Cuando nos referimos al insulto, lo que menos podemos
imaginar es que muchos de ellos no empezaron a utilizarse como tales hasta
pasados muchos cientos e incluso miles de años.
Este que os traigo hoy es uno de esos casos. La palabra: "Idiota", tan
sibilina ella, que encierra en sí
misma significados insospechados poseyendo la misma raíz que “Idioma” o
“Idiosincrasia”. Proviene del griego ἴδιος[ˈidios] significando
lo propio, lo particular y personal de cada individuo.
La palabra se
le adjudicaba a todos aquellos que solo se ocupaban de sus asuntos, evadiéndose
de las responsabilidades públicas o políticas, y de las obligaciones que eran
propias de un estado democrático como el griego; donde todo se basaba en la
participación comunitaria para tomar decisiones que afectaban al colectivo.
Si entendemos
la política como lo hace la R.A.E:
-Ciencia que
trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente
de los estados, o
-Actividad de
los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o
a un país.
Podríamos
afirmar sin margen a equivocarnos, que los menos idiotas de todos nosotros son
esas personas que se dedican a la política.
Pero por otro
lado nos encontramos con una contradicción apabullante.
El origen
etimológico de la palabra no tiene que ver en absoluto con el que el
diccionario de la academia le designa actualmente:
-"Tonto o
corto de entendimiento».
-"Engreído
sin fundamento para ello".
"Persona
que es poco inteligente o que molesta con lo que hace o dice".
Entonces nos
podemos preguntar: ¿En qué momento se utiliza esta palabra para el insulto en
vez de para calificar sencillamente una actitud personal ante las pautas
marcadas por la sociedad?
Os lo explico:
Dentro de la
cultura grecorromana las actividades en torno a las ágoras y foros eran de suma
importancia para los ciudadanos libres y comprometidos; pues era donde se
tomaban las decisiones fundamentales para el beneficio comunitario. Si eras uno
de esos listillos a los que solo les preocupaba su estatus personal o
sus intereses personales, económicos, laborales etc… o sea, que si ibas por
libre eras un “Idiota” y de ahí al insulto un paso nada más.
Pues era algo
deshonroso la no participación en las asambleas, y era de “tontos” no hacerlo,
cuando las decisiones adoptadas eran para nuestro bien o para nuestro mal, y
aún así renunciábamos a opinar o a votar sobre las mismas, rehusando a derechos
fundamentales de ciudadanos libres.
¿Esto os trae
reminiscencias de algunas elecciones poco participativas con alta tasa de abstención?
Considerad
esto a nivel de reuniones de comunidad de vecinos y lo entenderéis aún mejor.
Quién no asiste a dichas reuniones, no tiene voz ni voto en las decisiones
tomadas y tendrá que apechugar con lo decidido por la mayoría asistente.
De ahí
surgieron los históricos enfrentamientos entre epicúreos y estoicos. Para los
primeros la política era continua fuente de problemas, mientras que para los segundos
era obligación de hombres sabios participar en ella.
En términos
médicos la denominada “idiocia” o vulgarmente llamada “Idiotismo” toma el
significado de retraso mental profundo que provoca en el individuo afectado una
total ausencia de facultades cognitivas intelectuales y de parámetros de
decisión.
Visto lo visto
en algunos gobiernos de muchos países y en la mayoría de sus partidos políticos
en los que cada uno va a lo suyo persiguiendo intereses personales y espurios.
A casi todos se les podría calificar con propiedad de “Idiotas” redomados;
siendo esta última palabra en su acepción correcta: la aplicada a personas con
cualidades negativas en grado superlativo.
Señores-as, nos vemos en la próxima entrega .
Derechos de autor: Francisco Moroz