miércoles, 1 de abril de 2020

El yo existencial






Me llamo “Pepa Ventolini” y nací mientras mi madre escribía muy concentrada en el asunto de dar a luz algo interesante como yo misma. 

Se hallaba junto a una ventana abierta, durante una primavera ventosa. Las hojas donde escribía se le volaron cayendo al suelo, y fue justo en ese instante cuando mi nombre y apellido aparecieron en su mente; inscrito como si de una partida de nacimiento se tratase.

Fui consciente automáticamente, aún sin saber el cómo ni el por qué de que yo estuviera allí, haciendo historia, formando parte de un todo muy bien estructurado, con un ritmo creciente que ponía el foco en mi persona, presentándome con una narrativa muy fluida.

En nada de tiempo me había convertido en una afamada y reconocida inspectora de policía, cuyo cometido era investigar casos cerrados de crímenes consumados en el pasado. Llegué a culminar con éxito algunos de trama muy complicada y escabrosa, implicándome a fondo en cada uno de ellos.

Sin embargo todo se torció desde el instante en que apareció él. Fue, como si yo hubiera dejado de existir.
Todo lo que vino a continuación ya no me pertenecía a mí sino al rival de género masculino que me arrebataba el sitio que me correspondía por derecho propio y que sin mediar diálogo alguno, había interferido inesperadamente en algo que solo a mi me concernía. Mi propia existencia estaba a punto de desaparecer.

Menos mal que mi mentora, fémina de armas tomar, intervino oportunamente en cuanto detectó detalles textualmente extraños que no se correspondían. Dándose cuenta del error cometido, de la gran injusticia que atentaba contra mi persona y que se había cometido, a Dios gracias de manera inconsciente.

Puso remedio de manera drástica. El intruso fue eliminado sin contemplaciones. Desapareció desde el momento en que con un elegante movimiento de muñeca, borró con tipex esa “e” que figuraba tan descaradamente plasmada en lugar de la “a” que correspondía.

Respiro tranquila, vuelvo a ser yo, “Pepa Ventolini” y no el “Pepe” ese, al que los lectores no llegarán a conocer ni por asomo, como si nunca hubiera existido. Es lo bueno que tiene lo de releer lo escrito y enmendar las erratas gramaticales antes de editar.

En eso se fundamenta el ser o no ser de un personaje. 

¿Capite la questione?

Derechos de autor: Francisco Moroz




jueves, 26 de marzo de 2020

La expedición






Todo empezó con el anuncio de un final antes del principio.

Y siguió con un viaje a través del universo. Estuvimos hibernando en cámaras estancas acondicionadas en base a la ciencia criogenética para la conservación de organismos vivos. Con total ausencia de percepciones sensoriales. Perdidos en la nada más completa y oscura, olvidada absolutamente la noción del tiempo.

Después de miríadas de estrellas nunca presentidas por nuestros científicos y de galaxias  atravesadas por la nave a una velocidad sólo comparable con la de la energía lumínica;  llegamos por fin a nuestro destino.
Allá desde donde veníamos nos creíamos dioses omnipotentes, poderosos, indestructibles y eficaces con todo aquello que nos proponíamos ¿Acaso no habíamos hecho realidad la idea de llegar hasta aquí?

En aquellos años y antes de ser conscientes de nuestros errores, tuvimos que sufrir parte del caos como el hambre, el frío la enfermedad o las guerras fratricidas encadenadas unas con otras. La muerte siempre presente junto a tanta imperfección y debilidad. Tanta codicia y soberbia. Y soledad en cada final de cada una de las historias personales.

En contadas ocasiones dimos el justo valor a la vida como tal, solo la considerábamos como soporte para conseguir nuestra felicidad, una somera ilusión basada en saciar los instintos básicos y prevalecer soberanos por encima de lo creado. Degradamos, corrompimos, devaluamos, ensuciamos, expoliamos, quemamos y destruimos todo con derroche, sin el  pudor ni la sensación de que la tumba estuviese bajo cada una de nuestras decisiones desacertadas. Desoímos a los pocos que avisaban de la precariedad de los ecosistemas, del derrumbe inminente de la casa que habitábamos.
El planeta colapsó, pero no antes de que se preparara una expedición de exploración para encontrar algún entorno habitable. Solo unos pocos elegidos evaluados por sus cualidades. Mujeres y hombres a partes iguales formamos parte de la misma.

Después de ser despertados por los sistemas informáticos programados para hacerlo en cuanto los detectores de viabilidad lo considerasen apropiado. De programar los parámetros para proporcionar oxígeno y la temperatura idónea al habitáculo y de escanear el exterior, nos reconocimos entre nosotros después de estar aislados y ausentes tantos años. Asistimos silenciosos a la bajada de la compuerta de salida de la astronave. Con el pensamiento particular de empezar de nuevo, de explorar el medio, colonizar con prudencia el nuevo mundo, sabiéndolo administrar utilizando sus recursos con sabiduría, respeto y moderación.
Se nos brindaba una segunda oportunidad para hacerlo.

