Con este relato me despido hasta después de todos los eventos navideños. Unas fiestas que no tendrán sentido si no ponemos de nuestra parte.
El espíritu de la Navidad lo aportamos nosotros acompañando, escuchando, compartiendo con los que lo necesitan.
Regalando una sonrisa sincera, reconciliándonos con la vida y nuestras limitaciones.
Vinimos al mundo para ser felices, y en estos días se nos da la oportunidad para brindar por ello.
seamos asertivos y generosos, lo demás se nos dará por añadidura.
A los seguidores, compañeros de letras, amigos y a los que se pasan por casualidad por este blog de vez en cuando, les deseo unas muy ¡Felices fiestas!
El espíritu de la Navidad lo aportamos nosotros acompañando, escuchando, compartiendo con los que lo necesitan.
Regalando una sonrisa sincera, reconciliándonos con la vida y nuestras limitaciones.
Vinimos al mundo para ser felices, y en estos días se nos da la oportunidad para brindar por ello.
seamos asertivos y generosos, lo demás se nos dará por añadidura.
A los seguidores, compañeros de letras, amigos y a los que se pasan por casualidad por este blog de vez en cuando, les deseo unas muy ¡Felices fiestas!
Ya
llegó la repetitiva y aburrida fiesta marcada de rojo casi al final del
calendario.
Árboles
encendidos con multitud de bombillitas, adornados con guirnaldas y bolas de colores. Mesas puestas con manteles de hilo
bordados a mano, y un despliegue excesivo de manjares dulces y salados puestos
sobre ellos.
Cubertería
de plata, vajilla de porcelana, vasos de cristal fino reservados solamente para
las grandes ocasiones. Copas para champán con las que brindar por infinidad de
cosas que realmente no se desean a los enemigos y en muchos casos ni tan siquiera a los amigos.
Estoy
saturado de tanta hipocresía, de tanto despilfarro innecesario basándose en una
celebración inspirada por un espíritu navideño
que no siento como parte mía. Estoy más que harto de estas pueriles memeces
características de personas inmaduras que todavía son capaces de creer en
cuentos como el de los reyes magos y en fábulas como la de un dios que se hizo
niño.
Las
calles iluminadas como en carnaval, explosiones continuas de petardos y
fuegos artificiales al igual que un cuatro de julio.
Los
belenes presentes como las setas en muchos escaparates y casas, representando
un misterio que soy incapaz de desentrañar.
Y melodías
angelicales interpretadas a todas horas por coros de niños con voz de pito. Villancicos ñoños con estribillos
superficiales que hablan de noches de paz y amor, y otras milongas, como peces
que beben en un río, burras chocolateras y campanas una encima de la otra.
Tarjetas postales con paisajes nevados, trineos alemanes o suecos, y casas encendidas más propias de Estados Unidos donde lo exageran todo hasta el infinito. Todo para intentar transmitir mensajes positivos que nadie
practica durante el resto del año.
A eso, añadimos
las cenas de empresa con jefes a los que odias y compañeros a los que no puedes
ni ver porque te critican,
las reuniones de familia para encontrarte a los cuñados con los que no te hablas y primos a los que envidias soberanamente, la lotería que nunca toca y amigos invisibles con detalles que nunca satisfacen.
Por todo ello estas fiestas pueden llegar a ser insoportables si no fuera por el único elemento que me permite dar sentido a todo y no perder la fe.
las reuniones de familia para encontrarte a los cuñados con los que no te hablas y primos a los que envidias soberanamente, la lotería que nunca toca y amigos invisibles con detalles que nunca satisfacen.
Por todo ello estas fiestas pueden llegar a ser insoportables si no fuera por el único elemento que me permite dar sentido a todo y no perder la fe.
Me
refiero a Papá Noel y a sus renos mágicos que sobrevuelan la ciudad. Ese
gordito relleno de guata para poder soportar las bajas temperaturas de Finlandia. Siempre con su entrañable ¡Ho,ho,ho! Rodeado de duendes y elfos que consiguen mantenerme alerta toda la noche, solamente por intentar descubrir sus presencias en la azotea, mientras buscan una chimenea inexistente, pues yo vivo en un bajo. Pero ellos ya lo saben y encuentran como entrar. La espera, la interrogante de, que será lo que me dejarán dentro del calcetín, es una ilusión que no me puede quitar nadie.
Tengo la certeza, aunque mi mujer se empeñe en contradecirme, que los regalos, son los confeccionados por ellos mismos en sus talleres de Laponia.
Por eso, y por la CocaCola bien fresquita con la que acompaño las hamburguesas y las Pringles en la cena de Noche Buena, es por lo que mantengo vivo el espíritu navideño. Eso si que es la esencia, la chispa de las fiestas, lo demás es pura fanfarria y banalidad inventada por los grandes centros comerciales, que aprovechan la ingenuidad de las buenas gentes para beneficio propio.
Tengo la certeza, aunque mi mujer se empeñe en contradecirme, que los regalos, son los confeccionados por ellos mismos en sus talleres de Laponia.
Por eso, y por la CocaCola bien fresquita con la que acompaño las hamburguesas y las Pringles en la cena de Noche Buena, es por lo que mantengo vivo el espíritu navideño. Eso si que es la esencia, la chispa de las fiestas, lo demás es pura fanfarria y banalidad inventada por los grandes centros comerciales, que aprovechan la ingenuidad de las buenas gentes para beneficio propio.
Derechos de autor: Francisco Moroz