jueves, 28 de septiembre de 2017

Presencia amada





Desde el día que murió me acerco casi a diario al cementerio para visitarle y sentirle más próximo. Le hablo de cómo me va sin él, de lo mucho que le extraño, del vacío que dejó en mi corazón.

Vierto innumerables lágrimas de desconsuelo al ser consciente de su ausencia, y le pido con insistencia, alguna señal de su presencia tan añorada.


Hoy de regreso a casa, me encontré un ramo de flores rojas sobre la mesa del salón. En la tarjeta, escrito con su letra, figuraba su nombre.


Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 25 de septiembre de 2017

Finales sorprendentes






–Nadie lo percibe habitualmente.

Es casi imposible sin conocer la obra de antemano, saber cuál será el final de la misma.
Podremos en todo caso intuir como los personajes van a interactuar en el escenario en ciertos momentos, e incluso conseguiremos en parte, ir adivinando retazos del dialogo que mantendrán entre ellos a lo largo de la representación. Pero el colofón de la misma siempre será sorpresivo.

Es como en los libros. Aunque leamos la sinopsis de una parte del argumento, no podremos imaginar los giros que hallaremos a lo largo del relato, que harán, que cambiemos de idea cada dos por tres. Penduleando de una a otra, yendo por donde el autor en definitiva quiere que vayamos.

–Bueno, todas las historias pueden ser muy previsibles. Por ejemplo: Podemos predecir que un heroinómano terminará muerto por sobredosis. Un villano hallará un final violento, o en el mejor de los casos dará con sus huesos en la cárcel. Un noble guerrero vencerá al vil traidor. Un galán terminará enamorando a la doncella…

– Pero hablamos de la obra en sí, no de los personajes. Que estos tomen un rumbo o una decisión de un signo o del contrario, es lo que influirá en el devenir general del relato ¿Comprendes? Por causa de ellos precisamente, la conclusión es inimaginable.

Los actores son siempre secundarios, es la convicción con la que representan su papel lo que realmente importa y lo que en la mayoría de las ocasiones, despista esa corazonada casi asegurada sobre el desenlace de la pieza.

– Sí, tienes parte de razón pero precisamente por esa misma causa que esgrimes, el espectador tiene la posibilidad de ir tirando del hilo y completar el puzzle con las pistas y las señales que los actores van dejando a lo largo de sus intervenciones; y con ello predecir los finales que pretendían ser inauditos.

– ¡Qué no hombre! que no puedes saber el final de una función hasta el término de la misma; actúen los personajes como actúen y sea el espectador todo lo avispado que tú quieras que sea. No habría interés por el teatro si fuera tan sencillo como tú dices.

–Mira, el drama, la tragedia, la comedia, el sainete, el entremés, están en la calle, en la vida cotidiana, en lo que vivimos de continuo a todas horas.

Tú y yo, en este instante somos personajes. Interactuamos mediante el diálogo que mantenemos mientras caminamos. Estamos hilando una historia ahora mismo. Si un imaginado espectador imparcial nos observara desde el patio de butacas; iría tejiendo la historia sobre nuestra relación de amistad, nuestro gusto común por el teatro y los libros, el placer de conversar y debatir sobre ello. 
Antes de que terminara nuestra, en este caso, ficticia representación, ya habría sacado un final concluyente y acertado del mismo.

– ¡Ea! ¡Y yo te digo que no! y te lo demuestro. 

En ese mismo momento viene el autobús y el interlocutor que defiende los finales inesperados, le pega un empujón al que lo hace con los finales predecibles. 
Este cae a la calzada, y es arrollado por el vehículo pesado. Causando con ello alarma, nerviosismo, sobresalto, espanto, estupor, inquietud y rebato, entre los transeúntes. 

-¿Lo ves? Nadie se esperaba este giro final tan sorprendente a pesar de los personajes.


Nadie lo percibe habitualmente.



Derechos de autor: Francisco Moroz



Presentado en la comunidad de: Relatos compulsivos 
incluido en el reto de: Epanadiplosis: figura retórica de construcción que consiste en terminar un texto con la misma palabra o frase con la que se empieza. En este caso cuatro palabras.






miércoles, 20 de septiembre de 2017

Despistes





¡Otra vez se dejó el grifo del lavabo abierto! Antes de ayer fue la luz del salón. La semana pasada el gas del quemador de la cocina, otras el horno. La televisión a todas horas la abandona encendida y a todo volumen.

Cualquier día tendremos un disgusto a causa de sus frecuentes despistes por no hablar de alguna queja por parte de los vecinos.


Me dirijo al dormitorio para recriminárselo y cuando llego, recuerdo con aprensión que hace cinco meses se marchó de casa, alegando no poder soportar por más tiempo mis broncas injustificadas.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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