jueves, 28 de diciembre de 2017

Los pobres inocentes





Casi terminando la jornada laboral el jefe de recursos humanos le llamó a su oficina para comunicarle que su contrato temporal no se lo iba a renovar. Se le desvanecieron las ilusiones que tenía de pillar las vacaciones de verano que le debían desde el año pasado y dada su edad, las esperanzas de encontrar otro curro. Se encogió de hombros. Iba a ser un parado de larga duración.

De vuelta a casa conducía nervioso mientras planeaba que iba a hacer con su vida. Eso le costó un buen abollón en el coche cuando el conductor que llevaba delante frenó en un semáforo en rojo. Tardó casi tres cuartos de hora en rellenar el parte amistoso. El seguro a terceros que tenía contratado, no le cubriría sus desperfectos y le subiría la tasa. Ahora tendría que utilizar el transporte público.

Al abrir la puerta del piso, salió a recibirle su mujer enfurruñada por su tardanza. Aguantó la bronca impertérrito, con la paciencia del santo Job, y aún así ella le puso cara de perro, comunicándole a continuación que fuera pensando en el divorcio, que iba en serio, y que se preparara la comida, pues ella se iba a casa de su madre. Hoy comería fuera de casa y más tarde buscaría un abogado que dirimiera pleitos matrimoniales.

Su hijo estaba en el cuarto con los cascos puestos y tecleando frenético en su Iphone. Con la música a todo volumen, al igual que las luces y el ordenador. Ni tan siquiera le saludó, llevaba una temporada como ausente, como en otro planeta del que él, su padre parecía no formar parte. Más tarde encontraría las calificaciones del  primer trimestre encima de la encimera de la cocina. Todas suspensas menos una. Estaba tan cansado de insistirle para que estudiara y fuera el hombre de provecho que él quería que fuese… Ya no daría más lecciones dimitía como cabeza de familia.

Se metió en la ducha para relajarse, después del día que llevaba lo necesitaba. Naturalmente cuando estaba desnudo y con el grifo abierto volvió a recordar que la caldera llevaba un mes sin funcionar. 
Sonó el teléfono y tuvo que salir mojado, helado y envuelto en una toalla.
La llamada era de una agencia de préstamo en la que le reclamaban tres mensualidades con sus respectivos intereses de un crédito que había solicitado para pagar unas letras retrasadas de la hipoteca y la derrama de la comunidad de vecinos.

Hoy se marcharía de allí para siempre, desaparecería para todos, no volverían a oír hablar de él. se iría a vivir al extranjero donde nadie le reclamara nada. Se olvidaría de mujer, hijo, familia, vecinos, compañeros y jefes y también dejaría atrás las deudas contraídas.

Se vistió de nuevo con su ropa más elegante, y mientras preparaba su maleta pensaba en que la jornada le estaba saliendo redonda. Nunca pensó en la mala suerte ni era supersticioso, tampoco creía que le echaran un mal de ojo ni en que estuviera gafado. Pero que en un día como el de hoy le estuvieran ocurriendo todas estas cosas, era más que casualidad. 

Parecía que los hados le estuvieran preparando el camino para un cambio radical en su vida, esa segunda oportunidad que se merecía, esa libertad para hacer lo que quisiera sin rendir cuentas a nadie.

Esta noche la pasaría en un hotel después de cenar en un buen restaurante. Se iba a dar un buen homenaje. Mañana cogería el primer vuelo a Cancún y allí comenzaría su nueva andadura con otra identidad.

Que inocentes habían sido todos al haberle dado la espalda en su mejor momento, justo un 28 de diciembre.

Ahora no compartiría con nadie ese premio gordo de la lotería que le permitiría a partir de hoy realizar todo lo soñado durante sus 48 años de existencia. No confiaron en él, pues pensaron que era un pobre perdedor.


Derechos de autor: Francisco Moroz




sábado, 23 de diciembre de 2017

Sobre todo noche de amor


Con esta entrada aprovecho para desearos a todos unas ¡Felices Fiestas!

 "La felicidad consiste en vivir con intensidad cada momento, agradecer cada detalle y disfrutar el instante."

                        ¡Seamos felices pues!







–Agente, repórteme de inmediato su informe sobre los hechos.

–En la madrugada del 24 al 25 se produjo la detención de un varón joven de origen judío que circulaba con su burra por las calles de la ciudad. Al darle el alto intentó escapar, pues iba con María, y sin casco.

–Un caso claro de tráfico de estupefacientes.

–No señor, María es su esposa, que le acompañaba en la moto. Según José, el sospechoso, estaban buscando un alojamiento digno y en caso de no encontrarlo, nos dijo, estaban dispuestos a montar un belén.

–Está claro que el individuo es conflictivo.

–El problema es que estaban esperando “Al niño”

– ¡Ya le digo yo que estos dos están relacionados con el mundo de la droga!

–No inspector, es que María estaba embarazada y a punto de tener a su primer hijo. --Pues como le decía– ante lo urgente del acontecimiento nos pareció apropiado meterlos en un portal, y en pocas horas el lugar se lleno de gente curiosa, algunos intentando ayudar a la pareja de inmigrantes, llevándoles mantas y bolsas con comida o caldo caliente. Otros como borregos, estaban por allí para hacer bulto y fisgonear.

