Llega la cuarta y última entrega de estos
artículos referidos a la Semana Santa y sus tradiciones más conocidas. Y a
estas alturas alguien estará echando de menos una de las actividades que la
gran mayoría reconoce e identifica como algo que con derecho propio representa esta Semana Santa. Me refiero a las procesiones, quedando excluidas las referentes a las interminables caravanas de automóviles que a marchas cortas y
a ritmo lento, peregrina a lugares de ocio y descanso.
Según la RAE, se trata de una marcha de
personas que caminan ordenadamente y de manera solemne por la calle con un
motivo ceremonioso, propiamente relacionado a celebraciones religiosas.
No solo de la religión católica, pues
toda creencia anterior necesitaba de ritos, culto y manifestaciones de su fe dirigida a lo divino. Era
pues, una costumbre arraigada en el comienzo de los tiempos en multitud de
pueblos con diferentes credos y culturas.
Eran frecuentes en religiones mistéricas o en manifestaciones de carácter étnico, político o
nacional. Los motivos podían ser variopintos: Una acción de gracias por bienes
concedidos a los fieles, una petición de auxilio a los dioses: Por ejemplo de
lluvia o buenas cosechas, una pequeña peregrinación para visitar el lugar
sagrado de culto del dios o diosa en cuestión, y siempre conducidas por los lideres religiosos. ¿Recordáis lo que os conté
en una anterior entrega sobre los druidas encabezando alguna de estas, portando
un huevo?
Son conocidas las primeras marchas
ceremoniosas romanas denominadas“Triunfos”, desfiles de carácter militar para agasajar a
sus generales triunfantes. Mucho del orden procesional actual es recogido de
estas marchas militares donde la jerarquización era muy importante.
Al igual
que en la antigüedad las procesiones se realizan en orden de menor a mayor
importancia. En Roma los cortejos eran encabezados por los porta- estandartes
seguidos de los tañedores de instrumentos, bucinatores, tubicines, cornices y timbales.
Siervos con ramas, palmas o luminarias. Mujeres echando pétalos de flores a los pies de la
comitiva. Tropa destacada y mandos militares, para terminar con el general,
senador, o emperador divinizado encima de un carro tirado por caballos seguido y rodeado por la escolta pretoriana y los trofeos.
En la actualidad las cruces guías pertenecientes al templo al cual pertenece el "Paso", los emblemas
de las cofradías, las bandas de cornetas y tambores. Penitentes y nazarenos llevando
cirios, faroles e incensarios. Miembros de las hermandades, a continuación el
trono, formado por la carroza o paso con la imagen, llevado en andas por los
porteadores. Antecediendo y precediendo al mismo, los miembros destacados de la hermandad y las autoridades
civiles y militares. Cerrando la marcha los fieles.
Los judíos ya realizaban este tipo de
manifestaciones por pascua, pentecostés y la fiesta denominada de los
tabernáculos. Más adelante los primeros cristianos las organizaban para llevar
los cuerpos de sus mártires hasta el sepulcro incluso en tiempos de persecución.
La iglesia con el paso del tiempo adoptó
y adaptó esta tradición a sus creencias, reservándola (La procesión) para
ocasiones especiales como la que representa este momento litúrgico de la
cuaresma donde se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Durante la edad media se realizaban unas
pequeñas obras teatrales representadas en los pórticos de catedrales y algunas
iglesias. Los conocidos como actos o autos sacramentales, que formaban parte de
los oficios religiosos.
Pero con el tiempo y a causa de
comportamientos inadecuados por parte de los participantes, se fueron
sustituyendo los personajes reales por figuras escultóricas, lo cual dio lugar
a que proliferasen los maestros imagineros, desplegando todas sus habilidades artísticas.
Nombraré solamente a algunos de los que destacaron dentro de la inmensa
panoplia de artesanos escultores de obras preferentemente de carácter religioso:
Alonso Berruguete, Juan de Juni, Martínez
Montañés, Juan de Mesa, Alonso Cano, Pedro de Mena o Francisco Salzillo. Y
reivindicando a la mujer en el escaso margen que tenían en un oficio de hombres
traigo a colación a “La Roldana” hija del reconocido Pedro Roldán. Su auténtico
nombre era Luisa Ignacia Roldán, perteneciente a la escuela sevillana.
En la actualidad estas esculturas suponen
un patrimonio cultural artístico valiosísimo, muchas de ellas con más de cinco
siglos de antigüedad en su factura.
En estas procesiones participan
colectivos numerosos agrupados en cofradías o las llamadas hermandades, acompañando
o portando a hombros los “pasos” conformados por la imagen o el conjunto
escultórico que representan un momento de pasión de Cristo, y que aunaba la
personal devoción de dichos colectivos.
