Es la muchacha más
bonita del hospital en el que trabajo como enfermero; me tiene perdidamente
enamorado de su vida, de su forma de ser. Abierta y desenfadada, hace que mi
jornada laboral se convierta en una fiesta.
Solo con verla me conformo, y me escapo de mi planta a la suya para poder empaparme de su presencia.
De vez en cuando me acerco con cualquier excusa y la saludo y le pregunto si necesita algo, cómo está, y si lleva bien la mañana.
¡Es genial! Me trata desde el primer día como a alguien en quien confía plenamente, y eso hace que mi autoestima suba por las nubes. Es una chica estupenda, de esas personas que te llenan de plenitud y dan sentido a todos tus actos, de las que hacen que te vuelvas positivo, de las que contagian toda su energía positiva a los que tienen alrededor.
Me pongo algo celoso cuando me asomo a la puerta y veo a alguien conversando junto a ella; tengo que aprender a controlar mis sentimientos desbocados, pues nadie pertenece a nadie y menos alguien como ella, libre como los pajaritos. Ella, capaz de alegrar tan solo con una mirada y hacerte sonreír con una sola palabra.
En este ambiente hospitalario tan triste, tan opresor, y estresante, representa un sorbo fresco de agua en un erial de desamparo y desesperanza.
Es de esa casta de seres humanos tan especiales, que atraen al resto, haciéndolos gravitar en torno suyo sin querer; de esos a los que en un comienzo te entregas sin remisión al ver su fortaleza y resolución para enfrentarse a cualquier reto.
Ella tiene 16 años, cáncer, y una sonrisa gozosa.
Es la muchacha más bonita del hospital y nos tuvo enamorados desde el comienzo.
Solo con verla me conformo, y me escapo de mi planta a la suya para poder empaparme de su presencia.
De vez en cuando me acerco con cualquier excusa y la saludo y le pregunto si necesita algo, cómo está, y si lleva bien la mañana.
¡Es genial! Me trata desde el primer día como a alguien en quien confía plenamente, y eso hace que mi autoestima suba por las nubes. Es una chica estupenda, de esas personas que te llenan de plenitud y dan sentido a todos tus actos, de las que hacen que te vuelvas positivo, de las que contagian toda su energía positiva a los que tienen alrededor.
Me pongo algo celoso cuando me asomo a la puerta y veo a alguien conversando junto a ella; tengo que aprender a controlar mis sentimientos desbocados, pues nadie pertenece a nadie y menos alguien como ella, libre como los pajaritos. Ella, capaz de alegrar tan solo con una mirada y hacerte sonreír con una sola palabra.
En este ambiente hospitalario tan triste, tan opresor, y estresante, representa un sorbo fresco de agua en un erial de desamparo y desesperanza.
Es de esa casta de seres humanos tan especiales, que atraen al resto, haciéndolos gravitar en torno suyo sin querer; de esos a los que en un comienzo te entregas sin remisión al ver su fortaleza y resolución para enfrentarse a cualquier reto.
Ella tiene 16 años, cáncer, y una sonrisa gozosa.
Es la muchacha más bonita del hospital y nos tuvo enamorados desde el comienzo.
Derechos de autor: Francisco Moroz