lunes, 7 de diciembre de 2015

Bailarina

Lo que leeréis es un pequeño relato, de los que suelen aparecer de vez en cuando en estas páginas virtuales. Sería uno más si no fuera especial para mi ¿Por qué? por poseer en sus renglones un sentimiento compartido como es el amor por las letras escritas.
Desde hace bien poco una joven seguidora del blog me pidió que supervisase algo escrito por ella, de ahí surgió una complicidad que ha originado en este caso, este relato corto que tiene esa delicadeza en su interior que yo no hubiera sabido trasmitir. Ese matiz romántico que a los hombres nos falta en tantas ocasiones.
El caso es, que ella lo imaginó y lo escribió, yo tan sólo lo pulí y cambié algunas palabras. El resultado es este, y ambos quisimos compartirlo con vosotros, con la esperanza de que os guste y lo disfrutéis.






¡Baila! ¡Baila! ¡No dejes de bailar!

Ella es observada, él no puede parar de mirarla. Solo se oye el rasgueo de su lápiz al ritmo de su danza.
No hay música, no hay prisa ¿Por qué bailar?... ¿Por amor quizá?

Sus labios entreabiertos y sus manos delicadas, sus rizos dorados y su piel blanca casi transparente, la hacen parecer perfecta.

Los ojos cerrados, sintiendo el silencio mientras los copos de nieve caen pausados sobre ella. Los del joven abiertos para captar todos los detalles.

Ella baila para él, lo presiente. El muchacho la dibuja, mientras olvida que en su mundo no es real.  Se empapa de sus movimientos y los traza con mano hábil de artista. Se siente pareja de baile junto a ella.

Su lápiz se mueve por el papel trazando curvas, de la misma manera que el cuerpo femenino a través del cristal, tan cercano e inalcanzable.

Ni siquiera se conocen. Tal vez se pudiera presentir que son amantes clandestinos que se encontraron en un instante de soledad, o tal vez amigos incondicionales que comparten un efímero momento. Lo único que se podría afirmar, es que se admiran y se acarician con los ojos.

Ella tiene la expresión relajada, pero seguro que desearía ver su boceto; posar su mirada en los trazos de grafito, reconocerse en ellos y difuminarse también.

Él no puede dejar de observar su cuerpo como filigrana en movimiento.
Sus ojos se pasean libres en sus formas.  No puede decidir que curva le gusta más, si la de su sonrisa, o la de su de perfilada cintura.

…Y entonces la nieve deja de caer,  ya no cubre su pelo dorado, ni su piel blanca

El lápiz experto se levanta del papel y el muchacho artista se acerca a ella para susurrarle su admiración. Le resulta muy extraño que haya dejado de nevar.
La recoge con manos temblorosas  ¡Qué pequeña se ve allí adentro! ¡Qué frágil! ¡Qué insignificante!

Él, agita la bola de cristal  y la nieve empieza a caer de nuevo por el escueto paisaje cubriéndola toda. Ella sigue hierática en su danza eterna, incluso cuando la esfera transparente  se resbala de entre sus manos y se hace añicos contra el suelo de madera,  emborronando el esbozo del dibujo de una preciosa bailarina.

Ya no hay nieve, sólo queda un pequeño charco de agua.

Ella fue liberada de su prisión y él quedó aprisionado por un sueño y una idea peregrina anidada en su cabeza: la de no saber si la admirada belleza, la llegaría a encontrar alguna vez reflejada en el cuerpo de alguna mujer.






                                                                      Derechos de autor: Missing Writter-Francisco.M                         

sábado, 5 de diciembre de 2015

Cuestión de valor




Presentado al concurso de relatos: "Villanos extraordinarios" propuesto por:
El círculo de escritores.






En un mundo caótico y extraño ha llegado el momento de la verdad, la hora en la que el bien y el mal se medirían de nuevo en batalla desigual.

Suena de forma insistente la alarma y tenemos que prepararnos raudos para la batalla. Los nervios pueden conmigo, siempre me ocurre lo mismo unas horas antes del encontronazo.

Entramos todos al combate, hermanados contra las fuerzas alienadoras que someten a esclavitud a cientos de almas.

Somos seres condenados a luchar diariamente con la esperanza de llegar de nuevo a nuestros hogares sanos y salvos; lo que es de todo punto imposible. Al menos, yo siempre me considero derrotado y exánime, sin fuerza para levantar siquiera los brazos y pensar en otra cosa que no sea en reponer fuerzas, con un periodo de descanso que durará lo justo para poder salir de nuevo al encuentro del villano que domina mi vida.

¡Qué ingrata vida!
Nací libre y digno, y debo defenderme con todas mis  fuerzas para preservar esa dignidad, la libertad  ya la perdí hace tiempo; justo desde que ese hombre maligno me engañó con sus promesas de progreso y beneficio y me encadenó junto a otros muchos compañeros en la desgracia.

Todos los días a esta misma hora, siento un latido en mis sienes que me anima a rebelarme, a soltar amarras y alejarme del infierno convertido en rutina, pero desisto una vez más, pensando en los míos, en los que dejé atrás y me esperan.
Me he de cubrir pues, con la coraza de la fría indiferencia y la armadura de fingido valor.

Paso el control, ya  me encuentro dentro de la torre, ocupando el puesto asignado para recibir sin inmutarme al presentido enemigo.

Y sé, que como traidor se acercará por la espalda, como la alimaña depredadora que es, pretenderá sorprendernos,  intentando golpear en los flancos descubiertos.
Todos estamos expectantes a que aparezca, pero nunca lo hace cuando lo esperamos. Es calculador e inteligente y cuida su estrategia minuciosamente para hacernos el máximo daño.

Llegará un día que marcharé por campos baldíos llenos de desesperanza ¡Lo sé! Pero no seré de los que desperdicien la vida luchando batallas que no me pertenecen,  prefiriendo, antes que rendir las defensas, enfrentarme cara a cara a ese ser sin escrúpulos que me tiraniza a diario, aun sabiendo de mi sufrimiento y mi entrega, mi dedicación absoluta a su causa, que no es la mía. Nunca hay recompensas, sólo sufrimiento.

El me dijo que éramos un equipo, que peleábamos en el mismo bando, para medrar, pero intuyo que eran arengas sin sentido, añagazas para oprimirme. En definitiva, es un ser diabólico que pretende involucrarme en la dinámica del: ¡Resiste o abandona!

Veo el cielo azul allá afuera, a las aves volar con la libertad que les proporciona su alas. ¡No tienen señor que les exija servidumbre!

Mis pensamientos se disipan en cuanto oigo sus pasos quedos, felinos, a la caza de alguno de nosotros, al acecho para ver quien baja la guardia y descuida la labor asignada.

Fijo mi vista al frente y no veo el horizonte, a los lados tan sólo esclavos entregados que capitularon, como yo mismo. ¡Pero me alzaré algún día! ¡Me lo he propuesto! ¡Aunque no será hoy !

Siento los ojos del director ejecutivo a mis espaldas,  y me yergo como guerrero que soy,  golpeando con toda la fuerza de mi frustración las teclas del ordenador.

Las cuatro “Torres de Mordor” seguirán en pie, mientras los malditos villanos, señores de las finanzas, tengan a leales y sumisos vasallos que obedezcan sus impías ordenes.




                                           
                                                                                      Derechos de autor: Francisco Moroz

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