El poeta no encontraba a su musa, la inspiración que hacía que sus manos armadas con la pluma volaran sobre el papel dejando trazos de tinta que conformaban versos apasionados llenos de electrizante rima.
Esa noche no le arropaba la suerte, su cabeza sólo albergaba un fuerte dolor, jaqueca producida por su excesiva concentración que no daba los frutos deseados y sí una intensa frustración.
Decidió salir de su lóbrego aposento para caminar en busca de esa dama esquiva que parecía darle la espalda.
¡Quizá la luna con su pálida luz!¡Quizá la suave brisa entre los árboles! acaso fueran las que vinieran en su ayuda.
La noche se convertiría en la compañera ideal, la aliada, la confidente fiel de sus pesares. Ella mitigaría su triste desazón.
Los pasos le condujeron al campo santo. Como buen poeta romántico que se preciaba ser, pasearía entre las tumbas desconocidas, buscando entre ellas a la que había perdido.
Las estrellas serían testigos mudos de sus anhelos, los largos cipreses lo serían de sus suspiros profundos, tan negros como la oscuridad que le rodeaba.
De repente un rayo de luz se abrió paso a través de un jirón de nube y la vio. Era ella, sentada en el frío mármol de una sepultura.
La observó quieto, mudo ante la bella estampa que la mujer ofrecía a contraluz.
Esta se volvió con lentitud, como presintiendo la presencia del hombre.
Como amante ansiosa del encuentro con lo amado vino hacia el poeta, como flotando sobre la tierra removida por el enterrador, y cuando estuvo frente a él, acerco sus labios y lo besó.
En ese momento notó el sabor amargo de la muerte y con su último aliento exclamó: ¡Al fin encontré a la esquiva musa!
Y mientras caía agónico y desmadejado, recordó sus postreros y más sentidos versos de amor:
"Nunca pensé que moriría amando
con tal premura.
Mi corazón ya dudaba
con tan triste desconsuelo,
de encontrar a su amada muerte
esperando paciente su llegada,
para arrebatar mi aliento
y la sufrida vida.
Con la dulce caricia y el deseo
de un póstumo apasionado beso de sus labios."
En la mañana se encontró el cuerpo sin vida de un conocido poeta en el cementerio de la localidad, junto a la lápida de su fallecida esposa.
En su mano se encontró un papel con unos versos escritos.
Cerca del cuerpo, una pistola.
Derechos e autor: Francisco Moroz