viernes, 27 de noviembre de 2015

Palabras para Chelo

 Para Chelo, que es una cajita de sorpresas, por su tercer año como bloguera entregada a la causa. (Los amigos están para eso)






De corazón danzaré contigo tras la lluvia,
y pisaré los charcos con la ilusión del niño.
Esperanzado miraré hacía arriba para ver las nubes,
te presentiré tras ellas como a sol de Mayo.

Acariciadora eres con tu nombre propio,
como la brisa mañanera que refresca el rostro.
Con tu cuerpo estrechado en imaginado abrazo,
te intuiré como adagio, como arpegio hermoso.

Al indefinido esbozo de tu bocetado rostro,
le pondré sonrisa y luminosos ojos.
Tiempo pasajero de añorada ausencia,
retazo juvenil de recordada esencia.

Liviana en palabras y amorosa en prosa,
verso consentido, colorida aurora.
Luminoso faro,
caja de sorpresas con celeste lazo.

Correré por tus renglones al encuentro,
te esperaré en el párrafo inicial de mis poemas.
Serás protagonista consentida de la historia,
el misterio y el final feliz del argumento.

En la amistad se basará la confianza,
de las cómplices risas por remotas ondas.
Y de cine será la aventura comenzada,
con reparto de lujo y en compañía grata.




                                                                                   Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 24 de noviembre de 2015

La historia de María



Esta entrada he de publicarla hoy, pues mañana tendré un día complicado y quiero contribuir con este pequeño relato a una causa que no debería serlo.

Todos los seres humanos deberían ser libres a la hora de amar y de elegir lo amado; pero va a ser verdad que el amor es ciego y que la elección no es la correcta en muchas ocasiones.
Tenemos derecho a equivocarnos pero no a costa de nuestra dignidad como personas.

Que este pequeño cuento imaginado se convierta en una realidad para muchas mujeres: Liberarse de una carga pesada y de un lastre inmerecido. Que los maltratadores sufran las consecuencias de sus actos y que no sean capaces de encontrar, víctimas que se les sometan.





María vivía en una casa de acogida para mujeres maltratadas por sus parejas; allí se las protegía cuando no tenían a donde ir y se las ayudaba a cicatrizar las heridas de la piel y las del corazón.
María descubrió que era posible la vida lejos de él, de sus manos cerradas en puños que en vez de acariciar lo amado, golpeaban con dureza su cuerpo, el mismo que ella le entrego terriblemente enamorada.

Huyó de su lado, fueron muchos los años de vejación, después de perdonarle y concederle nuevas oportunidades que el convertía en tortazos, insultos y puñetazos que la dejaban tendida en el suelo, aterrorizada y llena de moratones.

Ella tenía la esperanza de no terminar engrosando la lista de estadísticas de las víctimas fatales de esa violencia mal llamada "de género". Violencia pura y dura que no es femenina ni masculina sino pura crueldad, profanación, ferocidad, agresión salvaje. Por ello llamó a un teléfono que le dio una vecina que sospechaba de su situación, María estaba avergonzaba, pero no quería morir "Por amor"

Un juez dictaminó una orden donde se decretaba a su maltratador el que se alejara de ella, pero sabía que él no desistiría en el empeño de hacerla daño. El la consideraba su posesión. Buscaría la ocasión de encontrarla y le haría pagar muy caro el haberle abandonado; la denuncia tendría su precio. 

La justicia nunca es justa con los débiles, con los que tienen todas las de perder. En esta sociedad siempre ganan los que juegan con las cartas marcadas y los dados lastrados.

Un buen día María salió de la casa de acogida y no volvió, se la perdió el rastro...

Los responsables del centro se alarmaron por su repentina desaparición y ya se temían lo peor cuando al cabo de un mes, María apareció de nuevo por allí.

Sus labios sonreían a pesar de estar partidos, que junto con un ojo entrecerrado por un fuerte golpe, eran testimonios suficientes para comprender lo que de nuevo había vuelto a ocurrir.

Fue recibida con abrazos y besos por parte de sus compañeras, y azuzada por ellas se vio obligada a relatarlas su pequeña historia; esta misma que estáis leyendo ahora mismo, una historia que María quería olvidar a toda costa. 

Una crónica que era cruel pero que terminaba llena de esperanza en un nuevo futuro en libertad ya que, como ella misma contó, supo poner al fin tierra de por medio entre su ex-pareja y ella, mientras en un aparte pensaba: Más bien le puse la tierra encima, pero ¡Claro! eso no tenía porqué saberlo nadie ¿Verdad?




Derechos de autor: Francisco Moroz

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