miércoles, 15 de junio de 2016

Érase una vez





- Mira bonita, como vuelvas a arrancar flores del parterre te las hago comer, esto es un parque público y no una floristería.

-pero es que quiero llevárselas a un familiar que está en el hospital y como me pillaba de paso, pues he pensado…

-Pues precisamente mucha pinta de pensar no tienes, Tu facha más bien es la de niña mojigata, gazmoña con un puntito de listilla repipi.

-¡Oiga, que yo no le he insultado a usted! ¡Un respeto! soy menor de edad y le pueden meter un paquete si interpongo la denuncia adecuada en las instancias pertinentes por acoso hacia mi desvalida persona.

-¡No te he insultado, vas de listilla! ¿Ves? Ese vocabulario no es habitual en una nena. Eres un tanto presuntuosa si piensas que te estoy acosando. Simplemente te recrimino el destrozo de la propiedad ajena. Además, si quisiese hacerte daño no tendrías ninguna oportunidad de huir de mi. Si sumas el tiempo que necesita tu escaso cerebro para mandar la ordenes a tus flacas y cortas piernas y la capacidad de reacción, más el peso del carro de la compra que llevas lleno hasta los topes, no creo que llegaras muy lejos. Te pondría las zarpas encima antes de llegar a la salida.

- Cuanta vanagloria e importancia se da, ni que fuera un súper héroe de esos de cómic de Marvel, tan solo que usted no tiene pinta ni de heroico ni de inteligente aunque quiera parecerlo, lengua tiene una poca, y mucho morro, pero la "chupa" de piel que lleva puesta en pleno verano, dice mucho al respecto de su cortedad intelectual y cognitiva.

-¿Tú eres de letras no, bonita? Y seguro que escribes poemas de amor bajo la luz de la luna, mientras esperas al príncipe ideal de tus sueños, de esos que en realidad ,son ligones aventureros de “aquí te pillo y aquí te mato” y después "si te he visto no me acuerdo" “más lerda no puedes ser…
¡¡Qué te he dicho que no arranques flores, mocosa!!

-¡Ay qué miedo me das Satanás!

A la que dice esto, la niña sale corriendo, echándole las flores en la cara al individuo para desorientarle, perdiéndose entre los setos de aligustre y los macizos de peonias, mientras que  el carro de la compra derrapa en las curvas de las sendas, rompiendo a su paso siete preciosos enanos de jardín y levantando una cenicienta nube de polvo que oculta oportunamente la presencia de la veloz y tierna infante vestida de rojo y tan pálida como las blancas nieves.

Ya cerca del hospital la niña escucha el aullido de una sirenita de ambulancia que le indica la cercana presencia del centro donde está encamada su yaciente abuela.
Llega, entra, y ve a la anciana paciente. Se acerca al catre y se dirige a ella diciéndole:

-¡Abuelita te han salido arrugas nuevas en la cara!

-La edad y el sufrimiento mi hijita, -responde la individua-.

-Abuelita que ojos tan siniestros e inyectados en sangre tienes…

-El calor de la colcha y la falta de aire acondicionado me matan.

-¡Viejita! Que uñas más largas tienes.

-¡Ay chiquita! Que no me hago la manicura desde que vi la peli de Eduardo manos tijeras.

- Abuelita, abuelita…

¡Calla ya cansina! Y deja de llamarme abuelita ¡Coñe! ¡Me llamo Freddy Krueger  y tú te estás equivocando de cuento leñe! ¡¡Hala pá fuera!!

A la que sale, pasa por delante de la sala de espera que huele a pocilga, y observa de reojo a tres cerditos apestosos y al pobre lobo del parque, resoplando a causa del hedor.

Colorín, colorado.




Derechos de autor: Francisco Moroz



Presentado al concurso LOL I 
Propuesto por Círculo de escritores.


lunes, 13 de junio de 2016

La gran prueba



Las mañanas, si no llueve, las emplearemos para el entrenamiento en carrera y perseverancia. Tienes que estar preparada para competir contra la mejor, sacando partido de todas tus ventajas físicas y mentales con respecto a tu opositora.

Me congratula el que me hayas elegido como entrenador personal. Si te entregas en cuerpo y alma ¡ganarás! estoy casi seguro.

Harás historia con tu proeza, quedando reflejada en los anales de los relatos épicos con un titular que podría parecerse a este: La gran carrera que ganó la tortuga a una liebre.


Derechos de autor: Francisco Moroz


sábado, 11 de junio de 2016

Reflexión existencial




¡Ya veo la luz! ¡La veo! Allá a lo lejos todavía, pero cada vez más cercana. Una luz que me llama y me atrae hacia una especie de puerta abierta que me dará una presentida trascendencia cuajada de eternidad.

Los mayores me explicaron unas cuantas veces que nuestra vida es efímera, que nacemos poco más que para madurar convenientemente, aprender a sobrevivir lo necesario para buscar y encontrar pareja y procrear para que la especie no se extinga nunca.

¡Qué sutil forma de comunicarme que daba lo mismo lo que hiciese! Mi cuerpo se consumiría a pesar de todo en un instante de futilidad, sin dejar nada más que un exánime cadáver gris ceniza que alguien soplaría para hacerlo desaparecer de la faz del mundo.

Mis sueños de grandeza se volatilizaron según me hacia consciente de que mi existencia se ceñía a un plan que parecía premeditado y urdido de antemano por los dioses creadores de tanta fragilidad.
Daba lo mismo lo que hiciese, los giros inesperados que parecían espontáneos y los cambios de rumbo que había trabajado tanto, no eran sino parte de la carga genética que trasportaba mi ADN.

Me gustaría corregir la plana a esos gurús de lo predecible, emprender hazañas inesperadas que me hiciesen un ser especial y admirado. Pero es tarde para ello, la luz me atrae y me llama irremisiblemente. Voy hacia ella de forma hipnótica, también eso parece estar establecido por ciertos patrones de conducta contra los que no puedo rebelarme.

¡En fin! No me resisto a mi suerte, a lo mejor en otra vida pueda cambiar pautas y utilizar eso que llaman los hombres libre albedrío.

Yo soy tan solo una molesta polilla atraída por un foco incandescente que acabará conmigo y con mi inesperada reflexión.


Derechos de autor: Francisco Moroz

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