¿En qué
momento de la educación de su niña habían empezado a equivocarse? era una
pregunta a la que no hallaban respuesta.
Todo era
diferente en ella: el color indefinido de sus ojos, su cabeza sin apenas pelo,
su forma de ser y de actuar, su carencia de lenguaje con el que poder comunicarse.
Ellos se
consideraban unos buenos padres empeñados desde los primeros días en inculcarle
alguno de sus criterios y valores; pero todo era en vano, pues la chiquilla,
parecía llevar su propio ritmo.
Derechos de autor: Francisco Moroz