martes, 19 de abril de 2022

Inmortal

 

 



No había flecha que le pudiera hacer daño, ni filo de espada mortal. Cuando resultaba herido, se recuperaba casi de inmediato. Gozaba como los dioses del don de la inmortalidad. Cuando era aniquilado por un adversario superior, se tomaba una pócima y un respiro, solo para volver a la batalla con mayor ímpetu.

Se enfrentaba sin miedo en continuas batallas; en las que participaba infligiendo al enemigo daños irreparables. Victorias indiscutibles. Conquistas inimaginables para ningún humano.

No fue así en un principio, cuando era un novato sin experiencia; pero fue aprendiendo a elegir las armas adecuadas, y las estrategias más inteligentes. De la misma forma estudió al enemigo con el que se debería batir, al igual que a descubrir sus puntos débiles para utilizarlos en su contra y en beneficio propio.

Dedicó muchas horas a entrenar a conciencia. Sus habilidades se fueron acrecentando para utilizarlas en el momento adecuado.

Sobre todas destacaba su poder de concentración absoluto y la velocidad y la fuerza de sus dedos, ejercida sobre los botones del mando de la consola. Eran componentes vitales para salir victorioso, en cada conflicto armado frente a la pantalla.


Derechos de autor: Francisco Moroz






lunes, 11 de abril de 2022

Cien años no son nada




Lo que peor llevo de este alojamiento que me asignaron, son las humedades que me están matando. Que ya arrastraba un reuma bastante puñetero como para que se agrave a causa de esta circunstancia tan penosa. Y mira que me quejo, pero parece que nadie hace caso a un viejo como yo. 

Por otro lado estoy apreciando desde hace unas semanas un dolor en las lumbares que me está haciendo trizas los riñones; que aunque intento cambiar de posición no lo consigo. Me las veo y me las deseo para cambiar de postura, pero nada de nada. Esto debe ser por la edad, la artritis, la artrosis. O los huesos, que los tengo ya hechos polvo de tanto trajín. Santa paciencia y resignación. Que yo de mozo era muy inquieto y no paraba ni un minuto; y ahora, sin embargo, condenado a estar todo el día y toda la noche tumbado de mala manera, me advierto entumecido de continuo. 

Lo único positivo, es que no me dan esos calambres tan molestos ni se me duermen las extremidades. Las articulaciones tampoco me dan mucho la lata; esto será por el poco uso que les doy.

Daría con gusto media vida, por salir un ratico afuera a que me diera el aire, y disfrutar del solecito en el parque; como cuando me sentaba a dar de comer a las palomas. Que desde aquí, ni a los pájaros se les oye. Estoy muerto del puro aburrimiento. Me mata tanta soledad.

Ahora, por la razón que sea, descanso mejor, no tengo tanto trajín dentro de mi cabeza. Como antes, que imaginaba cosas y recordaba otras. Pero siempre de forma muy confusa. Debe de ser que la sesera se me ha licuado y el olvido ha ocupado su lugar haciendo nido.

Muchas veces me sorprendo a mi mismo al no saber quien soy ni los años que tengo. Presiento que estoy hecho una piltrafa, y por eso me han metido aquí, para no interactuar conmigo.

De vez en cuando todavía me rebelo a mi condición; pero nadie parece encontrarse cerca como para reparar en ello. Pataleo y pego voces, pero como si nada. No aguanto tanto silencio y oscuridad.

Mañana probaré a golpear con los nudillos la tumba desde adentro; a ver si con un poco de suerte me escuchan y me sacan de este agujero tan claustrofóbico.

Me gustaría por unos instantes, sentirme vivo de nuevo.


Derechos de autor: Francisco Moroz






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