viernes, 30 de noviembre de 2018

Hasta aquí hemos llegado






Tan misteriosamente como aparece se cierra de nuevo la ventana en el cielo. Las nubes que oscurecen el día se apartan repentinamente dejando una mañana soleada y luminosa que dura un instante; pero nadie parece percatarse de nada y el suceso pasa inadvertido, aun después de que el astro vuelva a ocultarse tras la masa gaseosa de nubarrones negros.

En otra ocasión derramó miles de litros de agua sobre la ciudad limpiando el ambiente de impurezas, saneando el aire, dejando ese vivificante olor a ozono. Adornando el horizonte con un extraordinario arco iris. 
Nadie parecía encontrarse en el lugar, pues no se significó como noticia destacada digna de mención.

Inundó los campos y las montañas con infinidad de colores y tonos de verde, dando un rostro más amable a esa opacidad de negros y grises que los ciudadanos acostumbraban a ver normalmente; pero ninguno levantó la mirada de sus Iphones ni la desvió de sus quehaceres rutinarios. Aquel mes de mayo ya empezó a notar los síntomas de la decepción ante seres tan desagradecidos. 

Hundió el astro en el mar lenta y majestuosamente, rodeándolo de dorados y de rojos apoteósicos, de naranjas e iridiscentes malvas que hubieran dejado embobado hasta al más insensible de los mortales. La luna hizo acto de presencia como dama vestida de blanco y plata resplandeciente, haciendo vibrar la noche con su cortejo de millones de rutilantes luminarias.

Los humanos se hallaban metidos en salas oscuras llenas de humo o quemándose los ojos bajo luces fluorescentes en oficinas, talleres y tugurios. Ensordecidos sus oídos, no fueron capaces de escuchar el silencio esclarecedor de la creadora de tan magno espectáculo, que llora lágrimas de escarcha.

La naturaleza está cansada de tanto desapego. Cualquier día tirará la toalla, dejará de manifestarse tan bella y delicadamente. No le merece la pena obrar tanta maravilla y preparar tanto milagro para unos espectadores tan insensibles que la están forzando a tomar drásticas medidas con un cambio climático que los sumirá en la miseria y el caos absoluto. 
Quizá es lo que se merezcamos todos nosotros, banda de pendejos descreídos en portentos cotidianos. 
Si las cosas siguen por este cauce asistiremos atónitos a su último proyecto.

Consistirá de un espectáculo de pirotecnia, deshielo, temblores de tierra y maremotos que no olvidaremos jamás, si es que la especie sobrevive a todo ello. 
Todavía no nos la tomamos en serio y ya va mandando señales de estar hastiada de nuestro desprecio.
Somos desaprensivos maltratadores de todo lo creado por ella con tanto esmero para nuestro disfrute y deleite. Estamos perdiendo el rumbo y el norte, corriendo el riesgo inminente de naufragio. 

Derechos de autor: Francisco Moroz



domingo, 25 de noviembre de 2018

Hasta el infinito y mucho más allá





Comienzan a acumularse en la superficie del planeta, y empieza a ser preocupante la situación, convirtiéndose en un verdadero problema el tener que cohabitar con ellos a todas horas y en cualquier situación; con los muchos inconvenientes que ocasiona a nuestra salud física y psíquica, pues entre otras muchas cosas son tóxic0s.

Vayas por donde vayas los tienes que sufrir en silencio. Te los tropiezas en grupos numerosos, amontonados, en parejas o de uno en uno según se den las circunstancias del entorno. Pegas una patada a una piedra y salen unos cuantos, abres cualquier puerta y te los encuentras de frente. En cualquier local o gran superficie te rodean, muchas veces aparatosa y violentamente mientras manejas tu coche. 

En mi humilde opinión debería acontecer algún cataclismo para que desaparecieran de la faz de la tierra, pero lo veo harto difícil a estas alturas; pues ya invaden cualquier rincón de la superficie del orbe como la mala hierba. Es un cáncer que afecta incluso al subsuelo y los mares. El aire está repleto de ellos trasladándose de un lugar a otro, llenando cualquier espacio imaginable e inimaginable.

Y no son virus ni bacterias. Ni plásticos, ni alienígenas ni residuos…

¡Cuánta razón tenía Einstein cuando planteaba el paradigma de lo infinito!
La interrogante que se me plantea es: ¿Por qué todos esos seres piensan que los imbéciles somos los demás?


