domingo, 30 de noviembre de 2025

Un amor




 

Siente que la ama con la misma intensidad de la primera vez.

Se percata de ello cuando al fin vuelve a respirar pausado, inhalando y expulsando el aire lentamente y se tranquiliza. Es cuando se vuelve a mirarla y ve sus ojos que derraman expectación de la misma forma que antes vertieron las lágrimas que le corrieron el rímel.

 Como si ella estuviera esperando algo que no acaba de llegar pero a la vez temiera.

Una mirada, la de él, parece paralizarla y anclarla a ese rincón en la que se encoge como un animal herido. Parece estar enfrentándose a un montón de interrogantes que le produjeran mucha inseguridad.

Ahora que todo pasó la ama de nuevo, casi con devoción. Y se lo dice con una sonrisa, tendiéndole la mano para que se incorpore. Pero ella, tan desagradecida como siempre, a pesar de ser perdonada, no parece querer aceptarla. Y eso, le enfurece y hace que se replantee de nuevo si volver o no a golpearla.

 


Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 8 de noviembre de 2025

Doce de octubre

 




A la caída del sol y en esa playa en concreto, los dos compañeros se tumbaban en la arena. Semidesnudos, libres. Contemplaban el cielo según este se oscurecía y se convertía en un campo cuajado de puntos luminosos. Se entretenían en darles formas de animales de guerreros o seres inauditos.

Significaba para ellos un mundo paralelo, inalcanzable y desconocido, pero sobre todo lleno de misterios. Cada noche era una nueva aventura en la que poder recrear su imaginación.

Estrellas que aparecían o desaparecían según la estación, posiciones diferentes de algún conjunto de ellas. Las que brillaban palpitando como corazones. Algunas dejaban estelas de fuego o humo en su caída libre hacia el horizonte.

A ambos les fascinaba ese tapiz nocturno sobre sus cabezas, paralelo a ese otro que tanto les atemorizaba y se desplegaba hasta el infinito, allá, al frente. Desbordante de agua salada y previsiblemente de monstruosas criaturas acechantes del que se atreviera a navegarlo.

En la aldea les avisaron que no se tomaran a broma lo que observaban en la bóveda celeste, pues las deidades hablaban a través de los astros. Hacía poco apareció la que nombraron la ‹‹estrella de la mañana››  se pudo ver en pleno día. Otro suceso oscureció el cielo inesperadamente durante un gran intervalo de tiempo. Presagios, de que alguna calamidad podía acaecer de forma inminente.

Una mañana de octubre, divisaron tres enormes naves meciéndose en el agua. El pueblo de los Taínos estaba a punto de contactar con nuevos dioses.



Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 1 de noviembre de 2025

Había una vez

 



  Poniéndose delante de todos los que allí había, un tipo vestido elegantemente de negro, pidió silencio a través del micrófono.

  Entre la masa enfervorecida convocada para aquella ocasión, se encontraban individuos de tendencias radicales, que parecían estar aleccionados por los poderes fácticos con la finalidad de boicotear el acto, reventándolo desde dentro con un alboroto que rayaba en histeria.

  Se fue mitigando gradualmente el ruido ensordecedor de los gritos de la multitud.

  Los más sensatos de los allí reunidos, pensaron, que en momentos de caos y desorden como aquél, una palabra adecuada podía calmar los ánimos, podía abortar un conato de violencia reprimida que una vez estallara se haría incontrolable. Por eso ayudaban a acallar las voces con “Shhhhhh” repetitivos y constantes, con el fin de escuchar esa primera frase que saldría de la boca de ese valiente que se atrevía a enfrentarse a tanto apasionamiento. 

  Resultó, que el del micrófono solo introducía a esos otros que venían tras de él.

  Los allí convocados guardaron un silencio casi reverencial en el momento en que vieron salir al foro improvisado a un personaje en el que hicieron diana todos los ojos, que era a la vez, centro de todos los focos del pabellón.

  Un hombrecillo menudo vestido de fantoche, salía, acompañado por otros dos que parecían escoltarle a modo de guardaespaldas desmadejados. Tres personajes que parecían sacados de un circo y que no infundían a simple vista ningún respeto. Más bien incitaban a la burla y la risa.

  Sin embargo, en el momento en que el hombre vestido con camisola roja, cubierto a su vez con un ridículo bombín, hizo la pregunta clave, todos los que allí estábamos presentes nos hermanamos en un sentimiento común, dando la misma respuesta a ese líder carismático con nuestros aflautados chillidos.

  Preguntó:

– ¿Cómo están ustedessss?

  Respondimos:

– ¡Biennnnnn!

  Y así, tres veces consecutivas hasta que empezó la diversión.

  Eran buenos tiempos en los que los “Baby Boomers” campábamos por nuestros respetos y disfrutábamos de los payasos de la tele.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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