¡Ya veo la luz! ¡La veo! Allá a lo lejos todavía, pero cada vez más
cercana. Una luz que me llama y me atrae hacia una especie de puerta abierta
que me dará una presentida trascendencia cuajada de eternidad.
Los mayores me explicaron unas cuantas veces que nuestra vida es efímera,
que nacemos poco más que para madurar convenientemente, aprender a sobrevivir
lo necesario para buscar y encontrar pareja y procrear para que la especie no
se extinga nunca.
¡Qué sutil forma de comunicarme que daba lo mismo lo que hiciese! Mi cuerpo
se consumiría a pesar de todo en un instante de futilidad, sin dejar nada más
que un exánime cadáver gris ceniza que alguien soplaría para hacerlo
desaparecer de la faz del mundo.
Mis sueños de grandeza se volatilizaron según me hacia consciente de que mi
existencia se ceñía a un plan que parecía premeditado y urdido de antemano por
los dioses creadores de tanta fragilidad.
Daba lo mismo lo que hiciese, los giros inesperados que parecían espontáneos
y los cambios de rumbo que había trabajado tanto, no eran sino parte de la
carga genética que trasportaba mi ADN.
Me gustaría corregir la plana a esos gurús de lo predecible, emprender
hazañas inesperadas que me hiciesen un ser especial y admirado. Pero es tarde
para ello, la luz me atrae y me llama irremisiblemente. Voy hacia ella de forma
hipnótica, también eso parece estar establecido por ciertos patrones de
conducta contra los que no puedo rebelarme.
¡En fin! No me resisto a mi suerte, a lo mejor en otra vida pueda cambiar
pautas y utilizar eso que llaman los hombres libre albedrío.
Yo soy tan solo una molesta polilla atraída por un foco incandescente que
acabará conmigo y con mi inesperada reflexión.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Qué ideal si existiera una trascendencia en la eternidad. Pero me temo, como dices al final, que solo somos como molestas, más bien molestísimas, polillas destinadas a la extinción. Pese a ello, que tengas un buen domingo, Francisco.
ResponderEliminarCada uno tiene sus creencias al respecto, pero no deja de ser cierto que todo ser vivo busca trascendencia aferrándose a la vida tangible. queremos perdurar, pero nos vemos abocados irremisiblemente a la muerte. En eso si que somos efímeras polillas que se dirigen a la luz.
EliminarUn abrazo Ángeles.
Tengo comprobado que, para los humanos también, cuando te sales de las pautas y patrones establecidos eres como un bicho (polilla) raro, pero ¿para qué existe sino el libre albedrío (que también anhela la protagonista de tu relato)?
ResponderEliminarDesde luego que el título es muy apropiado y muy buena la filosofía que encierra tu relato.
¡Besos, Francisco, y feliz domingo!
Cualquier historia sencilla encierra filosofía, enseñanzas y moralejas. en este caso nos parecemos a las polilla, razonando sobre nuestro existencialismo y nuestro final trascendente o no. El libre albedrío solo consiste en elegir opciones que se nos presentan, pero aún así nos da la sensación que el destino es siempre el mismo: un final inevitable.
EliminarBesos trascendentes y eternos Chelo.
¡Sorpresa!
ResponderEliminarY al final era una pobre polilla, intentando escapar a su destino.
Por aportar mi pequeña visión que también me ha sugerido y que no tendría que ver con el existencialismo sino con la tentación.
Si cambiamos luz por determinadas conductas sexuales, alcohol,tabaco a veces vamos ciegos a cosas que sabemos que nos harán daño y a pesar de ello incideremos en ellas sin importarnos las consecuencias.
Brillante Francisco, un abrazo.
Si que aportas un nuevo sentido al relato. Esos fogonazos tentadores que todos hemos experimentado, que nos llaman a desviarnos el camino para probar experiencias nuevas que no siempre son las más adecuadas. nos ciegan como bien dices y pueden significar nuestra perdición, quemarnos las alas y el alma.
EliminarMuy acertado comentario compañero, me complace leerlo.
Gracias y un abrazo compañero.
La luz es símbolo de sabiduría y felicidad pero, como todo en esta vida, es relativo. Para algunos seres caminar hacia la luz puede ser fatal y si no que se lo pregunten a la protagonista de tu relato.
ResponderEliminarQué chispa!
Besos.
Cierto que la luz puede significar sabiduría e iluminación, al igual que el calor puede representar comodidad y complacencia. Pero el fuego quema a la vez que ilumina. la verdad es que los simbolismos e interpretaciones que cada cual haga de las cosas pueden ser infinitas y adecuarlas a sus propias necesidades anímicas.
EliminarLo que queda claro, es que la luz que presuntamente veremos nosotros tras la muerte no es la misma que vislumbra la polilla mientras vive sus últimos momentos.
Un beso Kirke y gracias.
A todos nos pasa antes o después, con más o menos consecuencias, pero todos acabamos sintiéndonos atraídos por luces intrascendentes que lo único que hacen es arrastrarnos hacia donde no deberíamos ir. Nos obstante, como dice tu polilla, contra el ADN poco se puede hacer.
ResponderEliminarMuy buen relato, Francisco.
Un beso.
dicen que el poder de la mente es inconmensurable, pero ante la luz que parece proceder de puertas y ventanas abiertas no nos podemos resistir. Para una abeja la luz puede significar la liberación, para estas mariposas nocturnas, la muerte.
