En esos estados anímicos en los que corazón y cerebro se unen, y los sentimientos afloran a borbotones al igual que los pensamientos: ¡Todos a la vez! Solo cabe recordar queridas vivencias pasadas que en su día no tenían importancia, y que sin embargo hoy te hacen enjugar lágrimas emocionadas.
Un reloj es una mera máquina casi de precisión, que marca las horas de nuestro tiempo. Un mero objeto útil y a la vez decorativo.
El abuelo tenía uno. Uno de pared, de esos de cuerpo entero, con péndulo y contrapesas. Los denominados: de carillón, que daba sus horas con parsimonia casi ceremonial.
Era un reloj querido y respetado por lo que representaba. Solo el abuelo le daba cuerda.
No porque los demás no quisieran o no se sintieran capacitados o perezosos para hacerlo. Más bien porque representaba todo un ritual el realizarlo y era tarea reservada solo a él, que era una persona ordenada donde las hubiera: "Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa". Le gustaba tocar y retocar hasta dejar todo en su justo lugar. Ni más adelante ni más atrás, ni muy a la izquierda ni lo contrario. ¡Vamos!¡ En el lugar correspondiente según su percepción casi extrasensorial, casi rayana en la perfección de su reloj.
Con movimientos pausados y concentración absoluta, abría la puerta de madera lacada y cristal, manipulando el interior de la caja. Movía las cadenas para dejarlas equilibradas y de la misma forma las pesas centradas, con rigor de cirujano, dejando todo a su gusto.
No cejaba hasta que el ritmo pendular sonaba armonioso y "adagio". Esto hacía que esta pura máquina adquiriera personalidad propia de la mano de este hombre con alma sensible.
Yo creo que en cierta manera le imprimió parte de los latidos de su corazón, convirtiéndose, en una presencia reverenciada e imprescindible. Su resonancia campanera desgranaba las horas y a su vez reivindicaba un : ¡Aquí estoy!
El abuelo se quedó casi ciego, pero su misión jamás quedó sin ejecutar, a tientas, con lentes de super aumento y pidiendo indicaciones llegado el caso a los familiares; pero nunca delegando a otros lo que era todo un ceremonial vedado a los legos y novicios no versados y reservado para el experimentado maestro en el que se había convertido.
Pero ocurrió lo que ocurrió: Que al abuelo se le terminó su propio tiempo y al reloj se le acabó la cuerda. Se paró como para ser solidario con su no presencia. Como animal fiel que muere junto a su amo, al lado del que le inculcó algo de su propio ser y personalidad.
Desde entonces no hay nadie que se atreva a dar vida al reloj, que sigue con su sola presencia vigilante, lanzando su mensaje al que sabe leer en los renglones torcidos de lo divino y de lo humano:
"El tiempo no se trasmuta. Ni se alarga ni se acorta. El tiempo es intangible e irrecuperable. El tiempo es el que es, mientras dura
Después todo es irreversible..."
Salvo los recuerdos que vienen a raudales cuando los convocas. Convirtiendo esos detalles casi olvidados en excusas perfectas que hacen restañar lágrimas fugitivas de añoranza.
El reloj del abuelo cual máquina del tiempo me trasladó a un pasado que ahora rememoro y escribo.
Aportación para el concurso: La máquina el tiempo, propuesta por El círculo de escritores
Derechos de autor: Francisco Moroz
Esos recuerdos de infancias, muy emotivos..
ResponderEliminarEl tiempo ese instante de nuestra vida..
Un abrazo
El recuerdo nos traslada en el tiempo. ¡Así es!
ResponderEliminarBesos
Me ha parecido precioso lo que has escrito, Francisco. Qué lástima no poder "rebobinar" el tiempo hasta un punto determinado de nuestras vidas, ¿no? Yo si pudiera lo haría, conmigo y con los míos también.
ResponderEliminarBesos
¡Pues si! Cuantas cosa quedan por decir y de cuantas nos arrepentimos cuando ya es tarde para poner remedio. Solo nos queda el recuerdo de lo pasado y poco más
EliminarUn Beso Chelo.
Los recuerdos están ahí. A veces olvidados hasta que algo los desencadena y aflora todo lo pasado, como si el tiempo volviera atrás, transladándonos a esos momentos.
ResponderEliminarPrecioso relato, Francisco. Un beso.
Precisamente, como una máquina del tiempo intangible que nos hace volver a esas etapas de una vida pasada, Aunque solo hacia atrás.
EliminarGracias Flora.
Un beso
Preciosos recuerdos, y no por bonitos, que también, sino por su inestimable valor. Es curiosa la forma en que algunos objetos inanimados llegan a ser tan personales y están tan fuertemente adheridos a la costumbre de un ser humano, que adquieren una parte de su idiosincrasia. No me extraña que mirar ese reloj y recordar a tu abuelo sea todo una misma cosa...
ResponderEliminarGenial el relato, Francisco. También a mí tus palabras y las imágenes que plasmas me han traído recuerdos :)
Un beso de viernes, que tengas un finde estupendo!!
Si querida Julia, los objetos son eso: Cosas. Pero cosas impregnadas de la esencia del que los tocó, los llevó o los utilizó. Eso que llamamos el valor sentimental es lo que nos hace rememorar a las personas que estuvieron en el entorno de esas "cosas" tan queridas.
