Era famosa, de eso no le cabía la menor duda, por la cantidad de admiradores que tenía, uno de ellos era él, que se enamoró perdidamente desde que la conoció. Él, que no podía pasar ni un solo día sin mirar su imagen y besarla con adoración.
Era
una mujer que trasmitía un misterio indefinible, y quería ser el único en descubrirlo, en la
intimidad y sin testigos. Quería hacerla suya aunque sabía que al tratarse de
quién se trataba no sería fácil conseguirlo. Era una de las mujeres más
protegidas del orbe, una de las más codiciadas, cotizadas y deseada.
Parecía
haber hecho un pacto con el mismo diablo, siempre parecía tener su cutis fresco
y suave que incitaba a acariciarla, se moría por experimentar la sensación de
tocarla pero habitaba en el extranjero. Por lo cual, una mañana se levantó
dispuesto a cumplir sus sueños y se dirigió a ese país del que su amada había
hecho su hogar.
Cuando
llegó se quedo mirando el edificio como un pasmarote mientras se
preguntaba si sería digno de ella ¿ Le
aceptaría?¿Querría tan siquiera conocerle?
No
le pusieron excesivos impedimentos para entrar y cuando llegó ante su presencia
quedó subyugado, parecía que el universo entero se hubiera confabulado para que
esa mujer brillase en todo su esplendor. Su cautivadora sonrisa y su mirada volvieron
a enamorarle como cuando era un adolescente. Se acercó a ella, sentía sus
piernas lastradas, como con plomo, su lengua pastosa, la boca como llena de
arena. Había soñado con este encuentro y ahora que tenía ocasión, no
era capaz de hablar con ella.
Decidió pues que al menos la acariciaría y con eso sería eternamente
feliz.
Ella
le miraba en la distancia acercarse, y seguía sonriéndole. Él pensó que no le
importaría pasar la eternidad condenado en
el infierno si esa enigmática mujer le acompañaba.
Llegó
a su lado y extendió la mano hacía su cara y fue entonces cuando uno de los
guardias que custodiaban la sala se dirigió a él de manera un tanto violenta y le
comunicó que los cuadros no se podían tocar.
Tuvo que marcharse avergonzado, pero con la firme convicción de que esa noche la Gioconda sería suya.
derechos de autor: Francisco Moroz
El amor al arte, a un cuadro especifico, a la pintura, magnifico, y es que hay cuadros que enamoran y que te quedarías embobada disfrutando la belleza que transmiten.
ResponderEliminarA mi personalmente me ocurre con Sorolla su luz es uno de mis pintores favoritos por no decirte que el que mas. Gracias una vez mas Francisco. TERE.
El amor es el amor y no hay cortapisas para él.
EliminarTodo es posible cuando ese cupido dios del mismo, nos toca con flechas que a veces son impropias para el ser humano tan tornadizo.
Los pintores y sus pintores enamoran al igual que los músicos con sus partituras. Las cosas bellas enamoran sin duda.
Besos Teresa.
Por una vez seré la primera en comentar. Como siempre un relato embriagador donde vas jugando con quien te lee como te da la gana, piensas en una artista, una modelo..., y él un fan desesperado por tener cualquier cosa que le pertenezca para luego este final tan inesperado, jamás pensé durante los minutos de lectura en que esa sería la dama en cuestión. Como de costumbre para quitarse el sombrero.
ResponderEliminarConocí a esa señora hace algunos años, y como tú protagonista quise tenerla tan cerca que del golpe que me dí contra el cristal aún me duele la cabeza, al menos él salió mejor parado.
Un besazo enorme.
Creo que por vez primera eres la segunda, se te adelantó teresa que es más rápida tecleando.
EliminarPero no importa seas primera o segunda te considero de las buenas seguidoras que se va a tener que comprar al final un sombrero vaquero por lo mucho que me aprecia y mima con sus palabras.
solo puedo darte las gracias y mandarte un abrazo virtual desde mi corazón, tan enamoradizo él, como el protagonista de este pequeño relato.
Besos Mariola.
Francisco:
ResponderEliminarMe encantan los finales de tus relatos. Siempre me sorprenden y hacen aflorar la sonrisa a mis labios. ¿Para cuándo esa publicación, Francisco? Tus escritos bien lo merecen.
Un abrazo
Bueno Juan Carlos, estoy en ello, pues aunque el proyecto está en marcha ya sabes que "Las cosas de palacio van despacio" y hay muchos hilos que mover y mucho que corregir. Falta tiempo, pero todo llegará.
EliminarMe alegro que te guste lo que escribo, eso es un aliciente para seguir haciéndolo.
Un abrazo amigo.
Siempre con encandilas con tus relatos. Te enamoran cuando comienzas a leerlos y al final nos descubres que no era lo que pensabas. Ya nos vamos acostumbrando a tus vueltas para sorprendernos. Un abrazo
ResponderEliminarLo he dicho muchas veces: que lo malo de que seáis tan fieles y me sigáis leyendo es que me vais conociendo y pillando alguna de mis trampas literarias.
EliminarMerece la pena seguir inventando historias.
Besos, amiga.
