me acababa de caer y unos cables habían cortocircuitado en mi cerebro.
Ponía algo así: 

Sam Logan se presentó en el lugar donde se había citado con la hermosa mujer que iba a engrosar el número de fallecidos por estrangulamiento realizados por sus fuertes manos. Se trataba del local donde se ubicaba una zapatería "Santo Domingo de la Calzada". Zapatos ortopédicos y con plataforma que se adaptan a cualquier formato de pie. Consúltenos sin compromiso. 

La mujer al verle llegar, quedó gratamente sorprendida ante la puntualidad de su presunto amante mientras miraba su muñeca donde lucía un reloj comprado en “Relojerías Cityzán". Exclusivas piezas de lujo. Especialistas en reparación de cualquier tipo de maquinaría que requiera perfección suiza. Presupuestos gratuitos previa presentación de nómina o cuenta bancaria.

El frío asesino, disimuló con descaro sus intenciones, componiendo una sonrisa "Dentalfresh" El único dentífrico con blanqueadores y bífidus activos del mercado, al igual que por el inmenso placer que le proporcionaba el saber de antemano que esa mujer perecería en escasas horas. Ejecutaría sus propósitos después de una cena romántica en los “Salones Buterfly". Celebraciones de eventos, comidas de empresa, bautizos y comuniones, bodas, divorcios, despedías de soltero. Un servicio esmerado, adaptado a a las necesidades de cada cliente...”

¡¿No me digáis que no era de traca, como para volverse completamente tarado?!
El problema es que me sentía como poseído por el espíritu inmundo y enfermizo de un publicista sin freno ni pudor alguno. Dispuesto a todo con tal de plasmar los artículos pertinentes dirigidos a posibles y potenciales consumidores.

De tal manera me tenía preocupado este tema, que hablé con mi editor y este, después de despacharse a gusto con una estentórea carcajada, me recomendó un prestigioso psicólogo al que llevo visitando hace aproximadamente unos treinta y cinco días, y en los que durante dieciocho sesiones de hora y media, le he ido contando lo inexplicable de mi conducta inconsciente cada vez que me siento a escribir.

En un primer momento por el rabillo del ojo, me pareció sorprenderle frotándose las manos según iba desgranando lo complejo de mi cuita, pues sospecho que este terapeuta preveía que se encontraba ante un filón sin fondo, dado el carácter que iba conformando mi relato paranoico sin pies ni cabeza.

En la última sesión, a la que ya precedían otras diecisiete cobradas a precio de plata del Potosí, y cuando llegué a la parte de:

–Esto me viene ocurriendo desde hace unos tres meses, coincidiendo con la avería del ordenador que me petó a causa de una subida inesperada de tensión. Mientras esperaba el arreglo de la avería, eché mano a unos folios de papel, del de toda la vida, una pequeña resma que ya amarilleada, y que tenía arrinconada desde tiempos inmemoriales en una repisa llena de polvo.

Para ser exactos desde que la escritura informatizada a base de tecla y software entró en mi vida y olvidé el bolígrafo, la pluma y los soportes fabricados con base de celulosa.

Mi interlocutor puso cara de no entender nada, y otra de susto ante el sobresalto recibido por mi inesperado brinco del diván donde me recostaba. 
Lancé un grito como aquél “¡Eureka lo he encontrado!” que emitió Arquímedes de Siracusa mientras corría en pelota picada por la calle. 

Lo que precisamente en la actualidad los psicólogos denominan "Insight" que viene a ser: La reacción automática del individuo ante el destello espontaneo de su mente al descubrir la solución a un problema no resuelto por nadie hasta el momento.

¡Santo dios! como es que no me había percatado antes, de la causa que me estaba ocasionando semejante esquizofrenia. Era una fuerte intuición la que me había sobrevenido ante el posible objeto tangible que producía mi estrambótica forma de escribir.

Huí del piso donde se hallaba la consulta del psiquiatra, que como bandolero de Sierra Morena me estaba sacando los cuartos. Bajé las escaleras de dos en dos y de tres en tres, y con peligro de mi integridad física salí a la calle en tromba, para buscar una papelería de barrio, de esas que son tan difíciles de encontrar como al rayado y mimético "Wally".

Cuando encontré el pequeño comercio agazapado entre un bazar chino y un bar de copas. Entré poseído por el ímpetu invasor de “Atila” y el espíritu detectivesco de “Poirot” y casi sin vocalizar a causa de mi ahogo por la carrera que me había metido entre pecho y espalda en perjuicio de mis pulmones, pedí al dependiente un paquete de folios blancos que casi le arranqué de las manos con estas incluidas, agarrándolos con fruición después de pagarlos, saliendo por la puerta como una repentina corriente de aire y poniendo destino a mi guarida de oso de escritor soltero.

