Admiro la sensatez en lo pactado
y la obviedad de lo elegido.
Eso hace prudentes a los hombres
y da honorabilidad al enemigo.
No estoy con el que alaba al poderoso
o el que arrulla con prolíficas mentiras.
El que cambia conciencias vulnerables
enunciando imaginadas ambrosías.
Rechazo plenamente al que con velado arte
engaña al inocente confiado.
Del que ondeando banderas respetables
oprime con deudas a los desfavorecidos.
Del que explota y tiraniza al que trabaja
cambiándole el alma por dinero.
queriéndole vender como riqueza
aquello que esclaviza y que seduce.
Me asusta el que prioriza lo absoluto
defendiendo una única verdad indemostrable,
disfrazando de fe los fanatismos
usando con saña suicida la violencia y el chantaje.
Me alegro sin embargo plenamente
del esfuerzo y del trabajo de unos pocos.
Los que actúan en conciencia y con justicia
y piensan que la paz es el camino.
Me sumo a los que escuchan con paciencia
me resto de los que utilizan el insulto.
Desprecio a aquellos que con encendida arenga
prenden mechas de guerras fratricidas.
Me fío del que canta, y el que sonríe
y no del gesto adusto e intransigente.
Me gusta la educada forma del que pide
censuro la exigencia del más fuerte.
Creo en el ser humano ¡Creo!
En el que adereza su corazón con alegrías
y vierte lágrimas solidarias de tristeza,
a la vez que tiende mano tolerante al abatido.
Evito al que destruye y envenena,
al que vende el futuro por míseras monedas.
Al ególatra tenaz que solo vela por lo suyo,
al que nunca es capaz de cumplir lo prometido.
Me seduce el que construye de la nada realidades,
y náusea el que especula y dilapida.
Me enerva el traficante que con muerte se enriquece,
me fascinan las personas con valores e ideales.
Si se he de amar, será a los buenos padres que me educan,
a los jóvenes de altruistas corazones.
Si se he de odiar será al que mancille a un niño,
escupiendo a su vileza y mísera podredumbre.
Me sobrecoge el sacrificio y la anónima renuncia,
hasta la muerte la lucha, de muchas mujeres y hombres.
Aplaudiré a los que piensan, que más que sangre lo que une
es ejercer el respeto, que al ser humano engrandece.
Derechos de autor: Francisco Moroz