Presentado al concurso de relatos: "Villanos extraordinarios" propuesto por:
El círculo de escritores.
En un mundo
caótico y extraño ha llegado el momento de la verdad, la hora en la que el bien y
el mal se medirían de nuevo en batalla desigual.
Suena de forma
insistente la alarma y tenemos que prepararnos raudos para la batalla. Los
nervios pueden conmigo, siempre me ocurre lo mismo unas horas antes del
encontronazo.
Entramos
todos al combate, hermanados contra las fuerzas alienadoras que someten a
esclavitud a cientos de almas.
Somos seres
condenados a luchar diariamente con la esperanza de llegar de nuevo a nuestros
hogares sanos y salvos; lo que es de todo punto imposible. Al menos, yo siempre
me considero derrotado y exánime, sin fuerza para levantar siquiera los brazos
y pensar en otra cosa que no sea en reponer fuerzas, con un periodo de descanso
que durará lo justo para poder salir de nuevo al encuentro del villano que
domina mi vida.
¡Qué ingrata
vida!
Nací libre y
digno, y debo defenderme con todas mis fuerzas para preservar esa dignidad, la
libertad ya la perdí hace tiempo; justo
desde que ese hombre maligno me engañó con sus promesas de progreso y beneficio
y me encadenó junto a otros muchos compañeros en la desgracia.
Todos los
días a esta misma hora, siento un latido en mis sienes que me anima a
rebelarme, a soltar amarras y alejarme del infierno convertido en rutina, pero
desisto una vez más, pensando en los míos, en los que dejé atrás y me esperan.
Me he de
cubrir pues, con la coraza de la fría indiferencia y la armadura de fingido
valor.
Paso el control, ya me encuentro dentro de la
torre, ocupando el puesto asignado para recibir sin inmutarme al presentido
enemigo.
Y sé, que
como traidor se acercará por la espalda, como la alimaña depredadora que es, pretenderá sorprendernos, intentando golpear
en los flancos descubiertos.
Todos estamos
expectantes a que aparezca, pero nunca lo hace cuando lo esperamos. Es
calculador e inteligente y cuida su estrategia minuciosamente para hacernos el
máximo daño.
Llegará un
día que marcharé por campos baldíos llenos de desesperanza ¡Lo sé! Pero no seré
de los que desperdicien la vida luchando batallas que no me pertenecen, prefiriendo, antes que rendir las defensas,
enfrentarme cara a cara a ese ser sin escrúpulos que me tiraniza a diario, aun
sabiendo de mi sufrimiento y mi entrega, mi dedicación absoluta a su causa, que
no es la mía. Nunca hay recompensas, sólo sufrimiento.
El me dijo
que éramos un equipo, que peleábamos en el mismo bando, para medrar, pero
intuyo que eran arengas sin sentido, añagazas para oprimirme. En definitiva,
es un ser diabólico que pretende involucrarme en la dinámica del: ¡Resiste o
abandona!
Veo el cielo
azul allá afuera, a las aves volar con la libertad que les
proporciona su alas. ¡No tienen señor que les exija servidumbre!
Mis
pensamientos se disipan en cuanto oigo sus pasos quedos, felinos, a la caza de
alguno de nosotros, al acecho para ver quien baja la guardia y descuida la
labor asignada.
Fijo mi vista
al frente y no veo el horizonte, a los lados tan sólo esclavos entregados que
capitularon, como yo mismo. ¡Pero me alzaré algún día! ¡Me lo he propuesto! ¡Aunque
no será hoy !
Siento los
ojos del director ejecutivo a mis espaldas, y me yergo como guerrero que soy, golpeando con toda la fuerza de mi frustración
las teclas del ordenador.
Las cuatro “Torres
de Mordor” seguirán en pie, mientras los malditos villanos, señores de las finanzas, tengan a leales
y sumisos vasallos que obedezcan sus impías ordenes.
Derechos de autor: Francisco Moroz