martes, 22 de septiembre de 2015

Principios para no tener final




Admiro la sensatez en lo pactado

y la obviedad de lo elegido.
Eso hace prudentes a los hombres
y da honorabilidad al enemigo.

No estoy con el que alaba al poderoso

o el que arrulla con prolíficas mentiras.
El que cambia conciencias vulnerables
enunciando imaginadas ambrosías.

Rechazo plenamente al que con velado arte

engaña al inocente confiado.
Del que ondeando banderas respetables
oprime con deudas a los desfavorecidos.

Del que explota y tiraniza al que trabaja

cambiándole el alma por dinero.
queriéndole vender como riqueza
aquello que esclaviza y que seduce.

Me asusta el que prioriza lo absoluto

defendiendo una única verdad indemostrable,
disfrazando de fe los fanatismos
usando con saña suicida la violencia y el chantaje.

Me alegro sin embargo plenamente 

del esfuerzo y del trabajo de unos pocos.
Los que actúan en conciencia y con justicia
y piensan que la paz es el camino.

Me sumo a los que escuchan con paciencia

me resto de los que utilizan el insulto.
Desprecio a aquellos que con encendida arenga
prenden mechas de guerras fratricidas.

Me fío del que canta, y el que sonríe

y no del gesto adusto e intransigente.
Me gusta la educada forma del que pide
censuro la exigencia del más fuerte.

Creo en el ser humano ¡Creo!

En el que adereza su corazón con alegrías
y vierte lágrimas solidarias de tristeza,
a la vez que tiende mano tolerante al abatido.

Evito al que destruye y envenena,

al que vende el futuro por míseras monedas.
Al ególatra tenaz que solo vela por lo suyo,
al que nunca es capaz de cumplir lo prometido.

Me seduce el que construye de la nada realidades, 

y náusea el que especula y dilapida.
Me enerva el traficante que con muerte se enriquece,
me fascinan las personas con valores e ideales.

 Si se he de amar, será a los buenos padres que me educan, 

a los jóvenes de altruistas corazones.
Si se he de odiar será al que mancille a un niño, 
escupiendo a su vileza y mísera podredumbre.

Me sobrecoge el sacrificio y la anónima renuncia,  

hasta la muerte la lucha, de muchas mujeres y hombres.
Aplaudiré a los que piensan, que más que sangre lo que une
es ejercer el respeto, que al ser humano engrandece. 





Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 18 de septiembre de 2015

El de Durrutti 3ª parte y final




   Si quieres leer la primera parte: Aquí
   Si quieres leer la segunda parte: Aquí


                                              18 de Noviembre- 2014 - Hospital de San Carlos- Madrid  
                                                                               (Toma de contacto)

             "La vida de por si es un gran milagro, las circunstancias que acontecen a lo largo de ella también"


¡Doctor Pinedo!¡Doctor Pinedo! acuda a quirófano.


¡Las urgencias! Esta es una de las cosas a las que me refería con eso de que el ejercicio de la medicina no es ninguna bicoca. En estos momentos es cuando me gustaría desaparecer y poner en otras manos la responsabilidad de las decisiones importantes.


Llego corriendo atendiendo a la llamada, me lavo las manos mientras me colocan la bata. la mascarilla y el gorro; me enfundo los guantes de látex y a la vez pregunto: ¿Qué tenemos?

La voz de la enfermera me responde con urgencia mecánica de profesión bien aprendida: Varón joven con parada cardiorespiratoria producida por fuerte contusión en el plexo solar celiaco y herida de bala en la parte posterior sin salida.

El paciente está inconsciente y la decisión debe ser rápida: Reanimación cardio-pulmonar con desfibriladores lo más inminente; después sedación, limpieza de herida extracción de bala, desinfección y cosido. Otro caso más de violencia entre bandas callejeras; este turno de noche en urgencias es lo que tiene: Casos de comas etílicos por el consabido botellón de fin de semana, sobredosis, brechas en la cabeza y heridas por armas blancas y de fuego, traumatismos por accidentes de coches y motos y algún atropello a peatones.

