jueves, 26 de marzo de 2020

La expedición






Todo empezó con el anuncio de un final antes del principio.

Y siguió con un viaje a través del universo. Estuvimos hibernando en cámaras estancas acondicionadas en base a la ciencia criogenética para la conservación de organismos vivos. Con total ausencia de percepciones sensoriales. Perdidos en la nada más completa y oscura, olvidada absolutamente la noción del tiempo.

Después de miríadas de estrellas nunca presentidas por nuestros científicos y de galaxias  atravesadas por la nave a una velocidad sólo comparable con la de la energía lumínica;  llegamos por fin a nuestro destino.
Allá desde donde veníamos nos creíamos dioses omnipotentes, poderosos, indestructibles y eficaces con todo aquello que nos proponíamos ¿Acaso no habíamos hecho realidad la idea de llegar hasta aquí?

En aquellos años y antes de ser conscientes de nuestros errores, tuvimos que sufrir parte del caos como el hambre, el frío la enfermedad o las guerras fratricidas encadenadas unas con otras. La muerte siempre presente junto a tanta imperfección y debilidad. Tanta codicia y soberbia. Y soledad en cada final de cada una de las historias personales.

En contadas ocasiones dimos el justo valor a la vida como tal, solo la considerábamos como soporte para conseguir nuestra felicidad, una somera ilusión basada en saciar los instintos básicos y prevalecer soberanos por encima de lo creado. Degradamos, corrompimos, devaluamos, ensuciamos, expoliamos, quemamos y destruimos todo con derroche, sin el  pudor ni la sensación de que la tumba estuviese bajo cada una de nuestras decisiones desacertadas. Desoímos a los pocos que avisaban de la precariedad de los ecosistemas, del derrumbe inminente de la casa que habitábamos.
El planeta colapsó, pero no antes de que se preparara una expedición de exploración para encontrar algún entorno habitable. Solo unos pocos elegidos evaluados por sus cualidades. Mujeres y hombres a partes iguales formamos parte de la misma.

Después de ser despertados por los sistemas informáticos programados para hacerlo en cuanto los detectores de viabilidad lo considerasen apropiado. De programar los parámetros para proporcionar oxígeno y la temperatura idónea al habitáculo y de escanear el exterior, nos reconocimos entre nosotros después de estar aislados y ausentes tantos años. Asistimos silenciosos a la bajada de la compuerta de salida de la astronave. Con el pensamiento particular de empezar de nuevo, de explorar el medio, colonizar con prudencia el nuevo mundo, sabiéndolo administrar utilizando sus recursos con sabiduría, respeto y moderación.
Se nos brindaba una segunda oportunidad para hacerlo.

Bajábamos despacio, embelesados por la luminosidad del único astro que alumbraba este planeta ignoto. Extasiados ante tanta belleza y variedad de colores. Presentimos a otros seres vivos muy diferentes a nosotros, que se acercaban curiosos a una distancia prudencial medio ocultos entre árboles y maleza, escuchábamos absortos el sonido del agua y disfrutamos de la caricia del aire puro con el que llenamos los pulmones después de nuestro forzado encierro.

Felices como niños inocentes, que después de estar ausentes regresaran a su hogar. Y de esta forma, algunos abrazados y otros cogidos de las manos, sonreíamos mirando al cielo, mientras las primeras gotas de una suave lluvia acariciaban nuestros rostros.
La expedición de la que formábamos parte era conocida con el nombre de Evadán y este paraíso al que estábamos destinados desde el principio era un lejano planeta llamado tierra.

Mi primera reflexión fue que este lugar tenía un nombre muy humilde para ser tan grandioso y elocuente.

Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 21 de marzo de 2020

Teoría de la conspiración







–Tengo más que claro que el Covi-19 es un virus que escapó del laboratorio experimental de Wuhan en China, aunque las autoridades lo ocultan para no reconocer su error y provocar alarmas que les pueden acarrear sanciones por parte de la comunidad internacional.


– ¡Que no hombre! fue en China donde se originó, pero por la falta de higiene de sus habitantes y esos peculiares alimentos que ingieren casi crudos: murciélagos, ratas, culebras, perros… ¿Acaso no los ves por las calles hurgándose la nariz y escupiendo?

–Pues he leído en un mensaje que me envió mi cuñado que está muy puesto en estos asuntos, que esta pandemia ya la predijo el gran astrólogo Nostradamus.

– ¡Quita! ese era solo un cantamañanas del tres al cuarto. Además no era astrólogo sino médico y adivino. Se trata de bulos que se inventan algunos que parece se aburren en casa con esto de la cuarentena. Los escriben y se los atribuyen a este, que fue un oportunista vaticinador, en cuyas cuartetas parecen encajar todos los desastres de la humanidad. 
Yo creo que en realidad es una conspiración de Estados Unidos para desacreditar a sus máximos competidores económicos para que pierdan el crédito de las masas poblacionales consumistas para que dejen de comprar sus teléfonos móviles. Entre otras cosas porque lo de los aranceles impuestos parece que no les dieron buenos resultados.

