“Hoy no me puedo
levantar, el fin de semana me dejó fatal, toda la noche sin dormir bebiendo,
fumando y sin parar de reír…” (Mecano)
Regento un local que fundó mi abuelo como taberna. Un tugurio
de mala muerte donde cada noche pasaban individuos de la peor calaña.
Pendencieros borrachines, desahuciados y perdedores.
Donde se originaban peleas a navaja en las que corría la
sangre en tanta cantidad como el vino que se trasegaba.
Mi abuelo se llamaba Constantino, remembranza de aquel
emperador romano de hace muchos siglos. Pero todos le conocían como “Tini” el
tabernero "Tinibroso", solo por el hecho de gobernar esa especie de
antro siniestro.
Después llegó mi progenitor, que se emparejó pronto con una
“reina de la noche”, mi madre. Que por aquel entonces era todo un "Bocatto
di cardinale" para paladares exquisitos.
“Te vi llegar
con la noche a la espalda,
como un enigma en la oscuridad
te adiviné,
ligada a las estrellas
que me controlan a millones de años luz…” (Miguel ríos)
Ambos, heredaron el negocio y lo transformaron en bar de
tapas, un establecimiento que dio de comer y de beber a toda la familia durante
muchos años; hasta que ambos se jubilaron. Mi padre se llama “Blas” pero los
clientes le conocían como “BlasTapas”; por las clavadas realizadas en los
precios de los pinchos morunos. Un claro homenaje a su casi homónimo "Vlad
Tepes" que realizaba la misma jugada con las estacas y los prisioneros de
guerra, a los que les salía cara la jugada.
Cansado de toda una vida detrás de la barra sirviendo y
sirviéndose de la clientela, se jubiló por los siglos de los siglos, pasándome
el testigo generacional al que era imposible renunciar por culpa de una
tradición familiar; fundamentada durante muchas décadas, en una absurda
historia de inmigrantes rumanos escuchada hasta la saciedad desde niño.
Lo primero que realicé, fueron las reformas necesarias en las
instalaciones para adaptar los espacios a las necesidades logísticas de los
nuevos tiempos. La amplitud me daba juego para habilitar el sótano que
reconvertí en vivienda; donde también ubiqué la bodega, las cámaras
frigoríficas y el almacén.
Arriba, una extensa barra corrida bien surtida con
todas las variedades etílicas y espiritosas que actúan como señuelo para los
parroquianos. Y una pista de baile con escenario para gogós y mesa de mezclas
para Dj´s, que lo dan todo para poner la sangre del personal al punto de
ebullición. Todo ello ambientado con luces y sombras que crean espacios muy
íntimos para encuentros insospechados con final feliz, reservados V.I.P para los
invitados elegidos a ciertos eventos organizados puntualmente.
El rótulo con el que quise dar a conocer el Night club, fue
diseñado ex proceso en consideración y respeto a mi abuelo y a mi padre.
En letras rojas y luminosas, bien visibles y en todo lo alto,
puse: Disco-Pub "TiniBlas". De tal manera, que sin buscarlo, dio pie
a que los malhadados, hipócritas e intransigentes vecinos del barrio que no
soportan ni el ruido ni mi presencia, empezaran a denominarme como
"Príncipe de las tinieblas". Ya tendrán su merecido con el tiempo,
algo de lo que dispongo sin medida.
Imbéciles, no saben el sacrificio que me supone sacar adelante
un negocio de tales características. Lo primero de todo no soporto…
“La oscuridad, crece aún más y más
y las tinieblas se han apoderado de mi mente
y no lo puedo soportar y ya no sé lo
que está bien o está mal… La noche no es para mí…” (Vídeo)
…las trasnochadas. Yo fui siempre de madrugar y de la opinión
de que las noches se hicieron para dormir. Las ojeras me llegan al suelo y
tengo los ojos siempre irritados y enrojecidos. No descanso lo suficiente.
Presiento que no recuperaré el sueño por mucho que más adelante pueda dormir
durante lustros y lustros.
Muy al contrario que mi padre, que decía: “Cuando me jubile
no haré otra cosa más que estar “tumbaó” todo el día y salir a beber algo a
partir de las doce de la noche”.
Y ahí lo tengo en el sótano, cumpliendo a rajatabla lo dicho.
Junto con el abuelo, el bisabuelo, el tatarabuelo y algún ancestro lejano de
cuyos nombres ya ni me acuerdo; tirados a la bartola junto a sus amantes,
parejas, hijos, nietos, e incluso a la madre que los parió a todos.
Mientras, yo me parto el lomo currando como un condenado a
galeras y a perpetuidad. Que de tanto estar encerrado ya no puedo soportar la
luz. Y el sol me quema "toito" cuando saco la nariz por la puerta.
Todo el día enclaustrado como murciélago en cueva. Y eso que algunos
de los que reposan ahí abajo decían que yo no tenía sangre en las venas, y que
estaban hartos de que solo chupara del bote. Y que como siguiera por ese camino
no tendría donde caerme muerto ni a lo que hincar el diente.
Soy consciente de que heredé ciertos rasgos familiares
característicos como pueden ser la palidez de mi piel, el pelo negro y lacio,
una inquietante presencia y mis prominentes colmillos. Pero lo de la vida
noctámbula sin pegar ojo, no va conmigo. Ciertamente no sé a quién habré salido.
También estoy hartito de los inconvenientes de este negocio,
al tener que responder de continuo a los inspectores de sanidad con evasivas.
Que lo de la bodega es vino tinto de la mejor calidad y lo de las cámaras de
congelados carne de cerdo convenientemente fileteada. Así como convencer a los
polis meticones, a base de consumiciones gratis, que esos individuos que
desaparecen cada cierto tiempo, nunca pasaron por el local que dirijo.
Por estos pequeños detalles, cada día me resulta más penoso
el ser inmortal y tentado estoy muchas veces de volverme a Transilvania. Y si
no lo hago es porque tengo a casi toda la familia residiendo aquí.
Abandonarlos sería dejarlos en la estacada o literalmente,
como clavarles una estaca en el corazón. Y uno será lo que sea, pero no un
desalmado que con el remordimiento no pudiese ni mirarse en el espejo.
“No hay tiempo para nosotros.
No hay lugar para nosotros.
¿Qué es esto que construyen nuestros sueños?
Y aún se escapa de nosotros.
¿Quién quiere vivir para siempre?
¿Quién quiere vivir para siempre? (Queen)