¿Qué es lo que se esconde tras la máscara de los carnavales?
¿Cuáles son sus orígenes?
Como la mayoría de las tradiciones y fiestas populares,
esta, no es una excepción, y con ella quedan claras las intenciones del ser
humano que por naturaleza gusta de
saltarse las normas convencionales y las prohibiciones que concitan a la mesura
y la corrección. Festejar disfrutar y despendolarse sin vergüenza está grabado
en los genes de toda la humanidad.
No en vano el carnaval es una de las celebraciones más
participativas y globales de todas las conocidas. No sabe de fronteras, ni razas ni
culturas, pues todas ellas han sabido adaptarla y trasformarla según sus necesidades. Con personal
idiosincrasia en sus atrezzos y modos.
Nos remontamos a sus orígenes y vemos que naturalmente, como todo lo divertido, procede de lo pagano.
De esos pueblos que a pesar de
sus dioses o gracias a ellos, podían ventear al menos una vez al año su placer por el baile, el canto y la música, y los placeres carnales como eran y son, la
comida, la bebida y el sexo.
Y del primero de esos pueblos de los que no queda
constancia documentada es el sumerio, que hace unos 5000 años ya andaba metido
en estas lides de disfrazarse y salir a las calles a desmelenarse sin inhibición.
Estos, junto a egipcios, griegos y
romanos fueron los organizadores de eventos multitudinarios donde se olvidaban
las castas, el poder, los títulos, la riqueza o la categoría personal de los ciudadanos que
participaban.
De entre ellos, los romanos fueron los más destacados
cuando celebraban las lupercales y saturnales que si recordáis, fueron también el origen
de las navidades, año nuevos etc.
Estando el dios Baco, o el Dionisio griego por medio ya os podéis imaginar las
bacanales y las orgías que se montaban a todos los niveles.
Y como los romanos se hicieron
dueños de toda Europa y parte de Asia y África, pues extendieron el elenco cultural de
sus tradiciones por todos los territorios conocidos en la antigüedad.
Después
serían los españoles y portugueses en el siglo XV los encargados de llevar a
América estos festejos tan vitales y alegres.
El vocablo “Carnaval “proviene de la lengua romance neolatina. Los romanos
llamaban a estas fiestas simplemente: “Festum” que en su traducción viene a significar "Festín
o festejo", aunque algunos autores defienden que pueda proceder del término
“Carnem levare” recuerdo de otros
dioses-as como la celta “Carna” o el indio “Karna”.
Este término viene a significar algo así como “ Quitar la
carne” y se debe al cristianismo; que permitía ciertas licencias y relajamiento
en las costumbres de sus fieles, tiempo antes de empezar con las celebraciones
cuaresmales que se iniciaban el miércoles de ceniza, donde se les recordaba que
solo eran polvo y ceniza y por lo tanto tenían que evitar todo roce con lo mundano y sensitivo para alejarse de la órbita del maligno.
El vocablo italiano “Carnevale” ha sido aceptado por goleada en la mayoría de
los países donde se celebra, en contra de las otras acepciones con las que se
le conoce en España: “Carnal”,“Carnestolendas” o “Astruejo”, palabreja que define el periodo que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza.
Tres días, donde casi todo estaba permitido bajo el anonimato de las máscaras y el salvoconducto de los disfraces que garantizaban en cierta medida, la impunidad del individuo.
En la actualidad los carnavales pueden alargarse toda una semana comenzando en un jueves
denominado “Lardero” que proviene de “Lardarius” y significa “Tocinero”. En la
península ibérica hay un dicho que reza: “Jueves lardero, longaniza en el puchero”.
Todo ello representaba una despedida a la carne de todo tipo,
pues la cuaresma que empezaba posteriormente, suponía la abstinencia y el ayuno de estos
elementos, añadiendo penitencias, ayunos y oración que constituían los únicos alimentos del
alma, que no del cuerpo.
En la Edad Media entre otras cosas, el carnaval constituía
una ocasión inestimable para poder realizar críticas a los gobernantes, nobleza y clero, denunciando sus abusos, excesos e hipocresía; ya que nadie, dentro de
este contexto podía ser castigado por ello.
En el lado opuesto y en tiempos de Carlomagno, el no
cumplimiento de la abstinencia durante
las cuaresma, era castigado con la muerte. Ni más ni menos.
El máximo esplendor de estos festejos llegará en el siglo
XVI en las cortes europeas, despuntando entre todas la de la ciudad de Florencia gobernada por los Medici;
cuyos carnavales eran significativos por sus elaboradas máscaras, lujosos vestidos,
y el esplendor de sus largos desfiles de maravillosas puestas en escena con carros
(Actuales carrozas) alegóricos sobre diversos temas.
Eran aprovechados de igual manera para deshacerse de opositores, dirimir pendencias a lo bravo y cometer asesinatos impunemente. Las intrigas y las conjuras proliferaban durante los festejos.
Hoy en día los carnavales más famosos son los que tienen
lugar en Brasil (Río de Janeiro) donde aparte de los elementos tradicionales, se suman peculiaridades añadidas por el acerbo cultural de los antiguos colonos y esclavos, siendo uno de los más vistosos en
el ámbito global, habiendo alcanzado un
récord guinness en participación, duración y vistosidad.
El de Venecia siempre sorprenderá al visitante por sus
elaboradas máscaras y trajes, que son objeto de culto de algunos coleccionistas y objetivo de innumerables fotógrafos.
En Colonia, Alemania, esta fiesta es uno de los
acontecimientos más relevantes de los que se celebran en el país, dando
especial importancia a las mujeres, que ese día se convierten en las
protagonistas y portadoras de las llaves de la ciudad.
Es denominado: “La
quinta estación del año”.
Y no podemos olvidar los carnavales de Cádiz con sus comparsas
burlescas, cuyas charangas y chirigotas son consideradas patrimonio regional y nacional, convirtiéndose
las coplas en auténticos pasquines sonoros de denuncia contra el gobierno
corrupto, los políticos y el famoseo inmerecido de algunos; comidilla de
programas del corazón y deportivos.
Otros lugares donde estas celebraciones son
conocidas a nivel internacional son:
Santa Cruz de Tenerife, y Águilas en Murcia. Oruro en Bolivia, Barranquilla en
Colombia. Niza en la rivera francesa. Nueva Orleans. Sitges en Cataluña y
Notting Hill en Londres, con la peculiaridad este último, de celebrarse a
finales de agosto.
Los carnavales se han visto ampliamente reflejados en
obras de teatro, sainetes, poesía y novela.
Cervantes en su famosa obra de -Don Quijote de la Mancha- citó las carnestolendas cuando Sancho era manteado por los gañanes.
De sobras
conocida la lucha entre don Carnal y doña Cuaresma incluido en -El libro del
Buen Amor- del Arcipreste de Hita. Valle Inclán escribió la trilogía de los llamados “Esperpentos” titulados: -Martes de carnaval-.
Entre otros destacados autores podemos citar a Rubén Darío
y su poema: -Canción de carnaval-. Los artículos periodísticos de Gustavo
Adolfo Bécquer y Mariano José de Larra y
relatos costumbristas de Mesonero Romanos.
Y no os canso más, que también las fiestas y las letras en exceso
aburren y empachan.
De hecho ya lo decían los propios romanos:
“Post festum, pestum et post coitum, tedium”
Cuya traducción nos viene a decir que:
“Después de los festejos viene la fetidez y después del
coito el tedio”.
¡Felices Carnavales a todos!
Derechos de autor: Francisco Moroz