Bajábamos despacio, embelesados por la luminosidad del único astro que alumbraba este planeta ignoto. Extasiados ante tanta belleza y variedad de colores. Presentimos a otros seres vivos muy diferentes a nosotros, que se acercaban curiosos a una distancia prudencial medio ocultos entre árboles y maleza, escuchábamos absortos el sonido del agua y disfrutamos de la caricia del aire puro con el que llenamos los pulmones después de nuestro forzado encierro.

Felices como niños inocentes, que después de estar ausentes regresaran a su hogar. Y de esta forma, algunos abrazados y otros cogidos de las manos, sonreíamos mirando al cielo, mientras las primeras gotas de una suave lluvia acariciaban nuestros rostros.
La expedición de la que formábamos parte era conocida con el nombre de Evadán y este paraíso al que estábamos destinados desde el principio era un lejano planeta llamado tierra.

Mi primera reflexión fue que este lugar tenía un nombre muy humilde para ser tan grandioso y elocuente.

Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 21 de marzo de 2020

Teoría de la conspiración







–Tengo más que claro que el Covi-19 es un virus que escapó del laboratorio experimental de Wuhan en China, aunque las autoridades lo ocultan para no reconocer su error y provocar alarmas que les pueden acarrear sanciones por parte de la comunidad internacional.


– ¡Que no hombre! fue en China donde se originó, pero por la falta de higiene de sus habitantes y esos peculiares alimentos que ingieren casi crudos: murciélagos, ratas, culebras, perros… ¿Acaso no los ves por las calles hurgándose la nariz y escupiendo?

–Pues he leído en un mensaje que me envió mi cuñado que está muy puesto en estos asuntos, que esta pandemia ya la predijo el gran astrólogo Nostradamus.

– ¡Quita! ese era solo un cantamañanas del tres al cuarto. Además no era astrólogo sino médico y adivino. Se trata de bulos que se inventan algunos que parece se aburren en casa con esto de la cuarentena. Los escriben y se los atribuyen a este, que fue un oportunista vaticinador, en cuyas cuartetas parecen encajar todos los desastres de la humanidad. 
Yo creo que en realidad es una conspiración de Estados Unidos para desacreditar a sus máximos competidores económicos para que pierdan el crédito de las masas poblacionales consumistas para que dejen de comprar sus teléfonos móviles. Entre otras cosas porque lo de los aranceles impuestos parece que no les dieron buenos resultados.

– ¿Y si fueron los propios chinos los que propagaron el virus para diezmar a la población y contener la enorme densidad demográfica del país y de paso quitarse parte de la competencia? ¿Y los Yihadistas no tendrán algo que ver en todo esto? Puede tratarse de una nueva forma de terrorismo a base de bichitos virulentos  destructores de mucosas.

–Uno no sabe que pensar con tanta fake news.

– ¿Quieres saber mi opinión personal?

–Dime.

–Se trata de una conspiración judeo masónica para hacerse con el control global de la humanidad, como cuando lo de los judíos de Toledo y los Reyes Católicos y todo eso. Encima encaja con la teoría del  Nostradamus ese, que era de procedencia judía. Al final va a resultar que el Hitler era un visionario redentor.

–Yo tengo una teoría que no es tan loca como la tuya. El responsable de este caos es el gobierno de la nación. Se trata de sus nuevos planes secretos para ahorrarse los sueldos del subsidio de desempleo y los de jubilación por descarte y óbito de los cotizantes.

No puede ser casual lo del virus ¡Ya te digo!

–Tampoco te has parado a pensar que puede que se hayan puesto de acuerdo todas las mujeres para obligarnos a permanecer en casa. No es casualidad que hayan cerrado bares y clausurado todo tipo de eventos deportivos. No se puede salir en grupos, solo de uno en uno. Dentro de casa nos vemos obligados a hacer tareas domésticas y ayudar con los niños sí o sí. Para más inri todo el santo día vigilados, como en gran hermano. Esto no puede ser más que una confabulación de todas ellas para tenernos controlados. No podemos presentir sus sonrisas mefistofélicas detrás de nosotros, mientras aplaudimos en el balcón como panolis mientras pensamos, que hasta esto lo estamos haciendo también por propia iniciativa, y sin sospechar que es la forma de celebrar entre todas la gran victoria sobre todos nosotros, excusándose con que los aplausos están dedicados a los sanitarios.


– Deberíamos publicar en las redes sociales estas reflexiones y hacerlas virales ¿No crees? A ver si despiertan y aprende la gente a identificar a los responsables y creadores de estos tipos de caos pandémicos.

–Yo de momento me voy a tomar un paracetamol  para ver si se me baja la fiebre y así poder salir con mi mujer a hacer la compra al súper, por ver si han traído ya el papel higiénico, que solo me quedan veinticinco rollos con los que no llego a fin de mes. Que hay tontos del culo, nunca mejor dicho, que arramblan con todo.

–Pues aquí en casa somos más de ibuprofeno y a los cinco que somos nos está aliviando además de la fiebre, las toses y los dolores de cabeza. De hecho si hace bueno esta tarde saldremos a dar una vuelta para ver a mi anciana madre que está muy solita la pobre en su casa.

– ¡Los malditos imbéciles son los que provocan semejantes situaciones! Y los ignorantes que no siguen las normas básicas de sanidad.

–Eso amigo ¡Maldita Estulticia!

-¿El qué?


derechos de autor: Francisco Moroz



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