Estos momentos son los más decisivos, en los que pones a prueba los conocimientos adquiridos, tu preparación y competencia, la pericia, la maestría para realizar las manipulaciones pertinentes y también la confianza en ti mismo y en la profesionalidad de tu equipo, la eficiencia del instrumental y los fármacos correspondientes.


Pero yo personalmente no olvido el empeño que pongo en lo que hago y mi tozudez en conseguir buenos resultados y naturalmente menciono ese apartado, que muchas veces denominamos con el calificativo de "suerte" que no es otra cosa que: providencia, oportunidad, preparación y entrega a la labor que realizas.

Y si nos ponemos trascendentales yo os podría hablar de los prodigios, de esas curaciones inexplicables por la ciencia y que la mente humana no puede nominar como lógicas... 

                                -----------------------------------


                       28 de Noviembre- 2014- Hospital San Carlos (El Clínico)



El paciente de la habitación 223 se recupera favorablemente de sus contusiones y heridas.

El equipo médico ha sido una vez más, capaz de salvar una vida instalada en ese límite ambiguo, que la separa de esa otra orilla desconocida.

Es uno de esos casos en los que convergen causas inexplicables y elementos fuera de lugar que contraviene toda lógica y estudio. 

Por primera vez estoy confundido como médico y no me atrevo a esgrimir hipótesis concluyentes; ninguno de los facultativos consultados encuentra una respuesta a este caso, y de alguna forma se eximen de responsabilidades por tratarse de "Mi paciente". Algo no cuadra, creemos que debe de tratarse de un error garrafal en la burocracia que gobierna este hospital de por sí tan politizado. Historiales perdidos, analíticas cambiadas...No es lo normal, pero a veces ocurre. Somos humanos y a veces descuidados.

El caso es, que en los escasos 10 días que este joven lleva ingresado, la recuperación ha sido rápida y durante ellos he conseguido de alguna manera, un acercamiento personal al individuo desconocido a base de paciencia; creando un vínculo que se podría calificar de confianza mutua.

Una vez pasado el shock inicial post- traumático, el muchacho desorientado en los primeros momentos decidió balbucear las primeras palabras requiriendo mi nombre, preguntando donde se encontraba y como había llegado allí y porqué. Demasiados porqués y muy poca información sobre el mismo. Al principio no parecíamos hablar el mismo idioma, y la aparente desubicación del joven era conmovedora.


Recuerdo que después de darle las respuestas a las preguntas de: año y lugar, sufrió una especie de conmoción que le ocasionó mareos, vómitos y pérdida de conocimiento.

Tras unos minutos que me parecieron eternos y una vez repuesto y más calmado, me hizo una última pregunta:
 -¿Usted cree en los milagros?-

Mi respuesta fue automática y sin pensarla demasiado: -Depende lo que tú entiendas como milagros-. 

Fue entonces cuando empezó a contarme su historia, y la confusión empezó a extenderse de manera viral dentro de mi intelecto, provocando un cortocircuito que me forzó a sentarme para seguir escuchando incrédulo; el que ahora sufría la conmoción era un servidor, el que empezaba a sentirme mal era yo, pues esas respuestas fáciles y lógicas no tenían cabida en los términos en que se estaba desarrollando la conversación.

Antes que nada y a causa de la falta de documentación que el paciente había aportado, lo primero que hice fue preguntarle sobre su identidad, obteniendo esta respuesta:


-Me llamo Vicente Cardull, tengo 25 años y pertenezco a la

columna Durrutti- ... Luchaba en la Ciudad Universitaria... Nos dieron la orden de retirarnos Al Clínico...y yo...caí...

...La historia en realidad nunca es enteramente como nos la cuentan: O mienten, o callan, o esconden la verdad.

Yo la inventé para no perder las esperanzas, ni la fe en el ser humano.
A veces la ficción es más llevadera que la realidad.




Derechos de autor: Francisco Moroz

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