Tu presencia reina
en cada hoja parda y volandera,
de las que alfombró el Otoño
anunciando en su caída,
la inminente llegada del invierno.
En los cielos azules,
pintados por la mano de Sorolla,
florecen sentimientos azarosos
que nacen poco a poco,
en tu perenne refugio de la sierra.
Recuerdos permanecen
de tus postreras miradas esbozadas,
veladas con pinceles de ceguera.
Al igual que las arrugas en tu rostro
y tu boca tan llena de sonrisa.
Cuan tristes son las horas
cuajadas de tu ausencia y tan vacías,
huérfanas de tus vacilantes pasos
que en mi corazón dejaron,
indelebles gestas y profundas huellas.
Cicatrices de batallas también quedan
pequeños detalles arañados a las horas,
infinitas palabras compartidas.
Inolvidables momentos rescatados
preñados de tu esencia tan querida.
Añoro tus abrazos al igual que tus besos
tu prosa recitada,
a ritmo de oración y de bolero.
Canciones olvidadas
que adornan con sus notas tu inefable recuerdo.
Como te extraño en mis latidos
al ser consciente que ya no estás como estuviste.
Ese interludio inacabable,
esos silencios infinitos en que me hundo
buscando en unas lágrimas consuelo.
Te quedaste impregnándolo todo
el jardín y la casa,
los árboles, las nubes, los colores.
De igual manera quedarán hiladas
en mis actos, pensamientos y memorias.
Referente de la vida que yo viva
participas en las cosas que acometo.
Con la fuerza de tu amor
estás tan cerca,
que mi historia está enraizada en tu presencia.
Venciste a la arrebatadora muerte
dejando señales y caminos.
Luminosos ejemplos y actitudes
que ensalzaron lo bello de la vida,
y con fe generosa su sentido.
Ya me faltan sensaciones y poemas,
no hay presente en que me arrope tu mirada.
Se rompieron ya los sueños que hilvanabas,
con tesón infantil y con la fuerza
de un hombre, enamorado en su concepto.
Tejiste en trama densa
tapices de altruismo y sacrificio.
conseguiste trazarme,
firmes líneas de lejanos horizontes
conformados con razones y consejos.
Buen legado el que dejaste,
conformado de tu espíritu y tu afecto.
Carismático adalid que con su marcha,
dejaste definida nuestra meta
que nunca es el final sino el principio.
¡Cómo te haces recordar querido padre!
¡Cuánto te lloro!
¡Cómo te extraño!
¡Cuánto te anhelo!
Derechos de autor: Francisco Moroz