De niña, preguntó con cierta vergüenza a su madre por
el amor, como era. La respuesta fue escueta: «Una montaña rusa».
Se enamoró. Experimentó la ansiedad en su primera
cita, El miedo a decepcionar a la pareja, la consternación cuando no recibía la
llamada esperada. La sorpresa cuando recibió un anillo y el éxtasis al pronunciar
un «Sí quiero» durante la boda.
Ilusión al entrar en la nueva casa, y apasionado
interés en crear un hogar donde ser felices.
Alegría inmensa cuando sostuvo en sus brazos a la pequeña
después de meses cuajados de anticipación y vigilancia, donde hubo momentos en que
no soportaba sus estados de melancolía.
Ahora, todo era una fuente continua de asombro ante ese
ser indefenso que a veces la enojaba con sus llantos y otras le aportaba momentos
imponderables de serenidad mientras velaba su sueño.
No dejaba de pensar en el futuro con optimismo y un
poquito de temor.
Su niña creció hasta hacerse adolescente de igual
manera que sus propias emociones descontroladas. Tan pronto sentía
remordimientos por haber dado una mala contestación a su hija, como indignación
al ver el poco caso que hacía de las recomendaciones.
En ocasiones el tedio la embargaba. « ¡Que haga lo que
le de la gana! » y otras, la pena a que su hija se fuese alejando.
Hoy, cuando le dijo: «¡Feliz día mamá! ¡Te quiero!» Recordó
a su propia madre con tristeza. Siendo consciente, de las intensas vueltas que
restaban por dar, en esa emocionante montaña rusa del amor.
Derechos de autor: Francisco Moroz
No me hizo falta poner un listado de las emociones utilizadas. Las nombré a lo largo del micro :)