viernes, 24 de diciembre de 2021

¡Felices Fiestas!



Como todos los años, llegando a estas fechas. Quiero desearos a todos unas Felices Fiestas junto a esas personas luminosas que os acompañan. 

Ser felices sin restricción pero con precaución; que el bienestar de los demás también depende en gran medida de nuestras acciones.

Que vuestros sueños se hagan realidad. Y si no sois soñadores, agarrar un buen libro y empezad a serlo.

Abrazos.





martes, 21 de diciembre de 2021

Las cosas claritas

 



Pero es su letra señor notario; de eso estoy segura al cien por cien. Aunque la firma parezca no corresponder con la suya. El pobre chocheaba por los muchos años que tenía, y le temblaba el pulso. No es de tener en cuenta ese ínfimo detalle.

Que digo yo, que este papel descartará el testamento que dejó con anterioridad. En este, me elige como heredera absoluta. De eso no hay duda ¿Verdad? Lo pone bien clarito. Al menos eso me juraba mientras lo escribía y yo le apretaba el cuello con mis manos. A lo mejor es por eso que la firma sea irreconocible.

Derechos de autor: Francisco Moroz




domingo, 12 de diciembre de 2021

Una historia real

 



En realidad esto no empieza como una alegre historia de navidad; más bien es otra y más seria, que va de emigrantes que vinieron de África, huyendo de los monstruos que persiguen a todos los desesperados que se juegan la vida en el intento de cruzar medio continente a pie, y un estrecho en patera.

Tampoco se trata de un cuento; pues es la pura realidad de lo que les sucede a ciertos seres humanos señalados por el infortunio. Que se destierran de su país a causa de sus ideas o religión. Acosados por los fantasmas del hambre o la guerra. La semblanza de aquellos que dejan atrás a la familia, los amigos, el hogar. Su pasado y presente, por perseguir un futuro que se intuye brumoso y desenfocado más allá del horizonte que perfila la luna que les acompaña en la travesía, y la de algunas estrellas que les guían a una costa llena de zozobras.

Tres de ellos desembarcaron en un barrio de Madrid, a pesar de que en la capital no tengamos playa. Después de muchas peripecias en ese mar de incertidumbre que es la vida, llegaron a buen puerto.

Los tres vinieron de países diferentes, en periodos de tiempo distintos. No se conocían, hasta que recalaron en un albergue parroquial que administraba un cura raso, llamado José Ramón. Pudo haberse llamado José María, por eso del juego de palabras; pero entonces estaría faltando a la verdad. 

José, es de esos personajes sencillos y humanos como el tal Francisco de Asís; de los que saben ver en todos los seres, criaturas inocentes. Era ayudado por unos cuantos hombres y mujeres voluntarios con buena voluntad. Como la que se supone tenían aquellos a los que se referían los ángeles allá en Judea, siendo considerados como “Bienaventurados”.

Entre todos supieron rodearles con lo más necesario: cariño, comprensión y cuidado. Alguno de los que llegaron necesitaba un abrazo y un hombro para llorar su desdicha. Otro agradecía la sonrisa que brinda una acogida sincera y sin doblez. Y todos ellos, un plato de comida caliente o un colchón donde reposar sus huesos doloridos y el resguardo de un techo que los librara del frío nocturno y de la gélida indiferencia de muchos, solamente por considerarlos extranjeros de tercera categoría.

Pues sucedió que en uno de los domingos de adviento, en misa de doce, el curita de infantería habló de una familia muy particular, que tuvo que huir de su tierra porque un tal Herodes iba tras ellos con todas las de la ley y fuerzas del orden público. Todos ellos armados y no precisamente de razón. Y solo por haber montado un Belén dentro de un portal; como hacen esos sin techo sinvergüenzas que se meten en cualquier rincón; ocupando lugares en perjuicio de los ciudadanos respetables, que no pueden realizar sus actividades nocturnas sin recelar de tanto indeseable venido de fuera.

