La mujer, sentada en un amplio sillón que parece ser muy cómodo, le mira fijamente mientras hace girar insistentemente un anillo dentro del dedo anular. De inmediato se instala en su cerebro, una sensación de recelo y desconfianza. Hace poco que ha despertado de un sueño reparador del cual parece haber estado muy necesitado. Todavía nota su mente un tanto confusa como para hilar ideas mínimamente razonables. Necesita agua. La boca seca y la garganta obturada, como si llevara mucho tiempo sin salivar. Le está costando articular las primeras palabras. Le embarga una cierta ansiedad al sentirse observado con tanto detenimiento. Como si se tratara de una especie rara de animal en peligro de extinción.
No es
mal parecida la individua. Morena, pelo cortado a media melena. Ojos marrones
color miel, piel dorada, curvas sugerentes y labios carnosos realzados con un
leve toque de brillo natural.
No articula
palabra alguna, como si estuviera esperando a cederle la iniciativa para que lo haga él, aún a pesar de no tener ninguna explicación que darle. Aunque sí le gustaría
preguntarle a ella quién es y que pretende hacer con su persona. En esos
instantes sus neuronas no funcionan al cien por cien. Se siente inquieto ¿Le
habrán administrado algún tipo de droga?
Se
levanta con cautela, su sentido del equilibrio falla y da varios traspiés antes
de apoyarse con las dos manos en la mampara transparente que tiene enfrente y
tomar aire para llenar sus pulmones. En ese instante ella coge un cuaderno de
encima de una mesa auxiliar que tiene a su derecha y saca un bolígrafo de un
bolsillo situado junto al pecho. Empieza a escribir bajando la mirada hacia el
folio en blanco y alternativamente de vuelta él. Se da cuenta en ese momento
que su desnudez está expuesta a los ojos de la extraña, que insisten en
evaluarlo mientras anota sus apreciaciones. Se avergüenza y se gira para ir
esconderse en cualquier rincón que encuentre. Pero descubre horrorizado que
solo hay esquinas, ningún agujero o cavidad donde resguardarse de la mirada
escrutadora que le sigue y no pierde detalle.
Pega un salto y se da de bruces con otra superficie acristalada que no cede cuando choca violentamente contra ella. Empieza a ponerse nervioso, algo no cuadra en lo que pareciera ser una escenografia montada adrede. Se da cuenta después de recorrer la estancia que está encerrado entre cuatro paredes acristaladas. En una de ellas comienza a aporrear con sus puños, con el afán incontenible de escapar de lo que sin duda, es una celda transparente. Se siente como dentro de un sueño que gradualmente se está convirtiendo en pesadilla.
Abre la boca para pedir ayuda pero lo que sale
de su garganta es un fuerte rugido de animal salvaje ¿¡Qué le está pasando!?
Está atemorizado por algo que no sabe interpretar.
Entonces escucha las palabras de la hembra que habla dirigiéndose a un artefacto que tiene en una de sus manos. Y empieza a evocarla. Su nombre es Mariam, sus recuerdos van volviendo gradualmente, y este es uno de ellos...
–‹‹Después
de dos años y siete meses en los que al sujeto de prueba, se le han administrado las
sucesivas dosis del suero experimental creado en el laboratorio, destinado al posible desarrollo neuronal, no se han
percibido cambios relevantes a nivel intelectual, ni avances en el lenguaje elemental comunicativo.
Así mismo se observan las mismas reacciones primitivas en su conducta. No pareciera
tener conocimiento ni recuerdos de una vida anterior.
Como
directora del proyecto, creo que hemos errado con las dosis o el tipo adecuado
de sérum, orientado a la prevención de la amnesia y el deterioro cognitivo.››
Mientras
la investigadora apaga la grabadora, levanta la mirada que se encuentra con los
ojos de Nico, que muestran una expresión de indefinible tristeza.
Nico, empieza a recordar una selva llena de colores verdes, altos árboles. Arbustos con bayas rojas y frutos sabrosos, el cielo azul, un rio con agua fresca donde saciar la sed. Un hábitat donde era feliz y al que llamaba hogar, y unos congéneres que eran igual que él y a los que amaba y ahora añora.
Después recuerda su captura, un largo camino hasta este lugar desconocido. Los años de cautiverio y de soledad, la sensación de pérdida…
En ese momento empieza a llorar como la criatura que es y con palabras que no reconoce como de su propia lengua, se dirige a la mujer llamándola por su nombre, suplicando que le ayude, que le libere, que le saque de allí.
Mariam se queda paralizada contemplando a Nico, el gorila joven que le trajeron de Camerum, mientras la grabadora se le escurre entre los dedos estampándose contra el suelo. Comprende sus palabras.
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