martes, 11 de noviembre de 2014

Calabozo para dos

Calabozo para dos

De: Javier Casino



Un libro pantagruélico y desquiciante, así al menos ha sido concebido, para que veamos como ciertas relaciones de pareja, pueden llegar a ser excesivas, obsesivas; y el amor puede convertirse en locura cuando se convierte en enfermedad compulsiva sin posible medicación.


El humorista "Javier Casino" ha creado para esta historia un

 -Alter ego- al que le traspasa todos sus geniales pensamientos sobre las relaciones hombre-mujer, para que nos cuente en forma de monologo tipo club de la comedia, sus desventuras con sus relaciones de pareja.

25 capítulos en los que destenillarse de risa, sonreír y desesperar; pues las situaciones no pueden ser más caóticas y absurdas, como si el protagonista: un inmaduro patológico, no supiera dar una dirección definida a su existencia y naufragara constantemente en mares de insensatez y se empeñara en relaciones complicadas de definir.


"Javier Fraude" es el personaje al que me refiero, un cuarentón que parece no encontrar su lugar en la vida. Cantante de medio pelo que:


  "Da conciertos antimultitudinarios con afán de lucro por su parte, y poco afán de lucrarlo por parte del público"


Y mira por donde una de sus más adictivas admiradoras es una muchacha de 20 años imponentes, de medidas espectaculares, melena larga y morena y ojos color aceituna, inteligente, bella... y muy loca de amor por sus huesitos.




"Utopía" que así no se llama, pero a la que "Javier" rebautiza de esta forma como homenaje a "Joaquín Sabina", pues parece describirla en una de sus canciones de pura poesía canalla. 

https://www.youtube.com/watch?v=iAdu4IZHUkg


Y el asunto es que "Javier" tiene un trauma con una abuela difunta que le repetía de niño que jamás sería amado por ninguna mujer; y él, muy terco se empecina en creer tal premonición. A la vez se obceca en despeñarse en cada relación que empieza, terminando de forma desastrosa por su parte.


Nos cuenta de sus primeras novias, de sus primeras relaciones con las féminas hasta llegar a un matrimonio que se rompe a los cinco años por infidelidad, distancias e incompatibilidad de caracteres y de oficios. Ella mujer de éxito y él un pelagatos. Ambos poco fiables en uniones duraderas.


"La conocí y le juré que moriría por ella, lo que nunca prometí es cumplir una cadena perpetua a su lado."


Bueno, el caso es que ahora el protagonista se haya sumido en un divorcio y los quebraderos de cabeza que conllevan los trámites. Tendrá que batirse el cobre con la abogada de su ex-mujer. "Maika Bela" es su nombre, pero a la que el denominará como "Maquiavela" de forma cariñosa por sus retorcidas intenciones.


"Rebeca" es la suya, y está más que harta de sacarle de apuros y ver como su cliente se empeña en pasar de todo y dilapidar sus pocos bienes y su vida, a la vez que en tirarle los tejos. Mujeriego irresoluto.




El tema es que la relación con "Utopía" ha conducido a la pareja a un calabozo de Valencia donde pasarán 24 horas acompañados por delincuentes y policías; desde la celda "Javier" reflexionará sobre el amor y el infierno-paraíso en el que le tiene sumido su nueva pareja. Una mujer desenfrenada y pasional que le engaña, le encela, le abandona, le transporta a las nubes en sus relaciones carnales; celosa, caprichosa, y cambiante como la luna. Algo desmedido como la energía nuclear desatada e irrefrenable.


"Los hay quienes prefieren libros. Yo prefiero su alma. Releer constantemente la misma página y ver como mutan las frases cada nueva lectura."


La prosa del relato es fluida, como suele ser habitual si se trata de libros de humor, el lenguaje no se atiene a los formalismos convencionales y es fresco, desenfado y actual, aunque muy correcto a la hora de refrenarse en tacos, palabrotas, exabruptos y reniegos, que alguno hay por necesidad de guión, pero sin abuso. 

De paso nos dejará por el camino alguna humorada como esta:

"No tengo duda de que existen los divorcios amistosos, como tampoco la tengo de que existen los marcianos, pero ninguna de las dos cosas las he visto con mis propios ojos."


La historia está narrada siempre en primera persona y de forma coloquial, desgrana los sucesos que acaecieron en un pasado reciente y en un presente inmediato. Exactamente como lo describí al principio: Somos interlocutores de un monologo sin lugar a replica. Bueno sí, la de corresponder con risas por las ocurrencias de este individuo que en cuestiones de amores verdea en exceso.


Para el que quiera pasar un buen rato sin complicarse excesivamente en comprensión lectora, este es el libro adecuado. ¿Que los hay mejores? sin duda alguna. Pero: ¡A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo suyo!


"Creo que muerto hay esperanza, encerrado solo muros."




domingo, 9 de noviembre de 2014

Consejos de la abuela



¿Quién no las recuerda? Arrugaditas, sentadas en un sillón o en silla de enea, trajinando con sus labores de calceta, ganchillo o tejiendo jerseys, bufandas o cordones de colores para sus nietos.

Las abuelas, esas señoras que antaño vestían siempre de negro, pues sus difuntos maridos casi siempre las antecedían en la muerte, y tan fieles eran ellas que mantenían el luto hasta la propia.

