Supongo que no es la mejor de las compañeras, en alguna ocasión la sorprendo haciendo cosas extrañas a mi alrededor, cosas imposibles, siempre de forma velada y discreta a los ojos de los demás.
Nunca
me mira a los ojos, e intenta esconderse detrás, agazapada, como si no
quisiera descubrir su presencia. Otras veces la presiento a mi alrededor inquieta,
como a punto de saltar y realizar alguna locura, algún movimiento inesperado.
De
noche desaparece ineludiblemente, nunca me dice a donde va, y aunque jamás llegamos a hablar sobre el tema su actitud me hace sospechar que se trae entre manos negocios turbios y trapicheos inconfesables.
Solo
dormimos juntos en verano y primavera cuando
nos tumbamos bajo la copa de alguno de los árboles frondosos de los que crecen
en los jardines por los que solemos pasear. Nunca en la cama, es como si un irreverente
pudor la hiciera alejarse de mi presencia manteniéndose distante de mi cuerpo. Sin
embargo de noche, si salimos a la calle a tomar unas copas, parece crecerse. Eso me preocupa, pues me supera, se hace demasiado
tangible y pavorosa, no la reconozco en su actitud amenazante. Su lado oscuro se intensifica pareciendo querer dominarme.
Llevo unos meses sin salir de casa, es donde estoy más seguro, alejado de su presencia que me atemoriza. ¿Cómo he llegado al extremo de querer vivir sin ella? Antes era imprescindible, pero ahora me asusto cuando aparece junto a mí, de improviso, sin avisar. siguiendo, el ritmo de mis pasos sin despegarse, incluso imitando mis movimientos como en una burla de mimo callejero que se riera de mi. Temo que se rebele y me agreda por la espalda en un descuido.
Hace
unos días sin poder resistir más, y ante la duda de saber si estaba perdiendo
el control de mi mente, concerté una cita con un especialista para consultarle
sobre mi aversión, no fuera a tratarse de un caso de incipiente locura, una obsesión compulsiva o paranoica.
Después
de unas cuantas sesiones donde tuve la oportunidad de trasmitirle mis cuitas e
incertidumbres, nos hemos sentado frente a frente y con paciencia infinita me
ha desgranado su diagnóstico, tranquilizándome al respecto sobre mis temores,
dándome algunos consejos y recomendaciones preventivas.
-–Convivir con ella se ha convertido es toda una prueba para usted,-–me dijo, todas son iguales por lo común, pero la suya es un poco más complicada, va un poco por libre; y esa incertidumbre de, a dónde irá por las noches, ha de quitársela de la cabeza por su propio bien. Déjela que vaya y venga a su antojo, libérese, céntrese en lo cotidiano de su propia existencia, intente ignorarla, como si no estuviera o fuera invisible.
-–Convivir con ella se ha convertido es toda una prueba para usted,-–me dijo, todas son iguales por lo común, pero la suya es un poco más complicada, va un poco por libre; y esa incertidumbre de, a dónde irá por las noches, ha de quitársela de la cabeza por su propio bien. Déjela que vaya y venga a su antojo, libérese, céntrese en lo cotidiano de su propia existencia, intente ignorarla, como si no estuviera o fuera invisible.
Salí
aquél día de la consulta un poco más reconfortado, pero me duró poco la tranquilidad,
pues cuando salía a la calle desde el portal, apareció ella de inmediato y poniéndome
la zancadilla, me hizo caer de bruces en la acera haciéndome sangrar por la
nariz con el golpe. Juro por todos los dioses del Olimpo, que escuché su risa burlona.
Un transeúnte que me vio caer me ayudó a
levantarme preguntándome si me encontraba bien.
-–Sí, disculpe he debido tropezar con el escalón.
Cuando
se ha alejado el buen samaritano, la he mirado con odio infinito pintado en la cara y
me he dicho a mi mismo:
Derechos de autor: Francisco Moroz