Y recuerda, que también los pastores dormían al raso. Y que de todos los oficios ejercidos por judíos, era este el más despreciable. Ya ves tú, decía con humor, Y ahora los que nos pastorean como rebaño, visten de Armani y viven como dios en casoplones. Y esto no es políticamente correcto mientras haya necesitados en nuestras ciudades.

De paso comentó a la feligresía, que lo de la operación kilo; eso de traer comida no perecedera para los más desfavorecidos, había sido todo un éxito. Ya que se estaba atendiendo a todo Cristo, muy sobradamente.

Algunos comentaron a la salida, que en el lado donde se sitúa el nacimiento todos los años, estuvieron sentados durante la celebración, muy atentos y respetuosos, tres hombres de raza negra. Parecían ser, tres invitados de honor del niño Jesús.

Y aquí, amigos que me leéis, disfrazado con voz de narrador. Os tendré que decir que un servidor se enteró más adelante que los tres jóvenes negros, fueron los que vinieron de lejos abandonándolo todo por una corazonada de que algo diferente se iban a encontrar allá donde llegasen.

A nadie importó que fueran musulmanes y menos, que se llevasen la mano al corazón e inclinasen su cabeza como signo de respeto cada vez que alguien, les saludaba deseándoles una feliz navidad.

Estos tres se ganaron de tal forma el cariño del vecindario, que ese año los eligieron como rey Baltasar y sus pajes, triunfando entre la chiquillería, que por primera vez veían en persona al mismísimo rey venido de tierras ignotas y no un sucedáneo, pintado con carboncillo que suele ser, para más inri, el soso concejal de cultura del distrito.

Ese año, doy fe, que fue la mejor cabalgata vivida por niños y adultos. Que los caramelos más dulces fueron los que se tiraron desde la última carroza. Y que los que iban subidos en ella se sintieron por primera vez en su vida protagonistas de una historia que era tan bonita, como el mejor cuento de navidad con final feliz.

A día de hoy, son muchos los jóvenes que siguen pasando por el albergue de San Juan de Ávila. No se les puede atender a todos. Buscan dignidad como personas, un trabajo y un lugar en un mundo cada vez más deshumanizado. Aunque siempre habrá buenos samaritanos, dispuestos a dar un poco de compañía, calor y aliento. 

Pues entre las figuras importantes del Belén, también se encuentran la mula y el buey.


Derechos de autor: Francisco Moroz




jueves, 25 de noviembre de 2021

Amenaza

 




Quizás sea mejor no llevarles la contraria; pues de hacerlo, sospecho que me complicarían la existencia con su insistencia burocrática. Acosándome y poniéndome contra las cuerdas a la mínima demora por mi parte.

Si en un descuido saliese corriendo hacia la puerta, a lo mejor conseguiría llegar al aparcamiento y alejarme de ellos para siempre; pero veo difícil que el guardia con cara de mala leche que tienen apostado en la entrada, me dejara siquiera abrirla para huir de estas amenazas de tipo impositivo y al alza.

Aquí me tienen, asustado con lo que me dan a entender de manera soterrada. Machihembrado a una silla, pendiente de sus palabras melifluas que suenan a intimidación, pero que parecieran estar agazapadas entre dulces promesas de prosperidad. Sonríen torcidamente enseñando el colmillo afilado; como cuando alguien se frota las manos al comprobar que la víctima está a puntito de caer en la trampa. Me auguran, que si firmo el documento, podría mejorar mi calidad de vida y tener mayores facilidades a la hora de levantar mi pequeño negocio. Total, el interés fijo o variable es lo de menos, aunque mi desinterés por la oferta no estén dispuestos a aceptarlo.

La corbata no me deja respirar, me ahoga como nudo de soga del que está en el patíbulo; para un servidor, en este momento, el banco significa lo mismo.

Esto me pasa por entrar a pedir un crédito. Siendo como soy. Un pequeño autónomo. Que es como ser un gnomo, en el país de los gigantes. 

Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Si bebes no conduzcas

 

 



Los adolescentes me escuchaban en un silencio expectante, temblando ligeramente mientras les  contaba mi dramática historia convertida en leyenda.

