lunes, 23 de enero de 2023

Primera cita



 –“Estamos en paz, nada te debo vida.”Ese es el comienzo del escrito que te comenté y que tanto me gusta. Desde que lo descubrí lo he leído más de mil veces.

–Creo que más bien se trata del final. Y exactamente dice: Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.“Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! “

–Bueno…Así es, pertenece al autor Amador Ruiz de Nervio y Orgaz para ser exactos.

–En realidad se llamaba Amado Ruiz de Nervo y Ordaz. Le conocían como Amado Nervo.

–Nació en Arequipa, Perú.

–No, en Tepic, México.

–Ah. Pues una de sus obras es mi favorita. La novela titulada  -La armada inmóvil-

–Creo que te refieres a  La amada inmóvil- Se trata de un libro de poemas no de una novela.

– Bueno…Esto... ¿Entiendes algo de fútbol y video juegos?

 



 Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 16 de enero de 2023

Pajaritos tatuados

 


 

Mira Roberto, me he prendado de una chica por causa de unos pajaritos tatuados a lo largo del hombro que parecieran salir de su escote. Algo que resulta la mar de excitante pues inconscientemente la vista se me va de abajo arriba, terminando siempre enfrentada con sus ojos de azul cielo que me miran a su vez como llenos de deseo; y hacia donde parecen elevar el vuelo esas manchas negras de tinta bien definidas, con forma de animalillos alados.

Al final me he rendido a la evidencia de mi total enamoramiento. Me hallo subyugado y sometido a un amor inconmensurable por su persona. O eso me parece a mí cada vez que nos encontramos.

Estoy obsesionado de tal manera, que en toda superficie despejada que descubro, escribo: “Te amo, te amo, te amo.” Estoy loco de amor.

Antes de conocerla, pensaba que mi soledad no tenía remedio, un tipo extraño como yo, jugando tras los cristales a ser alguien normal, dibujando corazones con el vaho de mi aliento, sabiendo la dificultad de conocer a una mujer interesante de la cual prendarse.

Me acuerdo que mientras convivía con mis padres, estos discutían cada dos por tres. Yo escondía la cabeza entre mis manos para no oírles. Gritando más que ellos; esperando que alguien viniera pronto a rescatarme. Después mi padre se iba. Me podía  pasar la tarde entera mirando por la ventana por si regresaba, pero cuando lo hacía, al poco tiempo, volvía a desear que se fuera. Mamá lo que esperaba es que más pronto que tarde dejara de llorar por él, pues según ella no lo merecía. No fueron un gran ejemplo a seguir.

Me di cuenta que no merecían la pena ninguno de ellos, los despreciaba y lo demostraba de continuo. Me rebelaba a sus dictámenes con violencia inesperada. Les arañaba, les tiraba objetos a la cabeza, les escupía. No merecían mi respeto. Dejaron de ser personas importantes para mi desarrollo emocional, desde el momento que me sacaron de casa al cumplir los veinte años.

Me tocó buscarme la vida y al principio no me fue mal haciendo trabajillos y encargos eventuales; después caía en barrena cuando me sentía solo. La depresión se convertía en una compañera cada vez más asidua. Me costaba salir adelante, necesitaba ayuda para conseguirlo. Dormía entre cartones, buscaba en la basura y tenía altercados continuamente.

Es entonces cuando me internaron; nadie hubiera apostado entonces por mi recuperación. Salir de esas crisis a base de una medicación que me convertía en un vegetal babeante y balbuciente que no era capaz ni de expresar las ideas más básicas o necesidades más elementales. Era del todo inconcebible. Cuando  salía de ese estado latente me volvía irascible y violento.

Pero era comprensible que quisiera fugarme, Roberto. Todas las mañanas venía un enfermero a administrarme sustancias que me dejaban sin voluntad. Permanecía sentado en una silla; como cuando vivía en casa con mis padres. Mirando tras los cristales dibujando corazones imaginarios a alguien que yo esperara que viniera y me salvara, sacándome de aquel sitio.

Al final tuve que hacer trampa con las pastillas y escapar en un descuido de los celadores que me mantenían encerrado. Y es que, si no lo hubiera hecho me hubiera vuelto loco de remate.

Y menos mal que entonces apareciste tú.  Has sido providencial, como un ángel de la guarda. Por lo menos puedo hablar contigo de mis problemas y mis ilusiones. La verdad es que no he nacido para estar solo, necesito compañía como todo ser humano. Soy un ser sociable y amistoso.

Bueno, al menos con esta chica ya no lo volveré a estar ¿Te gustaría que te la presentara? Vamos a acercarnos a aquella esquina, pasará en unos minutos; últimamente siempre viene en el autobús.

¡Ahí viene, Roberto! ¿La ves?

¡Qué me dices! ¿Qué es un cartel con una modelo que anuncia perfume?¿Qué los pajaritos no son más que manchas de pintura de un grafiti?¿Y encima me recriminas el estar como una puta cabra?

Tú te lo has buscado Roberto ¡Olvídate de mí! Ya no te quiero a mi lado. Mañana mismo empiezo a buscarme otro amigo imaginario más complaciente. Por cierto, pienso que eres un total desequilibrado. Necesitas ayuda.



                                                                                             Derechos de autor: Francisco Moroz

 

jueves, 12 de enero de 2023

Leyenda verdadera

 


 Publio sexto se murió; era un romano bromista. Y no en broma feneció, por ser su interlocutor muy poco dado a la risa.

Tres puñaladas traperas dadas con algo de saña y descuidada desidia; fueron las que le pusieron en las manos de la parca rumbo a la laguna Estigia.

Era Publio senador y antes de ello magistrado. Amante de la comedia, del teatro enamorado. Tragicómica fue su muerte a parte de una desdicha.

Fue tan rápido el deceso del referido interfecto. Que a sus pobres familiares les pilló de sopetón. Y perdieron la ocasión de preparar la mortaja como tal correspondía  a su alta posición. Aún siendo gordo y bajito.

Y es por ello que llegó a los dominios del orco, sin el óbolo acordado para entregarle a Caronte, el viejo flaco y gruñón; como importe del embarque, con pasaje preferente hacia el reino de Plutón.

Y el anciano enfurecido al no obtener su dinero, a Publio sexto insultó. Llamándole sombra errante y difunto sin remedio; condenándolo a vagar cien años por la ribera, o tres siglos ¡Qué sé yo! Del Aqueronte arroyuelo.

Por ello Publio llegó, a conocer a Virgilio; que amablemente acordó en pagarle su pasaje si hacía de Cicerone como guía del inferno. Aprovechar la ocasión y al regresar de su viaje, intitular como Eneida su famoso novelón.

Que fue Publio y no Aliguieri quien acompañó al poeta. Aunque Dante consintiera, con suma consideración, nombrar la Divina comedia al conocer su afición. 

¡Lo juro, por Júpiter capitolino! Para eso escribo yo.

 

 
Derechos de autor: Francisco Moroz
 



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