sábado, 1 de noviembre de 2025

Había una vez

 



  Poniéndose delante de todos los que allí había, un tipo vestido elegantemente de negro, pidió silencio a través del micrófono.

  Entre la masa enfervorecida convocada para aquella ocasión, se encontraban individuos de tendencias radicales, que parecían estar aleccionados por los poderes fácticos con la finalidad de boicotear el acto, reventándolo desde dentro con un alboroto que rayaba en histeria.

  Se fue mitigando gradualmente el ruido ensordecedor de los gritos de la multitud.

  Los más sensatos de los allí reunidos, pensaron, que en momentos de caos y desorden como aquél, una palabra adecuada podía calmar los ánimos, podía abortar un conato de violencia reprimida que una vez estallara se haría incontrolable. Por eso ayudaban a acallar las voces con “Shhhhhh” repetitivos y constantes, con el fin de escuchar esa primera frase que saldría de la boca de ese valiente que se atrevía a enfrentarse a tanto apasionamiento. 

  Resultó, que el del micrófono solo introducía a esos otros que venían tras de él.

  Los allí convocados guardaron un silencio casi reverencial en el momento en que vieron salir al foro improvisado a un personaje en el que hicieron diana todos los ojos, que era a la vez, centro de todos los focos del pabellón.

  Un hombrecillo menudo vestido de fantoche, salía, acompañado por otros dos que parecían escoltarle a modo de guardaespaldas desmadejados. Tres personajes que parecían sacados de un circo y que no infundían a simple vista ningún respeto. Más bien incitaban a la burla y la risa.

  Sin embargo, en el momento en que el hombre vestido con camisola roja, cubierto a su vez con un ridículo bombín, hizo la pregunta clave, todos los que allí estábamos presentes nos hermanamos en un sentimiento común, dando la misma respuesta a ese líder carismático con nuestros aflautados chillidos.

  Preguntó:

– ¿Cómo están ustedessss?

  Respondimos:

– ¡Biennnnnn!

  Y así, tres veces consecutivas hasta que empezó la diversión.

  Eran buenos tiempos en los que los “Baby Boomers” campábamos por nuestros respetos y disfrutábamos de los payasos de la tele.



Derechos de autor: Francisco Moroz

8 comentarios:

  1. Pues a esta Baby Boomer nunca le gustaron los payasos. Me dejaban ver poco la tele y cuando podía, quería ver películas o series (que ya entonces las había) y encontrarme con los payasos me daba un bajón tremendo.
    Lo que sí me ha gustado ha sido tu relato, ja, ja, empezaba mucho más siniestro de lo que resultó al final.
    Un beso.

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    1. Personalmente tampoco es que me entusiasmen los payasos. A los de la tele los soportaba, pues cuando los televisaban coincidía con la hora de la merienda, y eso me evadía por unos minutos de los deberes y las tareas escolares. Fofó era entrañable y a Milikito también lo seguí más adelante haciendo el papel de Barnum en el teatro.
      Y el recuerdo más entrañable es cuando conocí personalmente al gran maestro de los payasos Charlie Rivel.
      Después estan los de "IT" y el de McDonald's que me dan mucho "yuyu."
      Un beso Rosa.

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  2. Es que algunos actos políticos se asemejan mucho a un circo. La diferencia es que en un circo nos reíamos y algunos de estos actos dan ganas de llorar.
    Un abrazo.

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  3. Efectivamente hay muchos políticos en el papel de payasos por las payasadas que hacen y los despropósitos que dicen. Ya dijo el presidente en el consejo de investigación que todo era un circo mediático. Con lo cual, no vas muy desencaminado en tu comentario. Y risas con estos, ninguna.
    Un abrazo.

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  4. Todo es un circo entero y verdadero. Pero es un circo buscado premeditadamente. ¿Nos reímos? Nosotros, no, pero ellos, quienes lo forman y quienes lo critican, claro que se ríen. Es más, lo fomentan y lo riegan todos los días con prontuarios y argumentarios que a primera hora de la mañana llegan puntuales a sus móviles para que sepan cómo afrontar el día y vayan todos marcando disciplinadamente el paso de la oca. ¿Circo? Naturalmente que sí. ¿Risas? No hay cosa más triste que un payaso.
    Un abrazo

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    1. Tal como esta el panorama político las risas serán pocas y los payasos sin gracia muy numerosos. En el relato no he pretendido más , que recordar esos años jubilosos que disfrutamos los que conocimos a esos otros personajes que si eran graciosos en su sencilla ingenuidad.
      Un abrazo Juan Carlos.

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  5. En el pabellón repleto, donde el aire olía a palomitas rancias y a colonia barata, el caos reinaba como un invitado que nadie recordaba haber convocado. Radicales camuflados entre la multitud, aleccionados por manos invisibles, agitaban el ambiente con gritos que parecían ensayados para reventar el acto desde dentro. El ruido era un animal herido, histeria pura, a punto de morder.Entonces, un hombre de negro elegante, como sacado de un funeral que se equivocó de sala, tomó el micrófono y pidió silencio. No gritó; solo alzó la mano, y los sensatos —esos que siempre saben que una palabra a tiempo puede desarmar una bomba— se unieron con “shhhhh” repetidos, como un mantra colectivo. El ruido se fue apagando, no por miedo, sino por curiosidad: ¿qué frase mágica calmaría a la bestia?

    Me ha encantado tu relato, Francisco.
    Un abrazo.

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  6. Como diría un baby boomer, "eran otros tiempos". Já.

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