Me encontraba en la cocina fregando los cacharros de la comida que había compartido con mi madre, cuando empecé a oír el chirrido de su andador mal engrasado que se acercaba despacito, al ritmo de sus cansados pasos. Es tenaz mi madre con sus noventa y cinco años.
Ese fin
de semana me tocaba acompañarla y cuidarla. Ya se encargaba ella de
entretenerme con sus historias repetidas una y otra vez, cien veces contadas
con alguna nueva añadidura.
Pues ya
venía ella, como os digo, queriendo colaborar proporcionándome conversación, mientras yo recogía rápido para poder echarme una reponedora siesta y tener
fuerzas cuando tocara jugar al parchís o a las cartas, según le apeteciera.
– ¿En qué
te puedo ayudar?
– En nada
mamá, vete sentando en el sillón que voy en cuanto termine. ¿Quieres que
prepare un café? ¿Te apetece?
– Solo
si vas a tomar tú.
Y
mientras pongo la cafetera en el fuego, me suelta:
– Mi
memoria no es la que era antes.
– Eso es
la edad. La cabeza pierde ligereza y capacidad. No te preocupes.
Pasan
los minutos y el café tarda demasiado en salir. La cafetera italiana de toda la
vida ya tiene sus años. Será eso, pienso.
Pero mi
madre con agudeza mental inesperada, me dice:
– ¿Le
has puesto el agua?
Apago el fuego, la abro intentando no abrasarme las manos y compruebo que efectivamente falta el agua.
Y mientras ella se ríe soltándome a bocajarro:
– Te estás
haciendo mayor hijo mío.
Yo, empiezo
a preocuparme.
Jajaa... a mi eso me ha pasado un par de veces, bueno sñho parecido, porque la mía explotó y la parte de arriba quedó clavada en el techo.
ResponderEliminarEsas añadiduras que surgen en las historias multirepetidas, creo yo que son el germen de nuestra afición a escribir, y que si ellas hubieran tenido nuestras oportunidades también habrían escrito.
Abrazooo
¡¡Qué bueno, Francisco!! A veces estamos peor los hijos que los padres. Me ha recordado a mi madre. También tenía golpes de esos. Muy bueno tu relato.
ResponderEliminarUn beso.
Ja, ja, ja. No hace falta ser muy viejo para empezar a tener lagunas mentales, aunque, para disimular, los afectados suelen recurrir a la excusa del estrés. El caso es que todos pasamos por esa etapa y nos preocupa que esos lapsus vayan a más.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ay! Me ha encantado ese giro final que recoloca la historia. Estupendo, Francisco.
ResponderEliminarHacia eso vamos todos, sin duda. Hagámoslo con humor mientras aún lo conservamos.
ResponderEliminarQue bueno je je je , lo que le pasó a tu protagonista me pasó a mi también y la respuesta de mi madre fue al misma jejejej. y hacia allá vamos todos, salvo que la vida decida otra cosa y te vayas antes de lo pensado
ResponderEliminarUn abrazo Francisco
Puri