martes, 30 de agosto de 2016

Me pareció ver un lindo gatito (2)




Todos podemos imaginarnos que es lo que pasaría si fuéramos capaces de introducir un gato en un saco. Claro que lo primero deberíamos ser capaces de meterlo, labor harto complicada cuando el minino en cuestión se niega a ser partícipe de tan aviesas intenciones. A ese reto le añadimos el de abrir el saco unas horas después. Creo que pocos tendrían agallas de realizar esta tarea por otro lado tan absurda, sabiendo que una pequeña fiera con ganas de venganza nos acecha desde el fondo de ese saco dispuesta a sacarnos lo ojos.

Pues hay una frase que aparentemente nos previene sobre ello, o eso nos parece cuando la oímos.

“Aquí hay gato encerrado” 

¡Pues no! Nada que ver con el rollito tan ilustrativo que me he marcado anteriormente. Aunque en mi favor diré que sí tiene que ver con el significado de dicha frase en la que básicamente se nos previene de razones y asuntos que por alguna causa se nos quieren ocultar. Y nuestra sospecha de que no está todo tan claro como debería estarlo, y no se nos cuenta toda la verdad con respecto a algo.

El origen de la frase es de lo más curioso. Pues en este caso la palabra “Gato” no es referida al pequeño felino sino a las bolsas utilizadas en el siglo XVIII para guardar las monedas, pues estás (las taleguillas) estaban confeccionadas al parecer con la piel de dicho animal.

El caso es que, cuando los amigos de lo ajeno, que también los había en el siglo de Quevedo, Cervantes y Lope de Vega (Siglo de Oro) avistaban a una posible víctima portadora de dicha bolsa llena de dineros; se avisaban entre ellos con la susodicha frase que fue llegando a nuestro siglo, con otros significados y sin nada que ver con bolsas, gatos ni monedas.

Por cierto a los cacos que robaban dichas bolsas se les acabó llamando gatos y fue Quevedo precisamente en uno de sus textos el que nos daba razón de ello:

“Por importar en los tratos y dar buenos consejos, en las casas de los viejos, gatos le guardan de gatos”.
(Poderoso caballero es Don dinero)

Pero otra teoría mucho más peregrina, vincula a Alan Poe y uno de sus libros: -El gato negro- con la frase de marras.
Pues en dicha historia, los policías que investigan la desaparición de un individuo, descubren el cadáver de este, emparedado junto a su gato, que vivo, emite maullidos desesperados de socorro.

Efectivamente se podría decir con propiedad que allí “Había gato encerrado” junto con fiambre.


Y con el fiambre engancho por razones aparentes, con la segunda frase:

“Dar gato por liebre”

Está clara como el agua del arroyo, la aseveración de la misma:

Se refiere a cuando en una acción subyace la intención de engaño. Por ejemplo cuando se intenta colar un artículo de ciertas características o cualidades y calidades por otro que carece de ellas. 
O a la hora de prestar ciertos servicios que más tarde se demuestra que no son reales y por lo tanto son engañosos.

Todo ello viene por una insana costumbre que se practicaba en la edad media y a la que que han dado continuidad tradicionalmente los chinos. 
Y es que cuando el hambre apretaba y los "Gatos" estaban menguados de dineros, se recurría a la comida rápida de los puestos ambulantes en los que, para ahorrar costes y obtener fáciles ganancias; se ofrecían deliciosos platos cuyo aparente y principal ingrediente era la liebre, sin saber a ciencia cierta, aunque sospechando, que lo que realmente se comía era gato; que una vez despellejado daba el pego para beneficio del mesonero de turno al que le salía a cuenta correr los riesgos que implicaba lo de meter gatos en sacos sin salir escaldado como ellos. 


Continuará ¡Marramamiaú!


Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 28 de agosto de 2016

Me pareció ver un lindo gatito (1)

Lo prometido es deuda y aquí tiene su entrada dedicada mi gran amiga: Rosa Berros Canuria del blog: Cuéntame una historia, a la que le entusiasman estos lindos animalitos peludos que saben acompañar las tardes de lluvia; convirtiéndose en terapeutas cuando se dejan acariciar.
Nadie como ella, sabrá apreciar estas letras y estos gatos.