Estas agrupaciones surgieron en un
principio como gremios de un mismo oficio que se reunían para dirimir
conflictos o reivindicar derechos como trabajadores, en torno al santo, Cristo
o virgen de su devoción al que conocían como patrono o patrón, De esta manera
se creó por ejemplo la hermandad de pescadores de la esperanza de Triana.
La cofradía más antigua de España de la
que se tiene constancia se encuentra en Toledo. La crearon el rey Alfonso
VI y Don Rodrigo Díaz deVivar, nuestro “Cid
Campeador.” Y fue durante la toma de la ciudad en 1085 con motivo de dar cristiana
sepultura a los muertos en combate. En su momento tuvo como cofrade al mismísimo Doménikos Theotokópulos, alias El Greco.
A finales del XIII surgieron las
cofradías penitenciales y las congregaciones de flagelantes o disciplinantes que
flagelaban sus espaldas como penitencia autoimpuesta. Este hábito fue prohibido
por Carlos III en el siglo XVIII. No obstante, en la localidad riojana de la
Sonsierra se sigue llevando a cabo esta práctica.
Hoy en día el entorno de este tipo de
manifestaciones religiosas ha adquirido una relevancia que queda patente en el
interés turístico internacional que ha despertado.
Dichas manifestaciones quedan
repartidas por toda la geografía nacional de la siguiente manera: siete en
Castilla y León, tres en Andalucía y región de Murcia, dos en Castilla La
Mancha y Galicia y una en Aragón, comunidad Valenciana y Extremadura.
Sin duda la más espectacular se realiza en Sevilla: La conocida como “La
Madrugá.”Con imágenes tan veneradas
como el Cristo de los gitanos, el del gran poder, la virgen Macarena o la
Esperanza de Triana. Las saetas son cantadas desde los balcones y la intensa
devoción hace brillar lágrimas emocionadas en el rostro de los participantes.
¿Os acordáis de esa letra de Antonio Machado cantada por Joan Manuel Serrat?
El número
de participantes en estas concentraciones festivas multitudinarias ha llegado en ocasiones a cincuenta mil personas.
Personalmente la de Málaga me hace
vibrar, y no soy de procesiones, pero tiene un atractivo algo épico, con esos
legionarios cantando su himno mientras portan al Cristo de la buena muerte.
Y qué decir tiene si se habla de vibrar,
que los tambores de la localidad de Calanda lo hacen con pasión cuando “Rompen la hora” en ese festejo que no es exclusivo del pueblo
de Luis Buñuel. Y es que estos aporreos desmedidos de instrumentos de percusión se remontan a la Edad Media y se celebran en ocho
localidades Aragonesas en lo que se referencia como: “Ruta del tambor y del
Bombo. “
La “Tamborrada” o “Procesión de las turbas” en Cuenca, es lo más parecido que podemos encontrar en Castilla la Mancha, y un servidor,
que ha sido partícipe, puede certificar que se trata de algo que impresiona.
Estruendo y griterío, solapados con silencios sepulcrales. O esa otra en la que se bailan los pasos de San Juan y la Virgen en el encuentro feliz con un Jesús resucitado.
En Castro Urdiales (Cantabria) todavía se
pueden ver “Pasiones vivientes” que son de creación actual (1984) pero que
recoge el testigo de los autos sacramentales referídos con
anterioridad.
Las Procesión General de la Sagrada
Pasión del Redentor que tiene lugar en
Valladolid también es de destacar, pues las
cofradías desfilan nada menos que con treinta y dos pasos, con tallas de los siglos XVI y
XVII que a lo largo del año se guardan
en el museo nacional de escultura. Eso, y el miserere cantado con tanta
devoción que hace que tiemblen hasta las piedras con más de ochocientos años de
historia.
Y termino diciendo lo que decía mi abuela:
"Cada uno cree en lo que cree, porque nadie es ateo del todo, pues las pasiones, la emoción y el dolor son íntimos e insoslayables. Los problemas son de cada cual y cada uno reza al santo de su devoción"
¡Vale, cierto! sus palabras eran otras pero venían a decir lo mismo:
"Cada cual lleva su cruz como puede, pues la procesión siempre va por dentro"
Espero que algo de lo recopilado y
escrito, os haya servido al menos, para comprender el origen de una festividad que todos
aparentemente deberíamos conocer, aunque solo fuera por lo repetitivo de cada
semana de esas... que son “Santas."
Primera parte
Segunda parte
Tercera parte
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