Cuando
mis cuatro amigos y yo decidimos emprender aquel viaje de fin de carrera, que
iba a durar una semana, no podíamos imaginar que nuestra estancia en Escocia
iba a convertirse en toda una aventura de gozo extrasensorial.
Nos propusimos visitar además de las ciudades de
Edimburgo y Glasgow, todos los lugares emblemáticos de las tierras altas.
Por ello después de soltar las mochilas en el
hostal de la pequeña localidad de Drumnadrochit lo primero que hicimos fue
buscar un bar típico para refrescarnos y tomar algo. El pub en cuestión
ostentaba el nombre sugerente de: MacDonald ´s Still que viene a traducirse
como: El alambique del hijo
de Donald.
Como era tarde pedimos unos whiskys para
celebrar nuestra licenciatura; y entre brindis, risas, y bromas, alguien
propuso hacer una excursión nocturna al famoso castillo de Urquhart que se
asoma al lago Ness aprovechando que no quedaba lejos. A todos nos pareció una
idea inspirada para empezar de forma fantástica nuestro viaje por esas tierras
de leyenda.
Después de unos cuantos vasos más, del dorado
líquido destilado por los dioses, nos pusimos en marcha guiados por las tenues
luces de la calle que brillaban como luciérnagas encendidas.
Nos liamos unos porritos de marihuana que
habíamos traído para homenajearnos durante el viaje, y de esta forma llegamos a
las orillas del lago de Nessie.
Alguno gritó de pronto. Veía moverse las aguas
tranquilas en ondas expansivas y turbulentas que se acercaban a nosotros
rápidamente. Corroboramos colectivamente que algo extraño iba a suceder.
Sin esperar, y ante nosotros, apareció una
imagen humanoide con un manto de “blanco nuclear” y resplandeciente, que nos
dijo señalando hacia el horizonte:
– ¡Mirad más allá, donde las nubes color
malvarrosa se difuminan como neblina de bosque druídico!
Al mirar, juro que vi el arcoiris y un unicornio
azul con el cuerno dorado, cabalgado por una mujer de la raza de los elfos del
señor de los anillos, que dejó caer ante nosotros ambrosías liquidas
almibaradas.
Me desperté a la mañana siguiente mojado de
escarcha, entumecido, y estropajoso. Sin recordar haber visto al monstruo del
lago.
¡Bendito país!
Derechos de autor: Francisco Moroz