Me asomo a la ventana, hace
una tarde de esas especiales llenas de melancolía y esplendorosos reflejos
en los cristales. La luz se tamiza en el éter iluminando las escenas
como si se tratasen de pinturas al pastel.
Observo detenidamente el paisaje urbanita saturado de edificios simétricos que
aparentan ser grandes bloques ciclópeos, tallados a cincel por manos de
gigantes arquitectos.
Todo está muy tranquilo, hasta el aire parece haberse detenido a descansar de
la jornada, el calor ha apaciguado su fuerza agobiante y da una tregua para que
la gente salga de sus casas. Y es que la calle bulle de actividad;
los transeúntes ultiman sus compras o simplemente pasean sin rumbo
definido aprovechando la buena temperatura, ajenos al paso del tiempo en los
relojes.
Me siento como un halcón en su atalaya, dominando la escena en su conjunto, el
trascurrir de los acontecimientos ante mis ávidos ojos de cazador; disfrutando
de la perspectiva que me proporciona la altura y que me permite sentirme como
un ser superior; una idea peregrina que no se por qué razón se me pasa por la
cabeza.
El caso es, que este pensamiento me hace considerar mi situación actual de
dominio con respecto a los que transitan allá abajo ajenos a mi
presencia evaluadora.
Veo un grupo de adolescentes por ejemplo, que como bandada de palomas están
sentados en las escaleras de la biblioteca, tecleando frenéticos en sus móviles
equipados con las últimas tecnologías, hablando a gritos e ignorando lo que el
otro les tiene que decir. El diálogo no tiene cabida en su mundo, ignorantes
del conocimiento y el silencio que se guarda tras las puertas del edificio que
tienen a sus espaldas. Ellos, en su parco mundo intrascendental son felices,
inconscientes de su futilidad y lo caduco y breve de la existencia.
Para ellos el mañana no existe, no parece importarles el futuro y beben el
presente con ansia infinita. Y cierto es que son sabios a su
entender, pues nuestro vivir es un presente continuo.
¡Carpe Diem! (Aprovecha el momento) parecen clamar
sus actitudes.
Más allá una muchacha bonita está plantada en medio de la acera, frente a un
escaparate donde se muestran prendas de vestir y artículos de moda; otra cosa
pasajera como las mismas apariencias hipócritas que priorizamos por encima de una bien fundamentada personalidad, habilidades y valores personales. Cuan pueriles e
irresponsables somos los humanos que preponderamos lo que llevamos puesto por
encima, y despreciamos la riqueza que poseemos dentro.
"Vanitas vanitatum omnia vanitas" (Vanidad
de vanidades todo es vanidad)
Un hombre de mediana edad sentado en la terraza de una cafetería, observa a la chica con fruición, como para empaparse de
su esencia; se detiene en su sugerente anatomía no tanto para apreciar la
pura belleza de las formas femeninas, sino poseído por el rijoso apetito y el
deseo lascivo de poseerla. Parece desnudarla con la mirada. Otro ejemplo de lo
casquivanos que podemos llegar a ser, de lo primitivos y básicos. Nos dejamos
gobernar por el instinto antes que regirnos por la razón, no meditamos las
consecuencias de nuestros actos ni reparamos en el precio que habrá que pagar
por nuestras decisiones desacertadas.
"Fatum fatis ego perea" (Hágase el destino
aunque yo perezca)
En el pequeño jardín colindante encajado entre dos edificios antiguos, un
anciano reposa sus huesos en un destartalado banco; aprovecha esos póstumos
rayos de sol que acarician su piel arrugada por los años. Sedente, como una
estatua erosionada por los vientos, el agua y los hielos; ejemplo de lo efímero
y pasajero de la juventud que pasa rauda como primavera, y se marchita como
hoja de otoño.
Desde que nacemos corremos presurosos hacía nuestro final y nada
ni nadie puede detener la carrera. ¿De qué sirve pues el haber padecido?¿De
qué, nuestros trabajos y desvelos?¿ Para qué nuestro sacrificio y nuestras esperanzas vanas?
"Cotidie morimur, cotidie conmutamur et
tamen aeternos esse nos credimus" (Cada día morimos, cada día cambiamos y
sin embargo nos creemos eternos)
Por la acera de enfrente pasa "Don importante" el más fatuo de los
personajes que pululan por las ciudades. Se le nota en la actitud altanera y el
porte prepotente de desprecio hacía el resto de mortales que no han alcanzado
el estatus que él ostenta.
No tiene escrúpulos para conseguir sus fines ni oyó hablar de la caridad.
Seguro que vive en las afueras, en alguna
urbanización privada vigilada las 24 horas, o en unos de esos "Loft"
de lujo donde poder organizar bacanales con sus conquistas esporádicas.
Este
individuo nunca tendrá un hogar, ni el amor verdadero de una mujer o unos
hijos. Con dinero no se compra lo trascendente, no puedes trocar las riquezas acumuladas, a cambio de tu alma; si es que esta ya la has perdido. No puedes encontrar la paz si la trocaste por fama y poder.
El dinero te procurará placeres
inusitados pero nunca la felicidad de las cosas sencillas.
Me vienen a la cabeza las palabras que el esclavo repetía a los cesares cuando alardeaban de
sus triunfos delante de toda Roma:
"Memento mori" (Recuerda que eres mortal)
Me doy cuenta que he perdido yo también la noción del tiempo que ha trascurrido
desde que me aposté en esta ventana, ¡Media hora! y tengo tanto que hacer...
Así que me pongo manos a la obra antes que la falta de luz no me permita realizar la tarea que me trajo hasta aquí.
"Aequam memento rebus
in arduis servare mentem"
(Recuerda conservar la mente serena en los momentos
difíciles)
Respiro pues profundamente, y me relajo para
concentrarme en mi cometido.
Monto el soporte de mi fusíl Accuracy Warfare de precisión con mira telescópica
y observo esta vez de forma desapasionada a los individuos que pululan por las
venas de la urbe.
Hoy es un buen día para demostrar a estos pobres
diablos que somos peregrinos por este mundo y que la muerte nos acecha
de continuo.
Esta tarde, como si fuera un dios, decidiré a quien
he de regalar toda una eternidad...
Noticiario de las 22:00 pm:
Ayer en Estados Unidos, un francotirador apostado en una ventana de un bloque de
oficinas en construcción, asesinó a tiros a seis personas, se cree que de forma aleatoria.
Las autoridades de la localidad sospechan que se trata de un individuo...
Apago la televisión y me digo a mi mismo:
"Acta est fábula" (La historia ha terminado)
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