EliminarEn el ser humanos se puede aplicar la misma teoría:A los que uno libera a otros esclaviza.
Acertado comentario Rosa. Te lo agradezco.
Besos.
Me mató esta polilla posmoderna que hasta cree en la reencarnación, ja, ja!! Muy bueno, como siempre, compañero. Lo que más me gusta de leerte es que sé que no me espera el final que adivino, pero nunca logro adivinarlo hasta que a él llego.
ResponderEliminarUn beso y buen comienzo de semana, Francisco!
Fer
Ja,ja,ja,ja Polilla posmoderna. eso está bien, me ha gustado la definición que le has dado a la protagonista. estaría encantada de saber que alguien como tú la tuvo en cuenta dándole tan suma importancia en sus últimos aleteos.
EliminarA lo mejor es lo que le pasa al ser humano, que se rodea de un halo de suma importancia, cuando no deja de ser un ser con una trascendencia limitada a su vida carnal.
Gracias por sorprenderte leyéndome.
Besos
Una reflexión para los últimos momentos de existencia, al menos en este plano, de tu protagonista. Creo que no hay tanta diferencia entre humanos y polillas cuando de luces cegadoras y atractivas se trata, acudimos sin pensar semasiado y sin poder evitarlo.
ResponderEliminarUn relato otiginal y divertido, Francisco. Además encierra una reflexión que me parece interesante.
¡Un abrazo grande y feliz comienzo de semana!
¡Ayyy! si supiéramos con certeza que esos seres a los que calificamos de forma inconsciente y mecánica como de "inferiores" son capaces de reflexionar sobre temas de carácter filosófico existencial. Quizás y digo solo quizás, los respetaríamos en lo que valen, y no como simples bichos molestos sin ninguna finalidad concreta...O eso es lo que nos parece a los que nos creemos superiores sin serlo.
EliminarAhí se abre otro campo de debate.
Besos Julia.
Hay quien cree que todos tenemos un destino el cual no podemos eludir. Yo soy totalmente escéptico en eso aunque muchas veces parezca que todo se acabe desarrollando de un modo predeterminado.
ResponderEliminarLa pobre polilla sabía que genéticamente estaba predeterminada a ser atrapada por la luz y que con ello acabaría su existencia. La luz no siempre es sinónimo de vida. Espero que, si la reencarnación existe (otra cosa en a que no creo, incrédulo de mí) vuelva a la vida reencarnada en un ser mucho más evolucionado.
Un relato que nos puede llevar hacia derroteros filosóficos y existenciales.
Un abrazo.
Incrédulo Josep. ¡Abre tus ojos a la luz! ¡ Ilumínate! encuentra el camino de tu trascendente devenir como ser superior.
EliminarPero no te ciegues ni quemes tus alas, que podrían servir para descubrir destinos preparados de antemano por los dioses magnánimos que velan para que tu existencia mortal no carezca de sentido. ja,ja,ja. Cada uno cree en lo que cree, y como de cierto solo sabemos lo que sabemos, tendremos que confiar que esa luz que presumiblemente veamos en su momento, sea una puerta que nos conduzca a algún lugar mejor y no una llamarada que nos consuma en la nada.
Un abrazo incrédulo creyente.
Es curioso porque en este caso la luz no ayuda a la pobre polilla, atrapada sin poder escapar de un destino ya decidido, me ha hecho pensar que a veces los humanos parece que hagamos lo mismo, sentirse atraídos por luces que conducen a un escenario no gratos, pero del que parece imposible librarse.
ResponderEliminarMejor, como tú dices buscar una luz que nos conduzca a parajes placenteros no a consumirnos.
¡¡Vaya con tu polilla filósofa!!
Un beso
Efectivamente esos caminos tan iluminados y tan claritos y tentadores, no son más que argucias para conducirnos a la propia perdición.
EliminarNo hemos de fiarnos de ciertas ventanas abiertas que nos conducen al abismo, sobre todo si no tenemos alas para volar. La polilla filósofa es mucha polilla y conoce su destino, lo único que no hace bien es no rebelarse contra él si es que no le gustaba lo que veía. Al ADN y a la predestinación se las puede forzar un poquito con la voluntad.
Besos Conxita.
Definitivamente la luz deslumbrante no siempre es el camino correcto y aunque como bien dices el ADN es el ADN a veces debemos ser cautos con las estrellitas que parpadean a nuestro alrededor. Muy buen relato con una invitación a reflexionar.
ResponderEliminarFeliz fin de semana. Besos.
Creo que la luz que ilumine nuestro camino debe de emanar de uno mismo, convertirnos enseres luminosos que tomen la iniciativa contra aquello que llamamos predestinación. Somos dueños de nuestras acciones al igual que de nuestra mente.
Eliminarpodemos ser polillas o luciérnagas. Nosotros elegimos.
Besos
Unos últimos momentos de reflexión con un inesperado final, que hace que uno se carcajee.
ResponderEliminarQué lástima de polilla no tenía opción, sólo un túnel que la llevaba hacia la temida luz.
Muy bueno Francisco, ocurrente y divertido.
Besos, :)
¡En fin! Si los animalillos hablasen como en as pelis de Walt Disney, cuantas reflexiones como esta podrían aportarnos.
EliminarPero somos los que escribimos los que les ponemos voz y los hacemos humanos.
Besos