P.D: "Es más peligroso un imbécil que un violento" (Arturo Pérez Reverte")

Derechos de autor: Francisco Moroz



domingo, 18 de noviembre de 2018

Alto riesgo





Acercándome un poquito más al borde del barranco donde se esconde el desafío; me asomo con prudencia, no sea que se espante y se me escape, y eso es lo último que me conviene. Y es que sin ella no soy nada.

Siempre ha sido la mar de huidiza, me cuesta mucho retenerla a mi lado. Tanto, que en alguna ocasión la he mantenido por los pelos.

Por ello tengo que estar pendiente del equipo, cuidar los detalles de lo aprendido. Concentrarme, adoptar la postura adecuada y saltar con precisión.

Y es que cuando uno practica deportes de riesgo, el miedo le estorba y la vida es lo único que no le gustaría perder.

Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 12 de noviembre de 2018

La vida es sueño






Es cuando empezamos a tener uso de razón que la perdemos a cada instante.

Las ilusiones y los sueños inalcanzables se acumulan alrededor nuestro metiéndose en nuestra cabeza y corazón, tirando de nosotros, exigiéndonos el tiempo necesario para darles consecución y forma.

Son como metas a alcanzar, retos que hacen que todos los esfuerzos merezcan la pena nada más levantarnos cada mañana. Enanitos que nos incordian a todas horas impidiéndonos realizar otras tareas de manera ordenada. Voces interiores que nos indican la estrategia a seguir para coronarse con los laureles fugaces del logro.

Desde niño he sido un tipo súper ilusionado con todo.
¿Qué salía el último número del coleccionable de alguno de mis héroes favoritos de Marvel? Allá me plantaba el primero en el quiosco; no fuera que me quedase sin el cómic y que mi quimera, se esfumase en manos de otro chaval más espabilado que yo.

Me ocurrió lo mismo cuando me encapriché de aquella motocicleta de color rojo que posaba ante mí en el escaparate. Me costó muchas horas extras en el curro, muchos sábados y domingos sin salir con los amigos al bar, sin ir al baile o al cine. Pero al final  la pude adquirir.
Y aquél viaje a Londres, o el otro a Paris… Renuncié a mucho por esos sueños que perseguía, y ello me colmaba de dicha mientras duraba su disfrute. Efímeros destellos de felicidad.

Por eso cuando conocí a María Pilar se me encendieron todas las bombillas de alerta roja. Este sería mi sueño definitivo a perseguir. El culmen a todas las ilusiones con fecha de caducidad.

Todas mis neuronas enloquecieron de puro deseo y mis ojos se negaban a mirar hacia otro lado que no ocupara ella. La muchacha más bonita de la universidad. Poseedora de la más simpática de las sonrisas, guapa a rabiar, elegante, agradable, dicharachera y la que mejores curvas tenía donde derrapar una pasión.

¡En fin! Que me pasé todo el primer año y el segundo ambicionando el anhelo de alcanzarla. Hasta me cambié de carrera cuando ella lo hizo, solamente para poder hacerme el encontradizo en los pasillos o tener la oportunidad de verla en la cafetería durante los descansos entre clases.
Seis años pasaron hasta que tuvimos un encuentro algo más formal donde compartir una conversación más pausada. Descubriendo que además de guapa era inteligente.
El tiempo pasó y no en vano, mi utópica aspiración iba definiéndose en el horizonte: toda una vida compartida con la mujer ideal, por la que todo cobraría un sentido cada amanecer…

Cuatro años después de la luna de miel todo empezó a volverse amargo, todo lo recto a torcerse. Me cansé de oír recriminaciones por no realizar ciertas tareas. Desaprobaciones cuando las hacía, amonestaciones si la replicaba. Queja y reproche cuando callaba para que la discusión no fuera a más.

Por ello las conversaciones se volvieron monólogos. También la elegancia se transformó en dejadez envuelta en bata, las armoniosas curvas en volúmenes y la simpática sonrisa se tornó en perenne rictus de sufrimiento. Mi sueño se había convertido de pronto en pesadilla.

Pero ya os dije que soy un tipo muy asertivo que se ilusiona por todo.
¡Es más! Ahora lo estoy y mucho con los trámites de divorcio que me alejarán de semejante pécora.

Que ya lo dijo Calderón:

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”


Derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 8 de noviembre de 2018

Cuarto oscuro





¿Me oyes? ¿Me oyes?

Era la quinta vez que el hombre preguntaba, y gradualmente el volumen había ido subiendo en intensidad a causa del miedo que le producía el hecho de no obtener una respuesta.

