jueves, 15 de mayo de 2025

Previsión

 


 

  Le inutilizaría los frenos del coche sabiendo con certeza que ella lo necesitaría al día siguiente para ir a trabajar. Le tendría preparada una cena apetitosa con el añadido de una buena dosis de matarratas, con la seguridad de que esa noche regresaría con mucha hambre.

  También le prepararía el baño con sales y espuma abundante, para que no detectara el cable pelado sumergido en el agua, que enchufaría a la red una vez que ella se introdujera en la bañera.

  Cada suceso ocurriría en el momento adecuado y en ese orden, solo, si se diera la circunstancia de que alguno de los anteriores fallara.

  Todo lo tenía bien planificado para que llegado el momento no hubiera sorpresas de última hora. 

  Tan solo le faltaba encontrar a la mujer apropiada para contraer matrimonio, y esperar pacientemente a que ella le pidiera el divorcio, algo que él, hombre previsor y bastante tradicional, no estaba dispuesto a concederle.




Derechos de autor: Francisco Moroz


domingo, 4 de mayo de 2025

Un día más de una madre

 




Se levanta a duras penas de la cama y se dirige al cuarto de baño pasito a paso con el andador.  Se lava la cara como puede. Con mano temblorosa coge un peine al que le falta alguna púa y peina sus cabellos blancos. Y coqueta ella, se echa un poquito de colonia en el cuello.

  Se mira en el espejo y se pregunta cuantos años acumula en su cuerpo cada vez más consumido y doblado por el tiempo. Cuantos los años que ha ido sumando sin ser consciente de su paso. Pues la vida se le ha convertido en rutina, en una repetición de momentos todos ellos iguales y corrientes.

  Cuando no queda mucha vida por delante, los recuerdos pasados son los únicos que se empeñan en volver una y otra vez. Todos ellos los atesora en su cabeza con nitidez, los rememora con la frescura de antaño, de cuando acontecieron. Por ejemplo, el que nunca fuera a la escuela y aprendiera a leer y a escribir a duras penas. Que el trabajo en el campo era muy sacrificado, que pasó hambre. Que conoció al que fue su único amor, al que le entregó todo lo suyo para intentar ser felices los dos. También recuerda que tuvo un hijo al que quiere más que a sí misma. Una guerra que lo puso todo patas arriba originando mucho sufrimiento.

   Pero ese hijo al que nombra todos los días en sus oraciones parece se olvidó de ella. Hace mucho que no lo ve. Tanto, que los rasgos de su cara se le desdibujaron como en una nebulosa.

   Ayer, la muchacha que le cuida, le recordó que hoy se celebra el día de las madres, y por eso ayer ella se acostó prontito, para madrugar y arreglarse para estar presentable. Pues por ser fecha señalada seguro vendría a verla por fin, trayendo un ramo de flores o simplemente el calor de su abrazo o esos besos de los que necesita tanto.

  Se sienta en la butaca y mira por enésima vez la puerta de entrada, y aunque está medio sorda, pone atención por si escucha el timbre, las llaves, o los pasos de ese hijo añorado cuya presencia hecha tanto de menos. Se preocupa por él como madre que es. Quisiera tenerlo a su lado para protegerlo, para arroparlo, para cantarle una canción y velar su sueño como cuando era niño.

  La pobre mujer olvida cada vez más cosas, y entre tantas, el que su hijo muriera en esa guerra que recuerda con lucidez meridiana, lo puso todo patas arriba.



Derechos de autor: Francisco Moroz


jueves, 1 de mayo de 2025

Espabilado

 


 

Era oportuno y paciente. Estas dos virtudes le facilitaban el conseguir lo que se proponía.

  En esta ocasión, una vez más, era otra firma, de las cientos que ya tenía estampadas en su libro especial de autógrafos de famosos de turno.  Escritores de novela o ensayo. Deportistas de élite o banquillo. Periodistas de radio o televisión, actores y actrices de teatro o gran pantalla. Cómicos, humoristas y graciosillos.

  Coleccionaba también las de la inmensa variedad de frikis que paseaban físicos esculturales junto a ignorancia y superficialidad en “realtys shows.”

  Para ello no dudaba en guardar interminables hileras de admiradores en las casetas de las ferias del libro celebradas a lo largo del territorio nacional, asistir a partidos de futbol aburridísimos. Participar en programas en directo grabados dos meses antes, y aplaudir sin ganas a cualquier cencerro explicando sus cuitas amorosas en programas del corazón.

  Esta vez no tenía información sobre la banda que tocaba, solamente que se puso de moda allá por los ochenta y tenían gran predicamento entre los entendidos. Ya se le hacían largas las tres horas que llevaba esperando en la cola de las taquillas y comenzaba a impacientarse. Se le ocurrió preguntar al que le precedía, quienes eran los intérpretes, y cuando oyó la respuesta salió de la ordenada cadena de personas recorriendo sofocado, todos los metros que le separaban del final de la misma, preguntando por Manolo, que era el cantante en cuestión, que según le habían informado, era el  “Último de la fila.”



Desrechos de autor: Francisco Moroz





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