martes, 15 de marzo de 2016

Juanón el bello

Presentado a  concurso de relatos Microfantasy III convocado por círculo de escritores.




El orco Juanón observaba con recelo el trozo de luna que se había encontrado en el bosque.
La primera vez que se asomó a él, vio una figura horripilante, peluda y bestial con una piel que lucía cicatrices y arrugas por doquier.

Su color pardo que le asemejaba a los osos, tampoco era el que pensaba que le correspondía, al igual que unos colmillos parecidos a los que lucen los cerdos salvajes y a ello, había que sumarle las puntiagudas orejas de alimaña.

En un principio se asustó creyendo que otro individuo le miraba de forma hosca desde el otro lado, pero conforme se iba acostumbrando a su hallazgo, se daba cuenta que era su propia imagen la que le mostraba ese pedazo de lasca brillante salido de vete tú a saber dónde.


Estaba empezando a sospechar que su preciosa compañera le estaba engañando al respecto, cuando le decía por activa y por pasiva; que tenía suerte de haberse emparejado con el orco más guapo de toda la comarca ¿Acaso tanto amor era ciego?



Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 13 de marzo de 2016

Toque de atención



Para el concurso de Microfantasía III convocado por el Círculo e escritores.



Yenmany, el maestro más sabio de entre todos los duendes, nos había convocado a una de esas reuniones en las que solía asesorarnos sobre las actividades que nos hacían interactuar con esos seres tan estrambóticos como impredecibles llamados humanos.

Nos volvió a repetir por enésima vez que cuando encontráramos objetos caídos en el suelo de los habitáculos que habitaban estos personajes, los pusiéramos sobre las mesas a la vista, o se los metiéramos en los bolsillos de sus ropas mas utilizadas o dentro de los cajones que más solían abrir.

Gafas, monedas, llaves, carteras, pañuelos, anillos y demás utensilios, de esos tan inútiles que solían portar, dejar, y olvidar en cualquier parte.

Teníamos que esforzarnos más en cumplir con nuestras obligaciones al respecto, pues era deprimente comprobar que cuando no lo hacíamos, estos seres prepotentes y mentirosos nos echaban la culpa de sus olvidos y de sus pérdidas.

Eso desesperaba a Yenmany y nos dejaba al resto en muy mal lugar.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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