El mundo de los felinos es apasionante.

Para nosotros, los más asequibles y cercanos son los gatos, esos bigotudos amigos domésticos que se dejan acariciar solo cuando a ellos les apetece y que cuando no, te ignoran como si fueses un gran desconocido, o parte del mobiliario casero.

Muchas veces se les compara con las mujeres caprichosas que consiguen lo que quieren, pues se ponen zalameras y ronroneadoras con esos ojillos tiernos que parecen interrogarnos diciendo: ¿De verdad que no harías esto por mí?

-¡Pues yo sí! lo haré! ¿El qué? 

Explicaros una serie de frases hechas en las que se hace referencia a los maulladores mininos.

La primera que me viene a la mente es esa de:

Llevarse el gato al agua” con la que nos referimos al individuo que ha conseguido un logro difícil de llevar a cabo, a pesar de todas las dificultades, peligros, zancadillas y sacrificios que ha tenido que asumir.

Su origen es incierto en cuanto a que unos hacen referencia al poco gusto que tienen los gatos por el agua, y por lo tanto la dificultad que entraña el llevarles cerca de la misma. Confirmo a ciencia cierta que se convierten en demonios de Tasmania, sacando tantas uñas y dientes y bufando de tal manera, que nos pareciera que esta criatura peluda estuviera siendo poseída por un ser del inframundo.

La otra versión es la que nos trasmite un tal: Rodrigo Caro y que hace referencia al tiro de la soga, esa actividad que se empezó a practicar en el ejercito, como ejercicio de entrenamiento para los soldados y que después, como casi todo, fue asimilado como recreo, y juego popular en las fiestas y yincanas con el nombre del tira y afloja.
Dos equipos se enfrentaban entre sí cada uno en lados opuestos de una soga, y en medio un charco, cauce de río, pilón, alberca o abrevadero de mulas.

Lo más fuertes a base de tirar y aflojar precipitaban a los contrincantes al agua y muchos terminaban “a gatas” lo demás vino por similitud verbal, comparativa, lógica e imaginación.

Por cierto como curiosidad os cuento que fue deporte olímpico durante las dos primeras décadas del siglo XX.

Poner el cascabel al gato”  es la segunda de las frases. En cuantas ocasiones no habremos asistido a debates televisados tanto políticos como sociales, en los que los contertulios disciernen sobre problemas fundamentales a resolver: La crisis, el paro, la economía, La sanidad, la educación… y a todos se les ocurren mil maneras de atajar y resolver dichos problemas. Pero ¡Tate! aquí hay tomate. Cuando se piden voluntarios para llevar a cabo las reformas todos hacen mutis por el foro abandonando el barco que se hunde, como ratones cobardes, alegando excusas e imposibilidades para realizar tan ardua tarea.

Y la frase tiene su origen en la fábula incluida en un libro del siglo XIII titulado: -El libro de los gatos- de un tal: Odo de Sherington. Y más adelante la utilizaría otro autor cuentista del siglo XVII llamado Fontaine en su fábula: -El gato y los ratones-

Ambas se refieren a ese discurso que mantenían unos ratones para dirimir quién sería el bravo que se atrevería a ponerle el susodicho cascabel, a su depredador natural, y de esta forma poder ser avisados con tiempo de la presencia del felino; para poner patas en polvorosa y evitar ser devorados. 

Continuará...



Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 26 de agosto de 2016

Ella, siempre fiel




Federico no había pasado un buen día, los problemas cotidianos ya de por sí le agobiaban, pero este que se cernía sobre su cabeza como espada de Damocles lo traía por el camino de la amargura.

Había contactado con amigos y conocidos con los que tenía la suficiente confianza como para trasmitirles sus cuitas, por si a alguno se le ocurría alguna idea con la que paliar y dar solución a esa problemón que lo tenía preocupado.

Estos le remitieron la sugerencia de comunicárselo a algún especialista, cuyos gabinetes siempre andaban expectantes de posibles clientes como él, que esperanzados con la búsqueda de posibles soluciones se dejarían un considerable peculio de tiempo, dinero y decepción.
¡No! Ese atajo no lo tomaría.

Andaba de un lugar para otro intentando evadirse del peso de la preocupación, a buenas horas se le había ocurrido tomar esas decisiones tan desacertadas que ahora resultaban ser un perjuicio para su conciencia y su economía.