–“Una noche pasada de alcohol la tiene cualquiera”; y más, con motivo de una fiesta de celebración con los antiguos compañeros de la universidad.

Lo que deja de resultar adecuado, es coger el coche con esa alta graduación etílica en la sangre. Pasó lo que tenía que pasar por simple ley de probabilidades; algo que más tarde le hace a uno recapacitar sobre su miserable condición de estúpido irresponsable.

Como podéis comprobar os lo cuento como testigo de primera mano de los sucesos que acaecieron esa madrugada; justo en la primera curva que gira a la derecha antes de entrar en el pueblo. Esa donde, si pasáis despacio, podéis ver un ramo de flores secas que depositó una mano amiga en el primer aniversario del accidente. Allí están los restos del árbol donde se empotró el coche.

Lo peor no fue despertar desorientado en una cama de hospital, tampoco el dolor de las heridas, ni la rehabilitación necesaria para poder manejarme mínimamente. Todo ello se me hizo pasable.

Al contrario que esa angustia que me hace llorar todavía, cuando recuerdo el último beso que me dio mi novia mientras me hallaba postrado semiinconsciente en la UCI. Ella venía a despedirse para siempre; nuestro futuro juntos carecía de sentido dadas las circunstancias.

Yo me quedé anclado en esta silla de ruedas. Ella condenada a ser, la muchacha de la curva.


Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 6 de noviembre de 2021

Pérdida irreparable

 



Sin poder superar su muerte lloraba desconsoladamente. 

Lo que más le fastidiaba era lo tonto del accidente. Toda una contrariedad por culpa de un descuido absurdo. Justo cuando empezaba a ser feliz junto a ella, de haberse prometido momentos de placer sin límites.

Lo cierto era, que no se trataba de una muerte en sí misma. Más bien de un reventón inusitado a causa de su fogosidad. Y las lágrimas no eran por ella, ni por lo que significaba; más bien por el dinero invertido en ese artículo de importación, tan erótico y sensual, que le había costado un ojo de la cara y le había durado tan poco.


Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 20 de octubre de 2021

Festum populi

 

 




Los primeros compases de la banda iniciaron las fiestas del pueblo; que con gran esfuerzo por parte del alcalde de la localidad, cada año costaba más organizar.

Esta vez tuvieron que fletar dos autobuses desde la capital para que la asistencia fuese representativa. El traslado de los participantes corría a cuenta del ayuntamiento, aunque la comida y la bebida se la tuviesen que costear cada uno según sus gustos y necesidades.

No habría eventos taurinos ni fuegos artificiales; pero el baile estaba asegurado gracias al tamboril el clarinete y trombón que habían contratado en el pueblo de al lado por horas.

Son los inconvenientes; pensaba el edil, de gobernar en un rincón de la España vaciada.




Derechos de autor: Francisco Moroz






martes, 12 de octubre de 2021

Kumeza y las palabras

 




A Kumeza le había resultado fácil adaptarse a esta ciudad. Estaba acostumbrada a los continuos cambios. Sus padres le enseñaron mucho de lo que ahora sabía: a socializar e interactuar. Adaptarse a las circunstancias y a los elementos según lo requiriese la necesidad. A transformarse, mimetizarse con el entorno. En un principio, lo más difícil, fue aprender el idioma, a comunicarse con los individuos y hacerse comprender. Las palabras le apasionaban. Con el tiempo fue capaz de hablar hasta trece idiomas diferentes, sin contar unos cuantos dialectos que dominaba a la perfección.

De niña, su etapa escolar fue pasable. En el instituto se le hizo todo más cuesta arriba. Recordaba los prejuicios ante alguien, que como ella, siempre era considerada como una forastera. "La nueva"

La universidad constituyó la prueba de fuego, pero con un mínimo esfuerzo, consiguió destacar en todos los aspectos; en el docente y en el personal. Superó a todos sus compañeros, convirtiéndose en la joven más prometedora de la promoción y una de las más populares del campus por su belleza y sensualidad. Adquirió la seguridad necesaria para abrirse camino y afrontar los retos que este mundo le propusiese. También fue el lugar donde su afición por los hombres se acentuó considerablemente.

