Le inutilizaría los frenos del coche sabiendo con certeza que ella lo
necesitaría al día siguiente para ir a trabajar. Le tendría preparada una cena
apetitosa con el añadido de una buena dosis de matarratas, con la seguridad de
que esa noche regresaría con mucha hambre.
También le prepararía el baño con sales y espuma abundante, para que no
detectara el cable pelado sumergido en el agua, que enchufaría a la red una
vez que ella se introdujera en la bañera.
Cada suceso ocurriría en el momento adecuado y en ese orden, solo, si se diera la circunstancia de que alguno de los anteriores fallara.
Todo lo tenía bien planificado para que llegado el momento no hubiera sorpresas de última hora.
Tan solo le faltaba encontrar a la mujer apropiada
para contraer matrimonio, y esperar pacientemente a que ella le pidiera el
divorcio, algo que él, hombre previsor y bastante tradicional, no estaba
dispuesto a concederle.