Esta entrada he de publicarla hoy, pues mañana tendré un día complicado y quiero contribuir con este pequeño relato a una causa que no debería serlo.
Todos los seres humanos deberían ser libres a la hora de amar y de elegir lo amado; pero va a ser verdad que el amor es ciego y que la elección no es la correcta en muchas ocasiones.
Tenemos derecho a equivocarnos pero no a costa de nuestra dignidad como personas.
Que este pequeño cuento imaginado se convierta en una realidad para muchas mujeres: Liberarse de una carga pesada y de un lastre inmerecido. Que los maltratadores sufran las consecuencias de sus actos y que no sean capaces de encontrar, víctimas que se les sometan.
María vivía en una
casa de acogida para mujeres maltratadas por sus parejas; allí se las
protegía cuando no tenían a donde ir y se las ayudaba a cicatrizar las heridas
de la piel y las del corazón.
María descubrió que era posible la vida lejos de él,
de sus manos cerradas en puños que en vez de acariciar lo amado, golpeaban con
dureza su cuerpo, el mismo que ella le entrego terriblemente enamorada.
Huyó de su lado, fueron muchos los años de vejación, después de
perdonarle y concederle nuevas oportunidades que el convertía en tortazos,
insultos y puñetazos que la dejaban tendida en el suelo, aterrorizada y llena
de moratones.
Ella tenía la esperanza de no terminar engrosando la lista
de estadísticas de las víctimas fatales de esa violencia mal
llamada "de género". Violencia pura y dura que no es femenina ni
masculina sino pura crueldad, profanación, ferocidad, agresión salvaje. Por
ello llamó a un teléfono que le dio una vecina que sospechaba de su
situación, María estaba avergonzaba, pero no quería morir "Por amor"
Un juez dictaminó una orden donde se decretaba a su maltratador el que se
alejara de ella, pero sabía que él no desistiría en el empeño de
hacerla daño. El la consideraba su posesión. Buscaría la ocasión de encontrarla y le haría pagar muy caro el haberle abandonado; la denuncia
tendría su precio.
La justicia nunca es justa con los débiles, con los que tienen todas las de
perder. En esta sociedad siempre ganan los que juegan con las cartas marcadas y los dados lastrados.
Un buen día María salió de la casa de acogida y no volvió, se la perdió el rastro...
Los responsables del centro se alarmaron por su repentina desaparición y ya se
temían lo peor cuando al cabo de un mes, María apareció de nuevo por allí.
Sus labios sonreían a pesar de estar partidos, que junto con un ojo entrecerrado por un
fuerte golpe, eran testimonios suficientes para comprender lo que de nuevo había
vuelto a ocurrir.
Fue recibida con abrazos y besos por parte de sus compañeras, y azuzada
por ellas se vio obligada a relatarlas su pequeña historia; esta misma
que estáis leyendo ahora mismo, una historia que María quería
olvidar a toda costa.
Una crónica que era
cruel pero que terminaba llena de esperanza en un nuevo futuro en libertad ya
que, como ella misma contó, supo poner al fin tierra de por medio entre su
ex-pareja y ella, mientras en un aparte pensaba: Más bien le puse la tierra
encima, pero ¡Claro! eso no tenía porqué saberlo nadie ¿Verdad?
Derechos de autor: Francisco Moroz