Se encontraba aislado en una habitación, en la más absoluta oscuridad envuelto en un silencio que lo gobernaba todo.
Su mujer, que hasta hace unos momentos estaba a su lado antes de quedarse dormido, había desaparecido sin dejar rastro y parecía no escuchar sus gritos.

A punto de perder los nervios, notó que le agarraban el brazo de manera tranquilizadora y de pronto vio la luz que entraba por la ventana cuando su esposa abrió la persiana. Después ella se acercó con una sonrisa burlona y le tocó las orejas. En ese justo instante empezó a escuchar su voz y a comprender que de nuevo había dejado los audífonos apagados.


Derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 5 de noviembre de 2018

La nada




El baúl de los juguetes está cada vez más vacío, lo vengo comprobando desde hace más de sesenta y cinco años.
La razón tal vez sea que los soldaditos de plomo pasaron de moda y los tacos de madera perdieran sus colores.
Que las muñecas ya no lucieran sus sonrisas y su lustrosa apariencia, o que se extraviaran muchas de las piezas de puzzles y mecanos.

El caso es que todo está cada vez más vacío, hasta la casa lo está de toda la jarana infantil, de las carreras por el pasillo y de las voces chillonas de aquellos niños que se fueron hace ya tanto tiempo.

Solo mi cabeza sigue repleta de recuerdos y de historias. Pero al contrario que los juegos y los paseos disfrutados con hijos y nietos. Ahora, con tanta soledad, no tengo con quién compartirlos. También yo me estoy quedando deshabitado como el baúl en el que se guardaban los juguetes.


Derechos de autor: Francisco Moroz






jueves, 1 de noviembre de 2018

No me apetece celebrar





Suena el teléfono, lo coge, no articula más que cuatro palabras: “De acuerdo, estaré esperando.”

Cuando cuelga el aparato ya sabe que la muerte vendrá a por él esta misma noche. Noche de difuntos, Halloween o cómo demonios se denomine entre las distintas culturas de este mundo en el que se celebra hasta a la negra parca.

La verdad es que no está preparado para partir tan pronto. No le ha dado tiempo a dejar todo listo. La casa sin recoger, un libro que parecía interesante sin terminar. Recuerda que debería haber puesto un mensaje a su pareja para decirle que mañana no estará en condiciones de verla, pero ya es tarde.

Llaman a la puerta, se siente forzado a abrir aunque no le apetece en absoluto encontrarse con lo que sabe se va a encontrar.
Insiste el que llama al timbre con impaciencia, como si tuviera prisa por recoger un paquete que ha de entregar con urgencia. Naturalmente el paquete es él y cuando abre se encuentra con el mensajero: ni más ni menos que su amigo Nick disfrazado de muerte, con una máscara de calavera, una túnica negra y en una de sus manos enguantadas, la consabida guadaña. En la otra una botella de whisky medio vacía.

¡Ah! no le apetece en absoluto ir a esa fiesta de Frikis disfrazados. Con lo a gusto que se hubiera quedado en casa con una taza de café caliente y ese libro que le venía a la memoria hace unos momentos. Y no quiere ni imaginarse cuál será la reacción de su novia Rachel cuando pretenda localizarlo mañana para verse con él, y la tenga que decir que le es imposible a causa de la resaca que le producirá el alcohol que consuma.
Desde luego Nick ya va servido con el que lleva encima.

Cogen el coche para dirigirse a la cabaña donde el grupo se reúne habitualmente para beber, fumar, cantar y despendolarse con cualquier motivo. Hoy toca como excusa la noche de los muertos y él no ha sabido decirles que no.

En el kilómetro 35 de la estatal el coche se sale de la carretera, el copiloto queda atrapado entre los hierros retorcidos del vehículo, las piernas rotas con seguridad, pues no las siente. Su visión queda nublada por la sangre espesa que le brota de la cabeza y se escurre por la cara. No tiene movilidad ni fuerzas para salir al exterior pero siente un movimiento a su derecha, una cara que se aproxima a la suya diciéndole con voz profunda: “Nos vamos Nicholas” y ve a su amigo Nick con su disfraz de muerte, como si nada. Y se pregunta ¿ No era Nick el que conducía? ¿Qué hace fuera del coche sin un rasguño?

Antes de expirar, otra postrera interrogante toma cuerpo en su destrozada cabeza: ¿Sería su amigo el que estaba disfrazado de muerte, o la muerte era la que se había disfrazado de amigo?
La única certeza es, que esa noche el difunto sería él y no tenía ningún motivo para celebrar.


Derechos de autor: Francisco Moroz


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