Ahora, llegaba al bar de copas donde había quedado con el último al que había conocido en una página de citas por Internet. En la barra le esperaba un tipo alto y proporcionado con unos ojos de azul intenso. Nunca fue exigente en cuestión fisionómica. Le daba igual que fueran rubios, morenos o calvos. Negros, morenos, blancos o sonrosados de piel. Lo único que pedía a sus contactos eran unas medidas de higiene personal mínimas. De lo contrario se daba media vuelta sin tan siquiera dirigirles la palabra.

Cuando  apareció por la puerta, ella detectó en la amplia sonrisa del hombre, que no le defraudaba lo que veía. No en vano Kumeza era una "hembra de bandera"; siempre le gustó esa expresión con que algunos se referían a ella. Por el contrario, las palabras "puta o ninfómana", que también utilizaban a modo de insulto contra su persona alguna que otra vez, le sonaban despectivas y no las aceptaba. Otras como "mujer fatal" la dejaban indiferente. Ella, lo único que buscaba era cubrir sus necesidades sin depender de nadie. Y menos de esos machos prepotentes que pretendían aportar seguridad a la fémina que les acompañaba.

Cuando se sentó al lado de su acompañante notó como le miraba con fruición el escote antes que sus ojos, y se deleitaba con la observación de sus torneadas y largas piernas, cuyo final prometía algún paraíso imaginado entre sus muslos.

Ella sabía cómo captar la atención; las artes de seducción se las enseñó su madre. Mientras que su padre se centró más en las de defensa personal. No en balde era un soldado entrenado para la guerra. Recuerda que su familia vino a esta tierra huyendo de una.

Sus progenitores tuvieron que soportar condiciones de supervivencia extremas ante la escasez de alimento; teniendo que desprenderse de todo para huir precipitadamente del lugar donde habían nacido. Todo, con el único propósito de salvar lo más valioso que en ese momento poseían; lo más sagrado: sus vidas.

Se había convertido en toda una maestra, cautivando con sus encantos a los hombres. Se había especializado en vivir a costa de ellos mientras le duraban. De hecho desde que se independizó de su familia tuvo que cambiar varias veces de país, de  localidad, de ciudad, de estado; y más de una vez, de nombre. Simplemente para salvaguardar su seguridad en las zonas donde habitaba. Eso de que la llamaran "viuda negra" no lo acababa de comprender; quizá se referían a su color, aunque de eso también solía cambiar; era camaleónica.

En ciertos países más liberales, su manera de actuar pasaba más desapercibida. No obstante nunca bajaba la guardia; en más de una ocasión tuvo que demostrar su fortaleza ante seres dominantes y agresivos que querían imponer su criterio de manera brutal. Estas relaciones eran las que menos duraban, acababa con ellas de forma tajante. No eran baladís sus conocimientos de lucha cuerpo a cuerpo.

 

Kumeza acarició el rostro del hombre y le miró intensamente, observando cómo las pupilas de su interlocutor se le dilataban a causa del deseo.

Enseguida él, le propuso ir a su apartamento. Los había que se saltaban los preludios amorosos de cortejo. Eran directos e instintivos, demasiado básicos como para obtener placer de ellos.

Cuando estuvo desnudo y tendido en la cama frente a ella, le observó con interés científico. Un espécimen un poco más sobresaliente que otros. Evaluó fríamente cuanto le duraría este administrando bien los recursos.

Deslizó el escueto vestido hasta el suelo, y su esplendoroso cuerpo provocó en el sujeto una especie de conmoción; el colapso lo provocó ella poco después, cuando se puso sobre él y le desgarró el cuello con sus dientes.

Después de saciar su voraz apetito, pensó en lo importante de las palabras y su significado. Por ejemplo "devoradora de hombres" era el calificativo con el que más se identificaba. En el mundo extinto del que procedía, lo eran literalmente todas las hembras.

Eligió su nombre precisamente por eso. Kumeza, en Suajili, podía significar golondrina o devoradora. Al igual que "gustar" como verbo intransitivo, tenía dos acepciones. Aplicaba solo una con los hombres .


