

"Los pequeños detalles resultaban tan importantes como las pruebas más evidentes y había que ser muy cuidadoso para no pasar nada por alto. Por eso los investigadores descuidados o vagos no solían resolver ni la mitad de los casos a los que se enfrentaban. Pero él no era de esos"
Buscando lectura fresca y actual para este
verano, me encontré con esta sorpresa de un autor al que no conocía en absoluto
a pesar de haber escrito otras dos novelas: la primera titulada -Caraballo- que nada tiene que ver con el pintor. La segunda -Mil cosas que no te dije antes de perderte- del mismo género a la que pertenece
esta que nos incumbe. Es un thriller policíaco con mucha acción, ligero, ameno, adictivo, y bien escrito.
Me ha durado dos días exactos, y con esto ya os imagináis el
grado de adicción que me ha producido; el mismo que al principal protagonista la nicotina.
Y es que el
inspector Manuel Bianquetti es el prototipo de personaje que se hace respetar
por su aspecto desaliñado y su carácter adusto y algo arisco. Fumador
empedernido y con un problema en su bagaje personal del pasado que le arrastró
a su situación personal del presente.
Podríamos
decir que es un exiliado involuntario de Madrid, en la ciudad de Cádiz a
la que no acaba de aclimatarse. Él, acostumbrado a la acción, al riesgo y al
peligro, se encuentra en dique seco, en la sección de archivos, donde trascurre
su jornada rodeado de tedio y hermetismo.
Pero el
asesinato de una adolescente colombiana de 16 años, que ha sido violada y posteriormente estrangulada y cuyo cuerpo fue hallado dentro
de un contenedor de basura, le remueve las entrañas
a la vez que los recuerdos; haciéndole rememorar la historia que
provocó su destierro.
Se pondrá
manos a la obra para resolver un caso que no le ha sido adjudicado, saltándose
normas y cadenas de mando, utilizando medios de manera poco ortodoxa y en cierta
manera peculiar. Descubrirá una trama de intereses creados por algunos, para
olvidar el suceso antes de intentar buscar al culpable.
Estamos ante
una novela que reúne ciertos patrones que se repiten en todas las del
género negro sin llegar a ser escabrosa: personaje con conflictos personales y
algún vicio incorregible. Un tipo duro de presencia atemorizante por su
gran envergadura y sus ademanes hoscos, con cierta tendencia a rebelarse ante
los superiores e ir por libre dejando de lado a los compañeros.
Nos
sorprenderá sin embargo con momentos puntuales de cierta ternura e indefensión.
Una trama bien urdida con sus dosis bien medidas de originalidad, donde habrá acción y violencia sin excesos, misterios que resolver, testigos, víctimas y verdugos.
Una trama bien urdida con sus dosis bien medidas de originalidad, donde habrá acción y violencia sin excesos, misterios que resolver, testigos, víctimas y verdugos.
La prosa con
la que está escrita la historia es muy práctica, ligera y de asequible
vocabulario. No se complica mucho el escritor en describirnos los paisajes y
entornos a pesar de ser muy conocidos por él mismo, aunque nos bosqueja lugares
puntuales que el lector avezado y viajero quizás identifique. También apunta
alguna nota sobre la gastronomía popular de la ciudad.
Por otro lado a mi entender, el libro posee una portada de
diseño muy atractivo, que no supone un detalle baladí para no tener en cuenta cuando nos encontramos con él. Diría, que es su carta de presentación más inmediata.
Los
personajes son peculiares y bien delineados, pero sin pretensiones de magnificencia, salvo nuestro inspector de manos enormes y talla de armario empotrado. Cada cual con sus
historias ocultas y algunos con un carisma especial del que no podremos dejar de encariñarnos o identificarnos.
Es de destacar una subtrama paralela al argumento principal que se irá desgranando de forma natural hasta converger con este. En esta subtrama, la protagonista será Cristina, una superviviente del maltrato al que ha estado expuesta durante muchos años, que intenta fraguar con esfuerzo y olvido un futuro mejor.
Esta mujer nos enamorará por su sencillez y ternura. Literalmente dan ganas de abrazarla.
Es de destacar una subtrama paralela al argumento principal que se irá desgranando de forma natural hasta converger con este. En esta subtrama, la protagonista será Cristina, una superviviente del maltrato al que ha estado expuesta durante muchos años, que intenta fraguar con esfuerzo y olvido un futuro mejor.
Esta mujer nos enamorará por su sencillez y ternura. Literalmente dan ganas de abrazarla.
Uno de los
aciertos del autor es darnos pautas de juicio y argumentos donde agarrarnos, para poder ir
definiendo a los partícipes de la historia para encasillarlos entre los buenos o los malos sin muchas complicaciones ni enigmas.
No obstante, no deberemos precipitarnos con nuestros prejuicios por si acaso.
Se evitan diálogos innecesarios aburridos o farragosos, con lo cual la lectura se convertirá en recreo y no en un continuo ejercicio de reflexión.
No obstante, no deberemos precipitarnos con nuestros prejuicios por si acaso.
Se evitan diálogos innecesarios aburridos o farragosos, con lo cual la lectura se convertirá en recreo y no en un continuo ejercicio de reflexión.
Con todo ello, el conjunto encuadernado se convertirá en volumen ameno, entretenido, y lo suficientemente atractivo para que, hasta terminarlo no nos quedemos conformes, y que al cerrarlo pensemos que el tiempo se nos voló entre líneas pero que no lo perdimos.
Lo recomiendo
no por ser una obra redonda, ni mucho menos,( Esas abundan poco y según los gustos) pero sí la aconsejo por tratarse de una
lectura que conduce al lector a sentir emociones dispares de odio, impotencia, rabia y satisfacción a partes
iguales, mientras su atención se encuentra enfrascada en ella.
Con lo cual, cubre las expectativas de manera sobrada de los amantes del relax, el
entretenimiento y el disfrute personal con libro en mano.
51 capítulos
sin mucha extensión, otra cosa que debemos agradecer al escritor que cuida con
esmero ciertos detalles, sin redundar en ellos.