Sus treinta y
tantos años no le impidieron ser el más delirante de los psicópatas, el más
apasionado y entregado a su labor meticulosa que consistía en matar sin dejar rastro de su paso por el
lugar de los hechos.
Unas 25
víctimas pasaron por sus manos de orfebre torturador, dándoles un teatral final
a sus míseras y rutinarias existencias.
Pero todo
termina en esta vida y al final tanto arriesgar puso sobre la pista a los
sabuesos del F.B.I.
Todo artista, tarde o temprano, desea dar a conocer su obra, y Henry Bones no iba a ser una excepción cometiendo el error de empezar a dejar su firma, como marca estampada en la carne de sus elegidos...
Todo artista, tarde o temprano, desea dar a conocer su obra, y Henry Bones no iba a ser una excepción cometiendo el error de empezar a dejar su firma, como marca estampada en la carne de sus elegidos...
... Soy Paul
Tremón, inspector al cargo de la investigación sobre los horrendos crímenes de
Bones, y hoy es un buen día para mí, el día de la recompensa por la ardua labor
desempeñada en la consecución del caso que hoy quedará definitivamente cerrado.
Han pasado cinco años desde que pudimos hallar pistas que nos condujeron al sádico asesino y pudiésemos
acorralarlo; por fin se hará justicia, la que se aplica en el estado de Ohio
con estos enfermos degenerados que no respetan la ley, que se creen dioses a la
hora de decidir quién vive o quién muere.
Después de
disquisiciones interminables, presentación de pruebas, juicios y revocaciones; este animal sádico saldrá del corredor para encontrarse con la muerte cara
a cara, en forma de inyección letal que le será suministrada bajo la
supervisión de un médico forense; y bajo la atenta mirada de seis testigos entre
los que me encuentro yo, para confirmar, que la sentencia se lleva a cabo y que
este monstruo abandone la sala metido en una caja de pino.
Llega el
momento de la verdad, se abren las cortinas que tapaban el ventanal que nos deja
ver a los presentes la camilla donde morirá Henry Bones. El forense y el alcaide
están adentro, sólo falta el reo que en esos momentos entra por la puerta
esposado y acompañado de dos guardias. No puede haber sorpresas de última hora
en esta ejecución de la que está pendiente todo el país.
En la sala
de los testigos se respira la tensión, en un ambiente que ya de por sí está sobrecargado a causa del sudor que producen los nervios de los que allí estamos, esperando con
expectación y cierto morbo ver morir a un asesino despiadado.
Quitan las
esposas al condenado y lo tumban con cierta delicadeza, como si se tratase de
acostar a un niño para dormirle. La diferencia radica en que le atan los brazos y las piernas con correas de cuero a las barras de la camilla de la que no despertará jamás.
Los guardias
se quedan apostados junto a la puerta del habitáculo, vigilantes y a la espera.
Se le invita
a Henry a decir unas postreras palabras antes de que se le inyecte la dosis letal y este, girando la cabeza hacía donde
nos encontramos, sonríe malignamente y se dirige a nosotros en los siguientes términos:
-Estad seguros que esto no terminará aquí, continuará, se repetirá
hasta la saciedad y no dejaré que se os olviden mis crímenes; alguien se encargará de
escribir la historia y seré inmortal e incluso famoso. Volveréis a oír mi nombre.
Y tras esto profiere una risa estrepitosa, de esas que hielan el alma.
De pronto suena
el teléfono interno y el alcaide lo toma con temblorosas manos y tras asentir
varias veces con el rostro trasmutado, cuelga el auricular y con angustia en
la voz nos transmite el siguiente mensaje:
-Me han
comunicado que la sentencia se pospone al menos hasta la semana que viene. Plazo
que necesita el bloguero de turno, para hacer la reseña del libro
que cuenta la historia de este odioso individuo.
Nos quedamos
todos atónitos y un poco contrariados, pero la ley es la ley, y hay que respetarla.
Soy Paul Tremón, y abrigo al menos la esperanza de que mi nombre salga en la sinopsis del libro.
Esto de los blogs literarios, está cambiando la historia.
Soy Paul Tremón, y abrigo al menos la esperanza de que mi nombre salga en la sinopsis del libro.
Esto de los blogs literarios, está cambiando la historia.
Derechos de autor: Francisco Moroz