Derechos de autor: Francisco Moroz








lunes, 4 de octubre de 2021

El bosque animado

 


El bosque estaba ahí, esperando a que llegasen tiempos mejores. Desde finales del Oligoceno, que es cuando se empezó formar como entidad definida.

Testigo de la extinción de especies de gigantes, de la transición del Eoceno al Mioceno; ignorando el sentido de esas palabras, pero todo con tintes de modernidad y aires de cambio, con alguna glaciación de por medio. Volcanes, terremotos y meteoritos. 

Sobrevivió a todo ello y ha llegado hasta aquí, el paleolítico superior, con casi todos sus árboles; y ahora observa como un ser insignificante frota un trozo de astilla contra otro, del cual sale un humillo que antecede a una llamita naranja.

Quizá, sea esta, la señal que anuncia, el tiempo extraordinario con el que sueña hace millones de años.


Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 25 de septiembre de 2021

Señor, dame paciencia

 


Estoy a punto de perder los papeles y de echarle las manos al cuello, cuando por enésima vez el personaje me repite que él, es, en virtud de un nombramiento legal, regulado por el derecho administrativo, dictado en el artículo ocho del real decreto legislativo. Un funcionario vinculado a la entidad pública, que desempeña ciertos servicios profesionales como el de tramitación, información y facilitación a personas como yo. De los recursos que el estado de la nación pone a disposición del peticionario. Que debidamente, de forma adecuada, y por medio de los canales burocráticos que el gobierno actual pone al servicio de la ciudadanía, mediante la gestión de herramientas, concesión de licencias, sellos, pólizas. Pago de gravámenes e impuestos, y aporte de la documentación necesaria, poner en marcha los proyectos que el usuario o contribuyente en cuestión, requiere.

Cuando hace la pausa obligada para respirar, y sin darle tiempo a que continúe la perorata explicativa de lo que es, a lo que se dedica y para lo que está en este mundo. Le digo lo más calmadamente que puedo, con claridad meridiana, vocalizando en exceso para que no haya lugar a dudas de cuál es el mensaje que le quiero transmitir en forma de pregunta y a modo de ultimátum. Mientras en ningún momento corto la línea visual que va de mis ojos a los suyos, para que se centre en lo precario de su integridad física.

–No te lo vuelvo a repetir cariño ¿Vas a bajar la basura?


Derechos de autor: Francisco Moroz






martes, 21 de septiembre de 2021

Sin ti no soy nada

 



A quien no entiendo es a él; gritando que me quiere, que no puede vivir sin mí, que me necesita.

A los de abajo no les oigo, pero percibo como comentan la jugada señalándome; incluso los imagino recreándose con lo morboso de la situación. A todos ellos les puedo comprender, al igual que al bombero que asoma medio cuerpo por la ventana del dormitorio intentando tranquilizarme y hacerme entrar en razón. Es su trabajo.

Lo que no concibo es la contradicción de mi pareja. Hace una hora escasa me insultaba y golpeaba y ahora me declara su amor incondicional.


Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 1 de septiembre de 2021

El trasto viejo

 


Le obligaron a sentarse en el sofá y una vez que lo hizo parecieron olvidarse de él. 

No es que no estuviera acostumbrado a que le ignoraran, pero después de haberse preparado para este encuentro tan deseado le parecía de muy mal gusto que lo arrinconaran como un trasto inútil; mientras pasaban por delante, como si tuvieran muchas tareas pendientes, sin tan siquiera mirarle ni dirigirle la palabra.

Pensaba mientras tanto en que a lo largo de su existencia nadie le había regalado nada. Recordaba los muchos sacrificios que tuvo que hacer por ellos, renunciando a tantas cosas para conseguir sacarlos adelante.

Y ahora esto. Quietecito y calladito para molestar lo menos posible; como si fuera un cojín arrugado que hiciera juego con el sofá,  sintiéndose como una carga añadida cada fin de semana.