Mujeres trabajadas por el tiempo con mucho sacrificio en sus encorvadas espaldas. Se afanaban en la casa, en el campo y cuidaban niños, ancianos y enfermos cuando les tocaba.

La mía era de pueblo, de esos de Castilla, la seca y árida, donde la tierra se resistía a dar sus frutos por falta de agua y había que arrancárselos a base de arado, guadaña, hoz y azadón. Esas eran las herramientas más usadas por todas las familias... No hacían falta rayos Uva para coger moreno, ni aparatos de gimnasio para mantenerse en forma. Aunque entonces la gente durara poco. Eran más sufridos pues trabajaban más y se quejaban menos, y eso les deshacía el hígado y los huesos.

Después llegó una guerra con sus violencias, injusticias, penurias y hambre. Más tarde la emigración a las ciudades, propició que
los pueblos se vaciasen de los pocos hombres jóvenes que quedaban. 
Y los abuelos languidecieron, viendo pasar las horas sentados al sol, delante de las puertas de sus pobres casas que fueron antaño hogares de reunión familiar en torno a la lumbre de las chimeneas; allá donde se contaban historias y antiguas batallitas.

Mis abuelos murieron, y con ellos se llevaron todas las historias, y las caricias, y los juegos que siendo niño conmigo compartieron,  tuve suerte de conocerlos con sus vicios y virtudes, como todo hijo de Adán y Eva. Pero ante todo fueron grandes personas nobles y buenas que dejaron su impenitente huella tras su firme paso.

También dejaron atrás un recuerdo grato, al igual que sus recetas culinarias, sus remedios caseros y sus refranes populares. Pero ante todo, la herencia de sus consejos para hacernos hombres y mujeres razonables, con valores éticos de conducta y educación que hoy en día más de uno quisiera ver en sus hijos.

Buenos educadores a pesar de no tener estudios. Quizá por ello tampoco tuvieron tanto prejuicio ni tanta tontuna como la que hay ahora.

Guardo recuerdo sobre todo de la madre de mi madre, la típica abuela con moño, saya negra y agujas en mano, unas manos suaves a pesar de la vejez, siempre ocupadas en tejer lo que fuera, mientras desgranaba anécdotas, una tras otra., siempre que hubiera alguien que la escuchara.

Y allá estaba yo para hacerlo, con mis orejas de soplillo y mis oídos atentos a todo lo contado por ella. ¡Y como la añoro! Inconsciente fui olvidando todos los buenos consejos que me dio, siempre con metáforas, como acertijos ocultos a los sabios que eran claros mensajes para los sencillos de corazón.

Después se marchó quedita y silenciosa a los 99 años, fue
longeva y serena hasta el fin.
Yo crecí, y a mi memoria empezaron a llegar como restos de naufragio, los retazos de todo aquello que ella fue tejiendo con paciencia en mi memoria, como la colcha colorida de retales que me hace recordarla.

Quise hacer una recopilación de todo aquello que me iba enseñando, como homenaje a su persona, de forma que nunca más volviese a olvidar lo aprendido. 

Queda esto que te cedo con gusto, para que lo hagas tuyo si quieres, si no, lo olvidas. Algo que yo nunca podré hacer, pues fue el legado que recibí de mis mayores: 

                               
                                  Los consejos de la abuela.


 Hay que danzar como lluvia fresca en los charcos.
 Hablar
como lo hace la brisa en las esquinas.
 Aprender el camino y caminar despacio,
que la vida con prisa finiquita enseguida.

Hay que intentar
acercarse al brocal de los libros a beber historias.
Escribir con tinta roja de sangre tus fatigas,
 orlar de verde esperanza. la alegría.
La ilusión puesta delante
y detrás tus agonías.

Debes observar la hoja, 
del árbol recién caída.
Las nubes contemplar como transitan.
Unas caen, otras se esfuman
Metáfora de brevedad, de efímero pasar
 como la vida.  

Tienes que saber escuchar 
 la voz del agua que susurra,
como lo hacen los niños con los cuentos.
y calmar tus impulsos repentinos
y trocar tus palabras por silencios. 

Se fuerte
 como el olmo que se dobla con el viento
pero al que no quiebra ni vendaval ni tormenta.
 Se puerta abierta,
 ventana con flores,
 casa con amigos que entran.

se fiel a ti mismo a pesar de todo,
adorna tu cara con una sonrisa.
No uses la mentira, la burla ni el bulo,
la soberbia sobra, igual que el insulto.


Se generoso amando, no pongas barreras.
calienta cual fuego,
cual faro, ilumina.
y ofrece tu mano si te necesitan.

Mantén tu corazón rebelde de joven
lucha y se tenaz,
con todo lo tuyo se un inconformista.
pero se paciente con lo de los demás.

Basa en la honradez tus actos y entregas.
Busca el ser feliz y hazlo en plenitud.
El mundo es de aquellos que saben reír,
viniste acá solo para serlo.

Piensa en tus hermanos, no los abandones,
se generoso sin reservas.
Que aunque el tiempo olvida,
el amor se queda donde tu estuviste.
Cuando tu te vas.

                                                                                   

    En recuerdo de mi abuela. siempre conmigo





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