domingo, 5 de abril de 2015

Navegante




Agarra fuerte el timón de tu existencia
y pon rumbo al horizonte de tus días;
siendo capitán de tu destino
y marinero de tus horas.

Lucha con las tempestades de la vida
con tesón, con fuerza y honra.

Que llegado el final del largo viaje
y en puerto seguro,
valorarás el haber salvado del naufragio
tu persona, tu alma y lo aprendido.

Y lo más importante:
A los que contigo embarcaron
queriéndote acompañar.

La experiencia nos enseña 
que el camino en solitario
es más rápido y fugaz. 
Más si acompañado vas,
es más grata la jornada compartida
y el límite de tu historia más lejano.


Poemario ciego


                                                                                                   Derechos de autor: Francisco Moroz.

viernes, 3 de abril de 2015

La intrusa



Ella entró en mi vida inesperadamente, más que en mi vida realmente entró en mi habitación.
Todas las noches la presentía, etérea, volátil y ligera.
Sus movimientos eran tan pausados y silenciosos que yo la notaba suave como pluma cosquilleando alguna parte de mi cuerpo.
Su presencia no era inhóspita, pero cierto escalofrío recorría mi espina dorsal cada vez que la notaba cerca. Como una fantasmal aparición que te eriza con su leve brisa.

Evitaba mi encuentro, lo se feacientemente, pues nunca se hizo la encontradiza ni coincidían nuestros cuerpos salvo por la noche, cuya oscuridad la ocultaba y la disfrazaba de sombra esquiva. Y desnuda me acariciaba.


Fue un Sábado, llegado el atardecer, cuando la luz tamiza esos corpúsculos diminutos de polvo que entran a través de las persianas creando una sensación mágica; cuando la descubrí.

Un hada envuelta en mágica luz.
Creo que los dos nos sorprendimos por la presencia inesperada del otro. ¡Bueno! realmente ella no creo que me viese llegar 

Estaba colgada y bamboleante, suspendido su menudo cuerpo de la lámpara del cuarto, a penas la hubiera visto, a no ser por ese haz de luz que incidía sobre ella.

Se la veía indefensa, perdida y quieta, envuelta en seda y deshecha en ella. No conseguía ver sus ojos.

El impacto no obstante duró un segundo. Asimilar el descubrimiento y la sorpresa inicial y reaccionar instintivamente para descolgarla. Sin dolor, sin asco, solo con un poquito de

"repelús". 

Noté que entre mis manos aún vivía, por lo tanto sin pensarlo mucho la arrojé por la ventana deseando por otro lado que sobreviviera a la caída de cuatro pisos. Antagónico deseo de amor y odio.


Después de pasados unos minutos reaccionaron mis nervios y mi cerebro.

Las arañas nunca han sido uno de mis bichos favoritos por lo tanto "Aquí paz y después gloria" y cada uno en su hábitat natural. 




Derechos reservados de autor. Francisco Moroz

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