Rasgué la envoltura del paquete, cogí un bolígrafo abandonado en el escritorio, y me puse a escribir lo primero que se me ocurrió. Algo que quedó así:

"Me encuentro en mi estudio realizando una prueba de escritura. Para ello he comprado unos folios en una papelería del barrio situada entre un "todo a cien" y un bar. Y eso, después de salir de ese psicólogo tahúr que alargó la terapia con intención de dejarme seco hasta el plan de pensiones, sin tan siquiera preocuparse en comprender de qué iba la historia, ni mostrar interés por ella.”

A continuación busqué los viejos folios donde hasta hace poco había estado escribiendo, intentando plasmar lo mismo:

"Me encuentro en mi estudio situado en la Calle Venancio Pérez Gellidón "Apartamentos y oficinas Gelli". Todo exterior, con amplias vistas a patio interior. Muy luminosos de día, realizando una prueba de escritura caligráfica "El tintero de Oro". Mecanografía y taquigrafía adaptada a soportes informáticos. Enseñamos a hacer la "O" con canuto. Docencia profesional.

Para ello he comprado unos folios en una papelería "Paperbic". Vendemos todo tipo de material gráfico y de escritorio. Realizamos fotocopias a mano, encuadernaciones rústicas labriegas, e impresiones impresionantes. Hacemos pedidos de libros escolares para repetidores de curso, y falsificaciones de documentos de identidad y pasaportes. 

Situada entre un bazar "La Gran Muralla" (No podía llamarse de otro modo) Bajos precios en todo tipo de artículos. Pollo frito, fuegos artificiales, armas homologadas serias y legales con número rayado. Sombreros mejicanos con plumas de carnaval, pilas sulfatadas para linternas, flotadores para salvavidas, gorras de béisbol del Real Madrid. Productos higiénicos de segunda mano, y un bar de copas "El Chupito". Gambas y boquerones por tres euros con cincuenta. Raciones de chorizo y calamares. Desayunos completos de media tarde por un euro ochenta. Ambiente a refrito muy familiar. 

Todo ello después de salir del psicólogo "Sanamente". Terapias de grupo. Chequeos psicológicos con escáner. Hacemos descuentos a colectivos empresariales. Atención personalizada a desahuciados, y a comunidades de vecinos al borde de un ataque de nervios. Consulte nuestras tarifas desorbitadas sin compromiso y sin saber de qué va la historia. Nos despreocupamos de usted y seguimos a lo nuestro...

Sonreí satisfecho después de releer varias veces lo que había escrito en una hoja y en la otra. ¡Había dado con el problema!
Reuní los viejos folios mirándolos con cierta tirria y rencor por haberme tenido en un “Sin vivir en mi, y muero porque no muero” y los fui metiendo en la trituradora de papel de sobremesa uno a uno, con cierto regodeo placentero mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa maligna parecida a la del “Joker” en la peli de“Batman.”

Lo que había padecido era una nueva versión del síndrome de la hoja en blanco, pero en este caso en una variedad más sofisticada. 
Se trataba de un síntoma desconocido hasta ahora; pues en “San Google” no encontré ninguna referencia al respecto. Por lo tanto lo bauticé como a un hijo mio con el nombre de:

“Síndrome de las páginas amarillas.” 



Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 23 de abril de 2019

Fortuna




Cuando se ausentaba de casa, el hombre solía dejar la puerta abierta, pues tenía entendido que la fortuna llegaba de la manera más inesperada y no quería ser él quien le pusiera obstáculos para hacerlo…

Un buen día, después de un tiempo sin visitarle, regresó, pero se encontró la puerta cerrada y como no tenía llaves tuvo que entrar por la ventana.
Se encontró con el hombre, que la esperaba con un abrazo que la arropó de ternura.

–Pensé que ya nunca regresarías amor, y cerré la puerta; aunque tú siempre encontraste la manera de llegar a mí. 
Me considero un hombre afortunado con solo tenerte cerca. Pero: ¿Por qué me abandonaste la última vez?


Derechos de autor: Francisco Moroz





martes, 16 de abril de 2019

Profesionalidad



Habría cogido alguna vez un hilván, metido un dobladillo, dado puntadas al bies cuando se diera el caso. Pero la vida la había llevado por otros derroteros, que su abuela, que la enseñó todo lo que sabía cómo costurera, no llegaría a imaginarse nunca en sus preclaras predicciones de futuro para ella.

Ahora, como enfermera profesional y voluntaria en una organización humanitaria en zona de conflicto, ponía a prueba todos los conocimientos adquiridos. 

Cosía heridas abiertas por machete con gran destreza, mientras pensaba que hacerlo con punto de cadeneta daría cierto realce a algo tan desagradable.


Derechos de autor: Francisco Moroz

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