Pensó y pensó, y al final la recordó a ella, siempre dispuesta a acoger sus quejas, amarguras y decepciones.
Ella había sido siempre su fiel consejera, la que de forma lúcida le dirigía los pensamientos por el camino correcto y la senda adecuada y más conveniente. Casi nunca le había fallado, y encima le reconfortaba.

Jamás le pidió nada a cambio de su acogida, la sentía íntima y cercana, lo más parecido a una madre sin serlo.
Le gustaba reposar en su regazo mientras la contaba el resumen diario y le trasmitía sus ansiedades e inquietudes. Daba igual lo que compartiera con ella, era discreta, e indefectiblemente quedaba entre ellos dos. Tarde o temprano la solución llegaba por si sola, como después de repetir un mantra te sobreviene la iluminación. Sentía, como bajo su influencia, se le recolocaban los chakras y su mente se le despejaba, pudiendo tomar esas decisiones lúcidas que necesitaba. 

Estaba pues decidido. No hablaría con nadie más. Ellos nunca llegaban a comprender del todo lo que les comunicaba, y menos acertaban a darle una solución o un consejo que le sirviese para algo.

Con lo cual, una vez más, esperó con ansiedad la noche para meterse en la cama, apagar la luz, y mientras se relajaba abrazándola, consultar todos los dilemas  con su almohada.


derechos de autor: Francisco Moroz


martes, 23 de agosto de 2016

Insultos y reniegos- 2 - Idiota -




Cuando nos referimos al insulto, lo que menos podemos imaginar es que muchos de ellos no empezaron a utilizarse como tales hasta pasados muchos cientos e incluso miles de años.
Este que os traigo hoy es uno de esos casos. La palabra: "Idiota", tan sibilina ella, que encierra en sí misma significados insospechados poseyendo la misma raíz que “Idioma” o “Idiosincrasia”. Proviene del griego  ἴδιος[ˈidios] significando lo propio, lo particular y personal de cada individuo.

La palabra se le adjudicaba a todos aquellos que solo se ocupaban de sus asuntos, evadiéndose de las responsabilidades públicas o políticas, y de las obligaciones que eran propias de un estado democrático como el griego; donde todo se basaba en la participación comunitaria para tomar decisiones que afectaban al colectivo.

Si entendemos la política como lo hace la R.A.E:

-Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, o
-Actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país.

Podríamos afirmar sin margen a equivocarnos, que los menos idiotas de todos nosotros son esas personas que se dedican a la política.

Pero por otro lado nos encontramos con una contradicción apabullante.

El origen etimológico de la palabra no tiene que ver en absoluto con el que el diccionario de la academia le designa actualmente:

-"Tonto o corto de entendimiento».
-"Engreído sin fundamento para ello". 
"Persona que es poco inteligente o que molesta con lo que hace o dice".

Entonces nos podemos preguntar: ¿En qué momento se utiliza esta palabra para el insulto en vez de para calificar sencillamente una actitud personal ante las pautas marcadas por la sociedad?

Os lo explico:

Dentro de la cultura grecorromana las actividades en torno a las ágoras y foros eran de suma importancia para los ciudadanos libres y comprometidos; pues era donde se tomaban las decisiones fundamentales para el beneficio comunitario. Si eras uno de esos listillos a los que solo les preocupaba su estatus personal o sus intereses personales, económicos, laborales etc… o sea, que si ibas por libre eras un “Idiota” y de ahí al insulto un paso nada más.

Pues era algo deshonroso la no participación en las asambleas, y era de “tontos” no hacerlo, cuando las decisiones adoptadas eran para nuestro bien o para nuestro mal, y aún así renunciábamos a opinar o a votar sobre las mismas, rehusando a derechos fundamentales de ciudadanos libres. 
¿Esto os trae reminiscencias de algunas elecciones poco participativas con alta tasa de abstención?

Considerad esto a nivel de reuniones de comunidad de vecinos y lo entenderéis aún mejor. Quién no asiste a dichas reuniones, no tiene voz ni voto en las decisiones tomadas y tendrá que apechugar con lo decidido por la mayoría asistente.