Estaba a punto de llorar pensando en lo cabrona que es la vida que te deja sufrir de esta manera; justo unos segundos antes de que un pequeñajo saliera por una puerta, y viniese corriendo hacia él con los brazos abiertos y una gran sonrisa en la boca, gritando: ¡Abueeeelo!

Y entonces olvidó todos sus males y sonrió.

Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 2 de julio de 2021

Único testigo

 


Hablando todo el día con el loro del vecino he aprendido tres cosas: 

Primero, que el animalito no es especialmente dialogante conmigo.

Segundo. Que habiendo sido testigo de los acontecimientos puede ser de gran ayuda o perjuicio el que abra el pico o lo mantenga cerrado.

Y tercero y más desafortunado, es el no haber sido capaz de enseñarle otras palabras durante el periodo de tiempo que ha mediado, entre los hechos acontecidos y los timbrazos de la policía en mi puerta.

 El muy asqueroso sigue gritando su odiosa frasecita desde el balcón de enfrente: “¡Es culpable, es culpable!”

Derechos de autor: Francisco Moroz





domingo, 6 de junio de 2021

Carlitos

 



–Carlitos no tiene maldad doctor, es un niño inocente como lo son todos los niños. Pero tiene un problema; bueno, más bien lo tienen los que le hacen enfadar o le contrarían.

Por eso se lo hemos traído, para que lo reconozca, analice y estudie un caso tan extraordinario desde el punto de vista de su especialidad.

¿Qué cómo nos dimos cuenta de que algo no marchaba bien?

Le cuento: Cuando nació lo hizo como todos los mamíferos, de la forma habitual y por el conducto apropiado. La comadrona lo sacó con suavidad y como el niño no lloraba le azotó las nalgas; El susto que nos llevamos la madre y yo no se nos olvidará en la vida. Al bebé lo pude agarrar a tiempo, Pero la comadrona salió impulsada hacía el techo como si una fuerza paranormal la empujara hacia arriba. Tuvieron que venir dos celadores, los bomberos y la policía autonómica. Y ni por esas pudieron bajar a la pobre mujer. Fue solo cuando la criatura se calmó poniéndola sobre el pecho de la madre. Que la asistente al parto se precipitó hacia al suelo sobre el colchón que habían preparado los enfermeros que anduvieron a ese respecto muy espabilados.

Nos dieron el alta a los tres de forma precipitada, para que nos fuéramos a casa lo antes posible y descansáramos de tamaño sobresalto. Sin  por otro lado, darnos ningún tipo de explicación sobre lo acaecido.

Nos fuimos acostumbrando con el tiempo a esta forma de protesta de nuestro hijo. Cuando por ejemplo le trajimos al hermanito. Lo sacó a pulso de la cuna, con tan solo una mirada furibunda y un gesto concentrado. Sin tocarlo ¿Por qué? La aparente excesiva atención que le mostrábamos al pequeño recién nacido en detrimento de su persona. Eso que se conoce como el síndrome del príncipe destronado, supongo.

Cuando nuestros amigos venían a casa, encerrábamos a Carlitos en su cuarto para evitar accidentes. Con el tiempo y ante la extrañeza de estos, al preguntarnos de el porqué que el niño durmiera tanto, no tuvimos más remedio que dejarles de invitar para no tener que responder. Nuestra vida social menguó irremediablemente.

Con los compañeros de trabajo sin embargo presumía de hijo. Cuando estos me contaban que los suyos con pocos años ya levantaban pesos considerables yo les decía que el mío con tan solo cinco años, era capaz de tenerme toda la noche en vilo por no contarle su cuento preferido cuando me lo pedía. Lo que no les descubría es a la forma tan literal en que lo hacía. Me pasaba noches enteras en vela. levitando alrededor del ventilador del techo.

Cuando empezó la escuela la cosa fue a más y ahí, doctor, ya no pudimos disfrazar los acontecimientos de casuales; de fenómenos de la naturaleza como la confluencia de ondas hertzianas, electromagnetismo, o intentar demostrar a director y profesorado que la escuela estaba construida sobre un cementerio indio o en una zona con abundante influencia telúrica.