Ya esperaba alguna sorpresa. Un relato muy tierno. Abrazos.
ResponderEliminarLa costumbre te hace predecir.
EliminarBesos
Qué tiene esa mujer que a tantos enamora? A mí no me gusta nada, incluso me parece fea, pero para gustos los colores.
ResponderEliminarYo estoy enamorada de tu forma de escribir, Francisco.
Besos.
Es modelo no de belleza pero si de sonrisa enigmática. No es mi canon de belleza precisamente.
EliminarGracias por enamorarte de lo que escribo, seguiré seduciéndote, o al menos lo intentare.
Besos
Estoy de acuerdo con Kirke. ¿No tiene la buena mujer una cara de pánfila considerable? En fin, también estoy de acuerdo con ella en que tu forma de escribir, enamora. Mucho más que la Gioconda, dónde vas a parar!!
ResponderEliminarUn beso.
Leonardo vería algo en ella, las mujeres estaban entonces para lo que estaban: para posar y ser adornos que lucir en sociedad.
EliminarGracias Rosa por esas palabras que son halago.
Besos mil.
Ay, ay, ay, me estás acostumbrando mal, ya cuando llego a medio relato, me imagino esto no es lo que parece, lo siento, pero esta vez me fui al final antes de seguir, no es trampa, es solo que le vi más sentido al texto, ji,ji. Abrazos
ResponderEliminarEs trampa digas lo que digas, eso no se hace pues le quitas toda la gracia a la lectura y la sorpresa no es tal.
EliminarEres mala, mala.
Pero aún así, te doy un abrazo
Precioso, y es que el arte enamora. Yo me enamoré del Miguel Ángel en cuanto lo vi, pero creo que no iba a llegar muy lejos con él a cuestas, jeje.
ResponderEliminarPrecioso. Un besillo.
La cultura enamora, tú lo has dicho. Cuando el ser humano es capaz de crear cosas tan maravillosas con su ingenio y sus manos es digno de ser amado.
EliminarGracias y besos amiga.
jeje que bueno, no esperaba nada el final. Ya estaba preparada para decirte que hay que llevar cuidado con los que brillan tanto ;) jaja genial la manera de cerrarlo. Un abrazo
ResponderEliminarBienvenida Magda.
EliminarGracias por dejar tu comentario. es un placer para mi el causar cierta sorpresa a los que me leéis.
Espero verte más veces participando.
Un abrazo.
Hace poco recibí un chiste que circulaba por WhatsApp sobre la Gioconda con el pelo cortito a causa del calor. Aún así resultaba enigmática y atractiva, no había perdido ni un ápice de su misterio junto con el pelo. No me extraña que tu protagonista viviera bajo el influjo magnético de su imagen :)
ResponderEliminarQué te voy a decir que no sepas, el final me ha sorprendido para no variar ;)
¡Un abrazo de verano!
Hola guapa. ¡Cuanto tiempo! ¿Dónde andabas metida?
EliminarSobre la Monna Lisa se han escrito montones de chistes y parodias ilustradas poniendo caras graciosas. Tampoco es que esa mujer sea para mi gusto, muy atractiva, creo que la favorece la sonrisa y poco más. Por eso mismo se hizo famosa y enamora a tantos.
Nos seguimos leyendo.
Besos
El amor no entiende de razones, ni siempre se acierta incluso con personas de carne y hueso, así que tu protagonista si es feliz amando a la Giocanda que lo disfrute, eso sí que vigile no acercarse en exceso si no quiere acabar detenido. Yo tampoco encuentro que sea una mujer espectacular pero en cada etapa de la historia el concepto de belleza ha sido muy distinto, lo que si me parece es que realmente su sonrisa es fascinante, y una se queda mirando embobada, aunque eso también es mérito del pintor.
ResponderEliminarY sí los que te leemos, creo que hemos aprendido que tus historias no son siempre como uno va pensando, pero justo y sabiendo eso, siempre consigues sorprender con tu imaginación desbordante. Un placer leerte.
Saluditos
El amor, ya se sabe, es harto caprichoso y asaetea con sus flechas a los amantes más inéditos y dispares.
ResponderEliminarTe puedes enamorar hasta de ti mismo, aunque eso estaría mal visto pues te convertirías en ególatra y megalómano.
Pero cuando tus gustos se vuelcan en la escultura, la música, la pintura, la arquitectura, la naturaleza, una sonrisa o una mirada ¡En fin! Cuando te enamoras de verdad, tus sentidos te hacen ver y sentir cosas, que a los que no son amantes incondicionales del objeto o persona de tu pasión, se les hace invisibles.
Como dirían los franceses: L’amour est si capricieux.
Besos amiga.
Este giro no lo esperaba, jajaja
ResponderEliminarDesde luego pasión tiene, pero el riesgo que debe asumir es demasiado grande!
Porque más que en una prisión puede terminar sus días en una institución mental.
Muy bueno Francisco, :)
Besos.
A veces nos empecinamos en amores imposibles y por ellos, debemos pagar altos precios. en el caso de este personaje puede ser como bien dices: La cárcel o el manicomio.
EliminarBesos Irene.