martes, 20 de septiembre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
Asedios son refranes...
Cuantas madres no habrán dicho a sus hijos más
de una y dos veces esa manida frase de: “Llevaos como hermanos” y con esta,
intentar poner paz entre ellos. Pero seguro que ni esas madres ni sus hijos
pensaban en esa otra frase dentro del refranero popular y que es considerada de
las primeras en engrosar dicho compendio proverbial.
Me refiero a esa que reza rimando:
“No se conquistó Zamora en una hora”
Y es que esta se originó gracias a una
pendencia entre hermanos llamados Urraca Fernández, y Sancho II de Castilla.
Ella gobernaba en la ciudad de Zamora por
derecho propio, adquirido por ser esta
la herencia recibida de su padre Fernando I de Castilla. Su hermano al que que
le pareció poco lo heredado por su parte, quiso añadirle la urbe, considerando
su magnífica situación estratégica junto al Duero, por ser cruce y lugar de
paso de muchos caminos; y en un apartado
no menos interesante, por ser la
depositaria de los valores épicos de la Numancia que habitaron las tribus Arévacas
de tan triste recuerdo para Roma y sus legiones humilladas.
A Zamora la llamaban: “La bien cercada” quiero imaginar que por sus fuertes murallas que permitieron su salvaguarda
tras siete meses de asedio ininterrumpido.
Sancho II no solo no ganó la ciudad, sino que
perdió la vida en el intento a causa de la traición de Bellido Dolfos que tras
ganar la confianza del rey lo asesinó con su propia espada. Esto ocurría en el año del señor de 1072. Para unos Bellido fue traidor y para otros héroe, ya que asesinando al rey salvaguardó de perecer a muchos más hombres. Se cuenta que fue perseguido por el paladín del rey asesinado, pero en vano, pues aún consiguiendo herir a su caballo, Dolfos, tuvo tiempo para penetrar en la ciudad por una puerta llamada actualmente "La de la traición" que todavía se puede visitar, realzando con ello la leyenda.
Ahí es donde enlazaríamos con el Cid Campeador, el referido paladín del rey difunto, y con la iglesia de Santa Gadea donde nuestro épico, legendario, guerrero, mercenario, hizo
jurar a AlfonsoVI el no haber sido el
instigador de la muerte de su hermano (Los hermanos del Medievo se llevaban a
matar) ganando por despecho del monarca, y de esta manera, un destierro en toda regla que se convirtió en romance proclamado por
trovadores, leído por miles de estudiantes con mayor o menor gloria.
Con lo cual esta frase es incierta, pues el
cerco de Zamora solo quedó en eso: en cerco y asedio, y los propósitos de conquista en
agua de borrajas.
En la obra de Fernando de Rojas. La Celestina, se
la encasqueta a un Calisto impaciente por conquistar el corazón de la Melibea
en un ¡Pis, pás! diciéndole:
“Refrán viejo es, «quien menos
procura, alcanza más bien». Pero yo te haré procurando conseguir lo que siendo
negligente no habrías. Consuélate, señor, que en una hora no se ganó Zamora,
pero no por eso desconfiaron los combatientes”.
También aparecerá por primera vez escrita en el
diario de Madrid edición del 1807. Con
ella se avisaba a los lectores, que los cometidos complicados y de suma
importancia no son logros a conseguir en poco tiempo, más bien requerían un
esfuerzo extraordinario y paciente, que podía, aun así, concluir en fracaso.
Termino escribiendo aquello que mi abuela me
repetía cada vez que soltaba sus sentencias a modo de Séneca filosófica:
derechos de autor. Francisco Moroz
viernes, 16 de septiembre de 2016
Por los viejos tiempos
Hubo
un tiempo en que no deseaba otra cosa más que estar contigo. Solos tu y yo,
cuando éramos niños de barrio bajo, y jugábamos en las calles cercanas a
nuestros portales.
Pues
no en vano juntos, descubrimos lo que era la camaradería y la amistad, esa especie
de connivencia que nos convirtió en hermanos de andanzas, juergas y alguna
gamberrada; también en cómplices de amores adolescentes y confidentes de
desengaños y sueños.
Nos
juramos fidelidad incondicional, pasara lo que pasara, no permitiríamos que
nadie ni nada se interpusiera en nuestra perfecta relación de camaradas.
Después
la madurez y las responsabilidades nos alejaron. Tú te quedaste en el barrio
que nos vio crecer, yo me fui lejos, evitando desde entonces un encuentro
contigo, pues tenía claro mis objetivos al igual que tú elegiste los tuyos.
Pero
la vida que parece regocijarse en el drama y la tragedia me trajo de nuevo
noticias tuyas, después de tanto tiempo sin querer saber de ti, volvía a
escuchar en los noticiarios sobre tus proezas, habías superado tus miedos
iniciales y te atrevías con todo. Y yo que siempre había sido el más retraído
de los dos, el que admiraba tus habilidades y me enorgullecía de ser tu amigo;
ahora me avergonzaba de conocerte.
El
informe desglosaba los trapicheos que te traías entre manos y el dolor que infringías
de forma interesada, poniendo el alma solo en el sufrimiento de los más débiles,
únicamente para obtener beneficios personales. Habías perdido todo el control,
eras peligroso.
Y
hoy nos volvíamos a encontrar. Tú con tus secuaces, yo con mis nuevos
compañeros: Los de la unidad especial contra el tráfico de estupefacientes.
Mi único deseo era que no intentaras utilizar
el arma que sujetabas en la mano. Pues: “Los viejos tiempos” no te servirían
para nada.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Suscribirse a:
Entradas (Atom)