De ahí surgieron los históricos enfrentamientos entre epicúreos y estoicos. Para los primeros la política era continua fuente de problemas, mientras que para los segundos era obligación de hombres sabios participar en ella.

En términos médicos la denominada “idiocia” o vulgarmente llamada “Idiotismo” toma el significado de retraso mental profundo que provoca en el individuo afectado una total ausencia de facultades cognitivas intelectuales y de parámetros de decisión.

Visto lo visto en algunos gobiernos de muchos países y en la mayoría de sus partidos políticos en los que cada uno va a lo suyo persiguiendo intereses personales y espurios. A casi todos se les podría calificar con propiedad de “Idiotas” redomados; siendo esta última palabra en su acepción correcta: la aplicada a personas con cualidades negativas en grado superlativo.


Señores-as, nos vemos en la próxima entrega .


Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 21 de agosto de 2016

Una de romanos



¡Ah! Qué gran consuelo recibimos con estas palabras, los caminantes, los conductores, los que montamos en bicicleta, los que viajamos de un lugar a otro. Los que tenemos el sentido de la orientación un “tantico”  ajustado a las necesidades propias de los que, dirigiéndose a algún lugar acaban perdidos y sin atreverse a preguntar por no parecer ignorantes.
Actualmente los navegadores vía satélite ayudan lo suyo intentando meternos en vereda y sacarnos del apuro. Esas voces electrónicas elegidas a la carta que de vez en cuando cometen igualmente errores que nos hacen meternos por autovías de peaje, o calles cortadas o de sentido contrario.
También cometen errores de dicción o conjugación como cuando nos indican: “A uno kilómetro y medio girá a la derecha” que solo les falta decir: “Es vos un pelotudo huevón, pues que le dije derecha”
Hace unos años eran los callejeros y los mapas de carreteras los que aliviaban nuestra desesperación y mitigaban nuestros miedos a perdernos y no encontrarnos ni a nosotros mismos.
¿Pero y en la antigüedad?
¡Bah!  En tiempos pretéritos nuestros antepasados se armaban de paciencia y cogían carretera y manta o se liaban esta directamente a la cabeza y tiraban millas para adelante convencidos y confiados en que como les enseñaron y escucharon más de una vez a los sabios peregrinos: 
Todos los caminos llevan a Roma”  Siendo casi casi, literalmente cierto.
Esta frase hecha no era ninguna exageración cuando se decía “En tiempos de Maricastaña”  pues el imperio romano se encargó de construir miles de kilómetros de calzadas por todos los territorios conquistados por sus legiones y sus ingenieros. Calzadas con “Milliarius”, rótulos informativos, y posadas que proporcionaban descanso y avituallamiento. Pero eso es ya otra historia que en este apartado no nos compete.
Todas las calzadas partían desde el centro del foro romano y a la inversa, todas confluían en él. Cuatrocientas vías que como tela de araña abarcaban extensas regiones, salvando montañas y ríos. Unos 70.000 kilómetros que unían poblaciones, complejos mineros, centros logísticos o militares e incluso continentes entre sí.
La eficiencia del imperio era tangible y lo sigue siendo, pues esta frase ha sobrevivido a los siglos para consolar al que perdido, deposita su confianza en los caminos que con paciencia y marcha ligera le conducirán a Roma y desde allá, poder orientarse de nuevo y poner pies hacia el rumbo prefijado. Aunque para ello tarde “lo que no está escrito”.
En su acepción metafórica esta frasecita podría significar que: Hagamos lo que hagamos llegaremos siempre al mismo punto.
Por cierto, lo de la Maricastaña es otra frase hecha que viene a significar: hace mucho, mucho, pero que mucho tiempo.
¡Y sí! Parece ser que existió una Mari Castaña allá por el siglo  XIV, habitante de Lugo ella, que encabezó una revuelta contra el obispo de esta ciudad por un “Quítame allá esas pajas” de un cobro de impuestos abusivos e injustificados. Y es que como (No) dijo el hidalgo loco: “Con la iglesia hemos topado Sancho” 



sábado, 20 de agosto de 2016

Enamorado




Era famosa, de eso no le cabía la menor duda, por la cantidad de admiradores que tenía, uno de ellos era él, que se enamoró perdidamente desde que la conoció. Él, que no podía pasar ni un solo día sin mirar su imagen y besarla con adoración.

