Cuando Romeo y Julieta se besaban con pasión prometiéndose amor eterno, eran ajenos a su drama personal y a la falta de futuro en su relación amorosa.
No podían haber imaginado, que su trágico destino
ya estaba escrito de antemano con premeditación y alevosía por un tal
Shakespeare.
Cuando
salió de la cárcel en la que estuvo recluido cinco años de su vida, fue directo a matar al
autor de sus días, el que lo había creado como personaje de ficción, el mismo que le condenó por un crimen
del que era inocente, solo por dar más interés al argumento.
Entre
los entendidos que frecuentaban la sala de lectura era conocida como una novela
de acción. A pesar de haber abandonado la balda donde reposaba tan solo en un
par de ocasiones.
Desde
el primer momento en que el forense, hombre instruido y muy leído, inspeccionó
el cadáver encontrado en la biblioteca. Dictaminó que se trataba de una muerte
de libro.
Aunque
el escritor era zurdo nunca supo tener mano izquierda con las editoriales y
por ello, le resultó dificultoso obtener el derecho de autor.
Para una vez que Don Juan se enamoraba sinceramente de una dama tan interesante
como aquella que le leía, y justo en el instante en el que iba a declararle su
amor incondicional, ella se limitó a pasar página y seguir leyendo.
Cuando
su querida musa inspiradora le dijo que la relación entre ellos era imposible,
se quedó tan pálido como la hoja en blanco que tenía delante, y en la que no acertó a escribir ni una triste despedida.
Lázaro
de Tormes se acercó al registro para reclamar al autor sus derechos de imagen,
y salió contrariado cuando le dijeron que este se encontraba en paradero desconocido.
El
escritor triunfó con su primera obra. Top ten de ventas, número uno en las listas
internacionales de libros más leídos. Su opera prima se convirtió en poco
tiempo en Best Seller, siendo traducida a cuarenta idiomas.
Pero
no volvió a escribir más, todo por un maldito punto y final.
Derechos de autor: Francisco Moroz