EliminarPor cierto: no era mi abuelo, era el de mis hijos.
Besos para ti.
Los recuerdos son lo que nos deja el pasado y da consistencia a nuestra vida.
ResponderEliminarPrecioso texto.
Por cierto, siempre que veo un reloj parado me entra mucho desasosiego, no sé por qué.
Un beso
¡Efectivamente! no somos nadie si no llevamos esa mochila que vamos cargando de vivencias pasadas. Vamos engrosando nuestro equipaje de experiencias que recopilamos a veces sin querer.
EliminarGracias Kirke y un beso
Me emocionó mucho tu cuento. Gracias.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, no se trata de un cuento, se trata precisamente de un recuerdo volcado en letra.
EliminarGracias por tus palabras y por pasarte.
Un abrazo
Los recuerdos son la mejor máquina del tiempo qeu podemos tener. Genial. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSi María, la única y exclusiva máquina del tiempo que tenemos a nuestro alcance.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un beso
Si tan solo fuésemos capaces de seguir dando cuerda al péndulo de la vida.
ResponderEliminarLa cuerda es lo que mueve el devenir del péndulo de la existencia y en nuestra mano no está el poder dar cuerda al mecanismo.
EliminarAsí de triste o así de sensato. ¡Ya le gustaría a más de uno! tener el secreto de la inmortalidad.
Un abrazo y mi pésame por la muerte del amigo.
Muy emotivo.
ResponderEliminarRecuerdo de pequeña un libro para mejorar la lectura y aparecía una canción popular sobre un reloj de pared y plasmada algo similar a lo que has escrito.
Te agradezco tus relatos. Siempre me hacen meditar sobre mi forma de vivir.
Gracias
Agradecido yo por el interés que mostráis al leer estos relatos.
EliminarUn abrazo Moflets
Hola Francisco,
ResponderEliminarHe estado unos días fuera y desconectada y ahora me estoy poniendo al día.
Bonitas palabras las tuyas. Me ha parecido tan dulce esa imagen que me describían tus palabras del abuelo, solo él, dando cuerdo a ese reloj.
Todo un símbolo.
Y cuando desaparece nadie se atreve a seguir haciéndolo, quizá por respecto o por tradición, el caso es que el reloj se para como el abuelo. Aunque los recuerdos, no desaparecen y siguen acariciando desde la lejanía. Esos pequeños gestos que cuando no los protagonistas no están, se hacen tan tiernos.
El tiempo, ese que no valoramos hasta que lo perdemos.
Me ha gustado mucho la ternura que se desprende de tu recuerdo.
Suerte en el concurso.
Un abrazo
Resulta Conxita que el relato lo escribí mucho antes que lo del concurso, no pensaba publicarlo, pues en principio era un recuerdo muy personal. Mira por donde el concurso de El círculo de escritores fue como la chispa que faltaba para decidirme a compartirlo. ¿Una señal?¿Un mensaje?
EliminarEl caso es que cambié y añadí alguna cosa para que cuadrara y esto es lo que resultó.
Como siempre gracias por comentar y mi bienvenida de nuevo por estos lares.
Besos
Tienes toda la razón, amigo Francisco. El recuerdo es la máquina del tiempo que poseemos todos y donde podemos refugiarnos de las penalidades del presente, buscando nuestro interior maravillosos momentos pasados. Me ha gustado leer tu relato, pues con el abuelo protagonista, he recordado al mío y a su maravilloso reloj, muy similar al de tu fotografía. Abrazos amigo compañero
ResponderEliminarAl fin y al cabo esto termina convirtiéndose en una cadena de recuerdos desencadenados. En el caso del relato, por un reloj, que es justo el de la imagen; a ti te los trajo el propio relato.
EliminarUn placer que me leas y agradecido por tus palabras.
Un abrazo Mercedes.
Un buen relato el tuyo, Francisco. Plasmas muy bien al señor tiempo: fugaz, irrecuperable una vez perdido, no puedes conseguir más del que tienes... Veo como tu aprovechas el tiempo al máximo haciendo fantásticos relatos y meditaciones. Un saludo.
ResponderEliminar¡Bueno si! aprovecho el tiempo en lo que me gusta hacer. otros lo pueden ver como pérdida de él delante del ordenador. En todo caso lo que nos satisface no cansa, y sobre todo cuando hay alguien del otro lado que te regala su tiempo leyendo lo que escribo.
EliminarCon lo cual mi agradecimiento, que no podría ser de otra manera.
Un abrazo Mi amigo Joselium.
Precioso, Francisco. Lo más lógico que se puede escribir sobre la máquina del tiempo. Me ha encantado!
ResponderEliminarRealmente es la única máquina del tiempo conocida.
EliminarAgradezco de nuevo tu paso y tu palabras. Un placer tenerte cerca.
Besos
Un relato extraordinario en el que las palabras son como las piezas del reloj y el autor las encaja con la precisión del protagonista.
ResponderEliminarUn viaje en el tiempo a través del recuerdo. Nostálgico, bello y profundo. Me ha encantado, Francisco.
Abrazo, compañero.
Todo un lujo que te acerques por aquí Edgar K Yera.
EliminarTus palabras son impulso para el autor.Mi gratitud y reconocimiento amigo.
Un abrazo