Una vez más me encuentro
contigo, en ese momento íntimo que hemos sabido crear tu y yo, ese espacio
reservado para nosotras dos únicamente; sin testigos ni miradas críticas.
Hoy es uno de esos días en los que mantenemos
nuestras miradas y nos hablamos. Nos sinceramos y comunicamos nuestras
inquietudes.
La verdad es que en ocasiones no te reconozco, después de tantos años a tu lado, te parecerá mentira ¿No? El tiempo no pasa en balde y en nuestro caso no iba a ser una excepción.
Juntas hemos soportado las primeras arrugas creadas
con nuestras risas, la mirada cansada que a pesar de ello no ha perdido su
luminosidad de antaño y esas canas que se empeñan en salir y que incluso nos
sientan de maravilla.
Cuando te digo que te cuides lo hago con cariño y por tu bien, cuando te recomiendo ese color para los labios, o ese corte de pelo que te favorece, lo hago porque quiero que te sientas bonita. Cuando te consuelo y te animo es para que te encuentres más a gusto y tranquila contigo misma. También, porque cuando te veo sonreír me haces muy feliz al saber que no todo está perdido y podemos seguir adelante besando y mordiendo a la vida pedazos sabrosos de existencia.
Te agradezco el cariño y la confianza que me infundes en los momentos más difíciles a los que me toca enfrentarme, esas pruebas de fuego en las que tú, incondicionalmente estás a mi lado, muy cerca.
Lo malo es que, cuando llegan esas crisis y no salgo airosa de ellas, te miro y te recrimino a ti, lo tonta que eres al cometer los mismos errores que cometo yo, y caer en las mismas tentaciones que me someten y esclavizan a mí.
Hemos nacido para ser felices y me fastidia que
todavía queramos depender de otros en los que ponemos nuestra confianza y que
como en otras ocasiones nos hacen sufrir por amor o envidia.
No nacimos para complacer a
nadie, lo hicimos en todo caso para ser nosotras mismas y compartir nuestras
experiencias y proyectos con aquellos que quisieran escucharnos y
comprendernos; pero al final irremediablemente, siempre quedamos tú y yo
frente a frente mirada contra mirada, valorando la situación; nuestros logros y
derrotas, los fallos y aciertos. Interrogándonos la una a la otra sin necesidad
muchas veces de las palabras que hieren como dardos envenenados.
Nos hemos convertido en inseparables, como gemelas en polos opuestos y planos paralelos, pudiéndonos únicamente tocar superficialmente con tacto frío y bruñido, pero sintiendo muy dentro la presencia cálida de la otra.
Que le vamos a hacer vieja amiga, para bien o para mal estamos condenadas a vivir juntas y soportar nuestras manías. A tener iguales ilusiones y padecer a la vez los mismos dolores y decepciones.
Estamos hechas la una para la otra hasta que
exhalemos el último aliento, en el que pensaremos que este espejo enmarcado que
nos unía, daba cordura y lógica a nuestra existencia.
Que yo, eras tú al otro lado y viceversa, en la certeza de que no estábamos
locas y que nos veíamos mucho más allá de las apariencias de un simple reflejo
en una superficie pulida.
Derechos de autor: Francisco Moroz