– ¿Y si fueron los propios chinos los que propagaron el virus para diezmar a la población y contener la enorme densidad demográfica del país y de paso quitarse parte de la competencia? ¿Y los Yihadistas no tendrán algo que ver en todo esto? Puede tratarse de una nueva forma de terrorismo a base de bichitos virulentos  destructores de mucosas.

–Uno no sabe que pensar con tanta fake news.

– ¿Quieres saber mi opinión personal?

–Dime.

–Se trata de una conspiración judeo masónica para hacerse con el control global de la humanidad, como cuando lo de los judíos de Toledo y los Reyes Católicos y todo eso. Encima encaja con la teoría del  Nostradamus ese, que era de procedencia judía. Al final va a resultar que el Hitler era un visionario redentor.

–Yo tengo una teoría que no es tan loca como la tuya. El responsable de este caos es el gobierno de la nación. Se trata de sus nuevos planes secretos para ahorrarse los sueldos del subsidio de desempleo y los de jubilación por descarte y óbito de los cotizantes.

No puede ser casual lo del virus ¡Ya te digo!

–Tampoco te has parado a pensar que puede que se hayan puesto de acuerdo todas las mujeres para obligarnos a permanecer en casa. No es casualidad que hayan cerrado bares y clausurado todo tipo de eventos deportivos. No se puede salir en grupos, solo de uno en uno. Dentro de casa nos vemos obligados a hacer tareas domésticas y ayudar con los niños sí o sí. Para más inri todo el santo día vigilados, como en gran hermano. Esto no puede ser más que una confabulación de todas ellas para tenernos controlados. No podemos presentir sus sonrisas mefistofélicas detrás de nosotros, mientras aplaudimos en el balcón como panolis mientras pensamos, que hasta esto lo estamos haciendo también por propia iniciativa, y sin sospechar que es la forma de celebrar entre todas la gran victoria sobre todos nosotros, excusándose con que los aplausos están dedicados a los sanitarios.


– Deberíamos publicar en las redes sociales estas reflexiones y hacerlas virales ¿No crees? A ver si despiertan y aprende la gente a identificar a los responsables y creadores de estos tipos de caos pandémicos.

–Yo de momento me voy a tomar un paracetamol  para ver si se me baja la fiebre y así poder salir con mi mujer a hacer la compra al súper, por ver si han traído ya el papel higiénico, que solo me quedan veinticinco rollos con los que no llego a fin de mes. Que hay tontos del culo, nunca mejor dicho, que arramblan con todo.

–Pues aquí en casa somos más de ibuprofeno y a los cinco que somos nos está aliviando además de la fiebre, las toses y los dolores de cabeza. De hecho si hace bueno esta tarde saldremos a dar una vuelta para ver a mi anciana madre que está muy solita la pobre en su casa.

– ¡Los malditos imbéciles son los que provocan semejantes situaciones! Y los ignorantes que no siguen las normas básicas de sanidad.

–Eso amigo ¡Maldita Estulticia!

-¿El qué?


derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 16 de marzo de 2020

Pronóstico erróneo




Me equivoqué de parte a parte, por ello he fracasado estrepitosamente.

En principio la táctica para posicionarme en lo más alto del mercado era impecable. Publicité mi empresa, divulgué la inquietante noticia por las redes a todos mis contactos, para que estos a su vez la compartieran y la hicieran viral. Propagué la alarma social detallando las consecuencias si no poníamos remedio al asunto de manera inminente. A continuación oferté mi producto estrella. Rotundo, convincente, seguro y solo con efectos secundarios saludables, para que los individuos reaccionaran como uno solo, con pulsión de masas, y lo adquirieran con ansiedad arrebatadora como solución al problema, agotando todas las existencias de mi almacén, con lo cual mi negocio subiría como la espuma y podría verme en el ranking mundial de los mejores traders visionarios de business. Suponía que me haría de oro.

Mis previsiones no resultaron acertadas a causa de los erróneos parámetros introducidos, a saber: Mi empresa es una librería, la noticia la ola de incultura que azota el país, La alarma, que la ignorancia puede ser perjudicial para la salud y el entorno. Además los libros no están de moda ni resultan atractivos como vacuna ante la estupidez.

Si fuese director de un gran laboratorio farmacéutico la historia hubiera sido otra en todos los conceptos.

Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 10 de marzo de 2020

Realidad mágica




Los zapatos vacíos de tacón de aguja estaban al lado de la cama. Serían la prueba fehaciente de que ella estaba junto a él, compartiendo caricias y besos. Por eso la imagen la retendría en la memoria, no fuera a olvidarlo todo al amanecer, cuando despertara. 
Después de una noche de lujuria y pasión desenfrenada con aquella increíble mujer que le volvía loco de placer estaba agotado. 

Con ese pensamiento se durmió.

Sonó el despertador.

Al voltearse, ella ya no estaba a su lado, había desaparecido junto con sus elegantes zapatos negros de tacón.
Hubiera jurado sobre lo más sagrado que todo había ocurrido en realidad y no de que se tratara de un engañoso sueño. Pero lo más inaudito es que tampoco encontró su propio calzado al lado del lecho.
Se puso los calcetines y se fue a trabajar.

Retendría esa imagen durante el día para evitar pensar en su propia y más que dudosa existencia.


derechos de autor: Francisco Moroz


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