Era una mujer que trasmitía un misterio indefinible, y  quería ser el único en descubrirlo, en la intimidad y sin testigos. Quería hacerla suya aunque sabía que al tratarse de quién se trataba no sería fácil conseguirlo. Era una de las mujeres más protegidas del orbe, una de las más codiciadas, cotizadas y deseada.

Parecía haber hecho un pacto con el mismo diablo, siempre parecía tener su cutis fresco y suave que incitaba a acariciarla, se moría por experimentar la sensación de tocarla pero habitaba en el extranjero. Por lo cual, una mañana se levantó dispuesto a cumplir sus sueños y se dirigió a ese país del que su amada había hecho su hogar.

Cuando llegó se quedo mirando el edificio como un pasmarote mientras se preguntaba  si sería digno de ella ¿ Le aceptaría?¿Querría tan siquiera conocerle?

No le pusieron excesivos impedimentos para entrar y cuando llegó ante su presencia quedó subyugado, parecía que el universo entero se hubiera confabulado para que esa mujer brillase en todo su esplendor. Su cautivadora sonrisa y su mirada volvieron a enamorarle como cuando era un adolescente. Se acercó a ella, sentía sus piernas lastradas, como con plomo, su lengua pastosa, la boca como llena de arena. Había soñado con este encuentro y ahora que tenía ocasión, no era capaz de hablar con ella.

Decidió pues que al menos la acariciaría y con eso sería eternamente feliz.
Ella le miraba en la distancia acercarse, y seguía sonriéndole. Él pensó que no le importaría pasar la eternidad  condenado en el infierno si esa enigmática mujer le acompañaba.

Llegó a su lado y extendió la mano hacía su cara y fue entonces cuando uno de los guardias que custodiaban la sala se dirigió a él de manera un tanto violenta y le comunicó que los cuadros no se podían tocar.


Tuvo que marcharse avergonzado, pero con la firme convicción de que esa noche la Gioconda sería suya.


derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 16 de agosto de 2016

Insultos y reniegos- 1 - Imbécil



Todos sabemos las diferencias entre la lengua y el lenguaje.
La primera es la formada por el conjunto de sonidos orales y signos escritos que nos sirven para comunicarnos entre nosotros. Serán diferentes según las comunidades lingüísticas que los utilicen.
La segunda es la capacidad que tiene el ser humano de utilizar esos signos, gestos y sonidos según el significado atribuido de antemano a los mismos, para hacerse entender por otros congéneres.
Aunque la comunicación tanto oral como escrita posee elementos diferenciados y autónomos y distintas combinaciones, pueden complementarse perfectamente.
Tanto el transmisor como el receptor en esta interrelación que llamamos comunicación, poseerán pues, las herramientas adecuadas para entenderse y relacionarse de forma adecuada.
¿Este prólogo viene a cuento de qué? Sencillo.
Cuando hablamos: informamos, describimos, ordenamos, suplicamos, pedimos, felicitamos… Y si llega el caso también insultamos. Lo podemos hacer de forma elegante o grosera. Disfrazando nuestra intención con palabras sutiles o de esas tan sonoras y contundentes con las que se nos llena la boca de exabrupto. 
En todo caso el objetivo es herir la sensibilidad y socavar la autoestima del receptor para humillarlo de todas todas.
Para poder comprender lo que a veces se nos dice o decimos, es importante saber que significa lo que se trasmite. Eso es harto difícil cuando no conocemos el origen de ciertas palabras utilizadas en la actualidad, y su correcto significado.
Hasta para el insulto y el reniego necesitamos unos conocimientos básicos para no recaer en lo repetitivo y en la sobre utilización de ciertos “Palabros” que de por sí, quizás no significan lo que realmente creemos que significan. 
Hasta insultar requiere de conocimiento y arte, se debería realizar con propiedad y no "al buen tún tún".
Como bien dijo Cervantes: "De la lengua provienen la mayoría de los males el hombre"

Por ello en este apartado os iré presentando palabritas malsonantes, disonantes y ofensivas pero no con el ánimo de que insultéis mucho, pero sí para que cuando lo hagáis, lo hagáis con corrección y propiedad.