– ¿Y qué carajo es lo que pasó con los periodistas?

–Los de la prensa rosa del corazón, que en cuanto se enteraron del suceso, se olieron una exclusiva y aparecieron con un helicóptero que estuvo sobrevolando con un potente foco, que iluminaba la zona del acontecimiento. Hasta unos camellos se acercaron por allí…

– ¡Que le digo yo que aquí hay temita de narcotráfico y contrabando…

–Los camellos eran de un circo que los prestaba para la cabalgata de reyes del día 5, y pasaban por allí junto con sus cuidadores.

– ¿Y lo del escándalo del Ángel?

–Un vecino del edificio con dicho nombre, que se asomó a la ventana para pedir a gritos un poco de paz, que tenía que madrugar para ir a currar, que se tuviera un poquito de buena voluntad entre la concurrencia y bajaran un poco el volumen de las voces. Como nadie parecía o quería oírle, agarró una trompeta y se puso a tocar con todas las ganas de incordiar al personal y hacer más ruido que nadie. Otro se animó y bajo de casa un tambor y se puso a redoblar, y hasta se hicieron coros a dos voces con ese villancico del "Porropompón". ¡Menuda fiesta en torno a un nacimiento!

– Y qué es eso que ha llegado a mis oídos ¿Qué la pareja no quiere comparecer ante mí en la comisaría?

–Al parecer algún policía ha confraternizado con ellos y les ha transmitido las malas pulgas que tiene usted, su dureza y la falta de parcialidad con la que trata a los detenidos. Dicen estar seguros que aunque fueran santos e inocentes no recibirían un trato justo…

–Bien, esperaremos a mañana que habrá pasado parte del revuelo mediático para solucionar ese detallito. Quizá mande un furgón de antidisturbios para detener a todo el que siga por los alrededores tocando el tambor o las narices.
Eso es todo agente, puede retirarse.

–Por cierto señor–  El entorno es una pura fiesta, la gente es feliz sin motivo aparente. Cantan y bailan, se abrazan y se felicitan entre ellos.
El José parece ser un santo varón, da gusto ver con que respeto y dulzura trata a su mujer. De María que le voy a contar, enamoradito me tiene con su belleza serena y natural. Y el pequeñín le va a encantar, es precioso, irradia una ternura que emociona, y tiene una sonrisa cautivadora... A mí me sonrió mientras me cogía el dedo con su manita…

– ¡Agente basta ya! ¡Retírese! Está claro que por allá están circulando sustancias psicotrópicas.

–Pero...

– ¡Que se retire coño! Tanta paz y tanto amor...

 –A sus órdenes inspector Herodes.


Derechos de autor: Francisco Moroz




martes, 19 de diciembre de 2017

Espartacos




Gladiadores era el calificativo con el que se les conocía en la localidad. En realidad eran los miembros del cuerpo de bomberos que dentro del sector adjudicado, daba también servicio a un poblado chabolista. Un lugar dejado de la mano de Dios y de las autoridades incompetentes, y al que nadie en su sano juicio se le ocurriría entrar.

Mercado de droga y trapicheo de mercancías robadas. Allí cohabitaban la flor y nata de la delincuencia barriobajera y los clanes familiares de etnia gitana más violentos, que se dedicaban a cualquier negocio ilegal conocido.

Justo fue donde se declaró un incendio de madrugada, cuando todavía las luces de las farolas no se habían apagado, y el vaho que emanaba del alcantarillado era tan denso como la niebla que se formaba en los marjales. Dos camiones con sus dotaciones completas salieron con la urgencia que aullaban las sirenas.

Cuando llegaron al lugar del siniestro se encontraron no solo con el fuego que consumía los chamizos y la basura, también con un enfrentamiento entre los miembros de la comunidad marginal y la policía, que impotente, se encontraba desbordada sin atreverse a intervenir con la contundencia necesaria para sofocar la algarada.

Al parecer, el foco de las llamas se había originado en una de las infraviviendas que a su vez resultó ser también, un laboratorio de cocaína clandestino, junto a la que se habían levantado barricadas para que los efectivos policiales no entraran a confiscar el producto y efectuar detenciones.
Mujerzuelas malcaradas y tipejos desarrapados les lanzaban cascotes, piedras y botellas cada vez que hacían amago de acercarse.

El jefe de las dotaciones, un tipo bregado en el oficio, tomó la decisión automáticamente. Dio la orden de desplegar las mangueras y ponerlas enfrentadas donde se concentraba la mayor parte del conflicto, solo avisó una vez a los exaltados para que se quitasen de enmedio, la siguiente orden fue la de abrir las espitas a toda presión.
En cuestión de una media hora todo había finalizado.

Habían matado tres pájaros de un tiro: Apagaron las llamas, los ánimos encendidos de los basiliscos furiosos, inutilizando una cantidad de droga considerable que no saldría al mercado quemando y consumiendo vidas.

Una vez más los gladiadores habían salido vencedores en el circo mediático que conformaban con su desidia políticos ineptos y pagados de sí mismos, y que solo sabían levantar pulgares victoriosos en época de elecciones, ignorando por otro lado, a aquellos que se batían el cobre en las arenas de la cruda realidad de aquella ciudad.


Derechos de autor: Francisco Moroz

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