En
una noche sin luna, en la cuneta de una carretera apenas iluminada por tenues
luces de farola, dos misteriosos personajes parecen conversar cómodamente a
pesar de la baja temperatura ambiente.
– ¿Entonces,
tu estrategia para aterrorizar a la gente consiste simplemente en hacer
autostop?
–Básicamente,
pero más elaborado. Si paran, me monto en el coche les miro con ojos lánguidos
y cuando los tengo confiados y entregados a mi persona, les conmino a comprarme
el primer tomo de la biblia en verso ilustrada por el beato San Agapito de la
jofaina; el terror de sus caras es evidente cuando ante la negación, me pongo a
pegar gritos, amenazándoles con denunciarles por intento de violación. Si la que
conduce es mujer, simplemente me esfumo.
–
Pues si que te lo montas bien chica.
– ¿Y
tú? ¿Cómo lo haces?
–Yo
me lo curro en aquel edificio deshabitado que se aprecia tras la neblina. Allí
llevo a los pardillos que se pierden en el bosque, los ato a una silla y los torturo
a base de sesiones completas de telebasura para después rematarlos a golpe de
pan, como buen psicokiller impenitente que soy. Entonces se deshacen en
suplicas y en lágrimas pidiendo tortas.
–
¿Con pan? poco dolor puedes infligir con eso ¿No te parece?
–No
te creas, utilizo una hogaza de cuarto kilo de hace dos semanas, y eso es
contundente. Es todo un poema ver sus caras.
En
esta charleta amigable se hallaban estos dos, cuando desde detrás de unos
arbustos sale imprevistamente un individuo siniestro, aferrando unos papeles
con una mano y con la otra empuñando un bolígrafo Bic punta fina que esgrime
contra ellos de manera amenazante.
Ella
se parapeta detrás del psicópata y este levanta las manos intentando protegerse
de la supuesta agresión.
El energúmeno se dirige a ellos de viva voz,
sin tono melifluo alguno.
– ¿Qué pasa? ¿Disfrutando de un momento relax? ¡La
última vez que os salís del guion joder! – Y señalando alternativamente a la
muchacha y al hombre les dice: ¡Tú a la curva, y tú al caserón! – ¡Leches, ya no
hay respeto alguno por el autor de género de terror!
Derechos de autor: Francisco Moroz