Ahora el niño recibe clases particulares de un profesor medio friki; bueno friki por entero todo él. Pues cree en extraterrestres, súper héroes de Marvel y el amor libre; no nos convence, pero es el único que parece conectar con el niño. Si al menos lo del colegio Hogwarts de magia y hechicería del tal Harry Potter hubiera sido real, nos habríamos evitado muchos quebraderos de cabeza con el chiquillo

¡En fin doctor! Nuestra vida se ha convertido en un verdadero calvario y no sabemos lo que hacer con el chaval. Sabemos que no es habitual su reacción cuando algo no le gusta, o cuando se enfurruña. Pero por lo demás es normalito, del montón. Ni más listo ni más tonto que los demás.

No queremos que crezca con un trauma, pensando que es un bicho raro y que al final, tenga que aislarse voluntariamente del entorno social para sortear sucesos difíciles de explicar.

Bueno doctor, pues eso es todo lo que podemos contarle al respecto sobre Carlitos, que será su paciente si usted lo acepta como tal. ¿Cómo lo ve?

– ¿Desde aquí arriba se refiere?

– ¡Carlos! Compórtate por favor, que este doctor no te va a pinchar hombre.


Derechos de autor: Francisco Moroz




sábado, 22 de mayo de 2021

¿ Cibo qué?

  



Cinco y media, suena el despertador. Me levanto soñoliento. Arrastro los pies hasta el cuarto de baño. Me lavo la cara y me despejo solo a medias.

Entro en la cocina y abro la nevera. De repente se enciende una luz que me ciega y deslumbra.

Empiezan a entrarme sudores fríos, un leve mareo, arcadas. La tensión se me dispara, el corazón se acelera al igual que mi respiración. Los músculos de todo mi cuerpo se tensan. Tan solo consigo centrar mi mirada en el tetrabrik de leche mientras oigo una voz que dice mi nombre desde el fondo del electrodoméstico.

–Buenos días Gonzalo, campeón ¿Qué tal has empezado la jornada?

Perplejo y anonadado respondo con palabras confusas causadas por la sorpresa.

–Bien... bien ¿Pero quién eres?

–Una aparición mariana; como las de Fátima y Garabandal pero actualizada; para acompañar a los tiempos que corren. ¡Vaya! una aparición 2.0 que es como llamáis a las versiones mejoradas.

– ¿Y qué quieres de mi?

–Nada especial, charlar un rato con alguien; que hace una eternidad que no me aparezco a ningún pastorcillo y me aburro soberanamente.

De repente otra voz a mis espaldas me interpela.

–Pero Gonzalo ¿Qué haces con la nevera abierta, temblando como un flan y contemplando anhelado el envase de la leche?

Es María, mi esposa. Respondo:

–Viendo el periodo de caducidad querida, sabes que mi cibofobia me atormenta.

– ¡Ah, pues vale!

Cuando se aleja oigo la otra vocecita que me dice:

– ¡Pssst! ¡Aquí! Detrás del limón pocho.


Derechos de autor: Francisco Moroz



Cibofobia: miedo a los alimentos
  • Muestran una obsesión irracional por los alimentos, lo que les lleva a leer compulsivamente las etiquetas para conocer las fechas de caducidad, los ingredientes, etc.
  • Rechazan tomar algunos alimentos por el temor a que estos sean dañinos para su salud. Se trata de una idea fija que les impide tomar alimentos perecederos o que no están excesivamente cocinados por miedo a que contengan sustancias tóxicas o que puedan causar alguna enfermedad. Tal es así que suprimirán de su dieta productos de origen animal como el pescado, debido a la contaminación, o salsas como la mayonesa.
  • Rehúyen comer platos preparados por otras personas. El rechazo a comer determinados alimentos hace que solo confíen en aquellos platos elaborados por ellos mismos. De ahí que no coman en sitios públicos o no tomen nada que haya cocinado otra persona, aunque sea un familiar cercano.
  • Evitan consumir alimentos preparados anteriormente. El temor que tienen a intoxicarse o a consumir algo en mal estado les lleva a desperdiciar comida que habían preservado previamente, a pesar de que solo lleve un día en el frigorífico.


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