Empezamos.
Cuando a alguien lo tachamos de: Gilipollas se nos llena la boca de algo "aparentoso" y altamente ofensivo, y sin embargo simplemente le estamos llamando Tontito, alguien que va por la vida sin saber que es tonto, siéndolo hasta la saciedad.

Al contrario, cuando lo llamamos Imbécil, parece que el insulto no lo es tanto, incluso nos parece palabra pasada de moda de las que utilizaban nuestros abuelos y la gente muy cursi y refinada. 

Algo muy lejos de la realidad.
Según la R.A.E la palabra Imbécil puede significar dos cosas: Alelado, loco, falto de razón, débil mental. Y por otra parte: flaqueza y debilidad. Con lo cual el insulto recibido es mucho más culto y soterrado.

Pero lo más curioso es, que aunque ahora se utilice como insulto en mayor o menor grado, en épocas pasadas no lo fue. Su procedencia como casi todas las palabras en castellano, procede del latín: Imbécillis-llum que en un principio significaba: falto de apoyo, designándose de esta manera a los individuos que tenían alguna tara física y no podían valerse por sí solos. 

En otra acepción su significado es: sin bastón o cetro con lo cual señalaba a los niños o jóvenes inmaduros que no necesitaban esos instrumentos protésicos pero que a su vez carecían de sabiduría, inteligencia y sensatez que al contrario, portaban los ancianos. Y en una tercera acepción podría significar no acto para la guerra, denostando con ello al individuo referido como inútil, inservible y menguado de facultades para la realización de insignes hazañas o arduas labores.

En la antigüedad no era utilizado como insulto para denigrar al prójimo. Lo fue a partir del siglo XIX en Francia, extendiendose por el resto del continente europeo con el implícito significado de: Débil mental  

El uso que hacemos de este insulto en la actualidad ha menguado con respecto al de Gilipollas y sin embargo las acepciones ofensivas contenidas en él, son mayores en grado con diferencia.

Seguiré renegando en otra entrega de este apartado
“Fuera de contexto”



Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 14 de agosto de 2016

El cambio realizado




 Busco la encendida antorcha de la gloria
que el transcurrir de los años me ha negado;
corro tras el triunfal carro de la fama
que mi engreído orgullo me hace creer tan merecida.

La suerte no se apiada en un descuido de este loco
que malgasta la vida entera en un segundo.
Ni gozar puedo en el descanso de la noche,
de los oníricos placeres de los sueños .

¿Qué ocurre que me derrumbo a cada paso?
¿Por qué el insoportable peso que soporto?
¿Qué pecado ha merecido este castigo?
¿Qué insensata actitud me niega la coartada absolutoria?

                     No hallo consuelo en los objetos materiales ni en los logros,
ya no hay deseo que anestesie mi codicia desbordada.
No soporto la imagen reflejada en el espejo,
la amargada mirada que me escruta y no mantengo.

A jirones se deshace mi arrogancia
a puñados se amontona la vacuidad y el desacierto.
No soy nada y me disfrazo
sin armadura soy escuálido adefesio.

 Antes retaba a los dioses en encendidos alegatos de desprecio,
complicaba la existencia de los hombres.
Pensaba que el sencillo era un ser débil, que el violento era el fuerte.
Cargado de razón el que gritaba y el que callaba un necio.

Ahora aprecio la humildad en la caída
Al tener que levantarme, el esfuerzo.
La muerte sopeso en la renuncia,
el parto doloroso en cada reto.

En lo sencillo que alcanzo fructifico,
valoro el sabor del fracaso que merezco.
Y ante todo ratifico las verdades,
 aprendo de los demás con mi silencio,

Soy capaz de ver lo grande en lo pequeño
Ser el último y sentirlo un privilegio.
Perderlo todo para encontrarme de nuevo,
Buscar lo eterno matando mi hedonismo.

Ser menos juez y menos sabio me cautiva,
ser coherente con mis actos me seduce.
Honesto con mis credos y virtudes,
Y al ser más positivo sentirme menos necio.

El cambio realizado favorece
he vuelto a ser yo mismo.
La imagen del espejo me sonríe,
y ya no quiero otra en el reflejo.


Derechos de autor. Francisco Moroz

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